Opinión

Zapatero, el costalero de dos psicópatas

Dos sucesos ocurridos con este cronista valen -lo creo así, por eso los relato- para conocer la verdadera empuñadura democrática de José Luis Rodríguez Zapatero, el actual mozo de espadas del sanguinario dictador venezolano Nicolás Maduro.

Uno: hace unos años, con el sujeto en el poder español, nos atrevimos a publicar un libro que llevaba por título La gran revancha, en el que documentamos que toda la propaganda que había construido Zapatero sobre la memoria heroica de su abuelo, el capitán Rodríguez Lozano, fue en realidad una enorme patraña. Le fusilaron realmente las tropas nacionales en León, sí, pero hubiera sido igualmente ejecutado por los rojos si éstos le hubieran capturado antes. ¿La razón? Era agente doble.

El libro resultó ser un descomunal éxito de ventas en su primera y segunda edición, se quisieron ofrecer dos adelantos en dos periódicos de Madrid que tenían fecha de un domingo pero, el sábado, a las diez de la noche, ambos diarios levantaron la publicación. Sólo el director de uno de ellos ofreció una explicación significativa y pusilánime: «Tengo -dijo- muchos frentes abiertos con Moncloa y no puedo abrir otro». El segundo responsable se calló como un difunto; claro, su periódico pertenecía -pertenece- al mismo grupo que la editorial del libro. Su jefe máximo, el jefe de las tinieblas españolas, se lo cargó. Zapatero había dado la orden. Luego fue diciendo el fulano: «A mi casa se viene llorao».

Dos: hace no más de un mes se ha publicado otro libro, Grupo Crónica. Testigos de la Transición, en el que los componentes de este equipo de periodistas que ha funcionado ejemplarmente durante más de cuarenta años contamos no sólo nuestras peripecias profesionales, sino las del país entero; cómo se gestó y cómo se desarrolló la aventura política probablemente más importante, más decisiva, de la historia contemporánea de España: la Transición.

Los cronistas, como no podía ser de otra manera, hemos relatado la milenaria presencia de todos los personajes que han representado algo en nuestro accidentado país; el primero, el inicial, Felipe González. Y hemos hablado sin cortapisas de sus confesiones, también de su colaboración hasta el punto de que sólo uno entre los convocados puso un obstáculo a su intervención que, como todas, sería absolutamente off the record: José Luis Rodríguez Zapatero, que planteó como condición inexcusable que uno de los miembros del grupo fuera depurado del almuerzo informativo.

Quiso imponer esa exigencia que naturalmente, y para irritación brutal del presunto invitado, no se aceptó. El chulesco «yo con ese no me siento» fue respondido por los articuladores del grupo de esta guisa: «Pues entonces, no hay almuerzo». Lo de menos es que el denegado fuera este cronista, lo que consta es cómo se las gastaba este individuo desde la Presidencia del Gobierno, cómo entendía el ejercicio de la libertad de expresión.

Este es el tipo del que hablamos y cuya última actuación causa no sólo irritación, sino vergüenza general en todo el mundo. Y es que como fiel costalero del dictador caribeño Nicolás Maduro está haciendo lo imposible para que sus socios en el malhadado Grupo de Puebla, un acúmulo de gobernantes y ex gobernantes comunistas de la peor ralea iberoamericana, se rebajen de su presión primera sobre Maduro y no sigan pidiendo que su conmilitón hasta ahora, el propio Maduro, entregue las actas de las elecciones más tramposas, más fraudulentas que se hayan celebrado nunca en el mundo.

Se conocen las martingalas de Zapatero, pero hasta el momento no se sabe desde dónde las está ejecutando, ya que desde hace casi quince días, justamente apenas celebrados los embusteros comicios, el ex presidente español está sencillamente desaparecido. ¿Sigue en Caracas, lugar al que llegó antes de la fecha electoral en calidad de acompañante del tirano? ¿Ha regresado a Madrid en algún avión privado fletado por algún rico de la cohorte del preboste caribeño, o quizá en un Falcon cualquiera al servicio de su amigo y compañero de fechorías Pedro Sánchez? Estamos en ascuas con esta peripecia que, desde luego, abochorna a cualquier demócrata, no sólo de Europa, sino del universo civilizado en general -China y Corea del Norte, claro está, excluidos-.

Hasta ahora, ningún investigador se ha metido en las golferías del embajador oficioso de Maduro. No se guarda aún conocimiento del número de viajes que ha cursado Madrid-Caracas-Madrid y que ha cumplimentado hasta la fecha, pero quédense con este dato ilustrativo: entre 2015 y 2019 Zapatero realizó este trayecto en ¡37 ocasiones! ¿A cuenta de quién?

Sabemos que, por concesión generosa de todos los contribuyentes españoles, los ex presidentes de nuestro país pueden obtener billetes gratis total para sus desplazamientos regulares, pero ninguna norma fijó en su momento que el erario tenga que pagar de nuestro bolsillo la relación tóxica de un ex jefe de Gobierno con un dictador al que la sangre le chorrea por el hortera chándal con el que suele tapizarse.

Tampoco, como en el caso de los investigadores, periodista alguno ha querido zambullirse en los presuntos negocios o dádivas que Zapatero recibe de su implicación con Maduro. Hasta ahora lo único que se ha podido probar es que sus dos hijas -¿se acuerdan de aquellas niñas góticas retratadas junto a Obama?- han construido una empresa creadora de contenidos para Venezuela que, al parecer, les reporta pingües beneficios.

De las aseveraciones de aquel ex jefe de la Inteligencia venezolana, el Pollo no se qué, que afirmó que Zapatero es poseedor nada menos que de una mina de oro en su país, mejor no hacer caso alguno… por ahora. A Zapatero le ha prestado una ingente cobertura el Gobierno de su cómplice Pedro Sánchez. La oposición se ha hartado de preguntar en Moncloa por el listado de periplos que Zapatero ha surcado desde España, su Estado de origen, a Venezuela, su Estado de adopción.

Dice el Gobierno no saber nada al respecto, pero se contradice de forma tan estúpida como canalla, porque al tiempo sí admite que Zapatero, como ex presidente que es, tiene derecho -y así pasa- a recibir elementos que cubran su seguridad. O sea, no sabe cuántas veces ha ido, pero sí reconoce que en todas le ha deparado un paraguas de cobertura. ¡Serán estultos! ¡Serán mentirosos!

Hace años, en ese libro comentado al principio, escribimos esta aproximación a la esencia misma de Zapatero: «…tiene (Zapatero) una visión muy sectaria y muy pueblerina de la existencia, pertenece a esa índole de personas que explican los sucesos en función de cómo le ha ido a él». Ahora añade a él, a su familia y a Maduro, el narcodictador del Caribe.

La mediocridad postrada de la España actual no se entiende sin entender al tiempo qué dos tipos intervienen en ella: el presidente, aún, del Gobierno, y su coleguilla conocido por su enorme indigencia intelectual. Es el costalero de dos psicópatas: Sánchez (lo dicen los especialistas) y Maduro (lo dice el mundo entero).