Opinión

Ya somos los apestados de Occidente

Que los gerifaltes de Podemos son una panda de malnacidos ya lo sabíamos. Siempre están con el mal, se llame Maduro, Daniel Ortega, Raúl Castro, Arnaldo Otegi o sean esos ayatolás iraníes que lapidan mujeres como si no hubiera un mañana y cuelgan a todo aquel que sospechan que es homosexual. Les financió la narcodictadura venezolana y los forró a billetes también la teocracia iraní que asesina a las mujeres que, como la nueva Premio Sájarov, Mahsa Amini, osan quitarse ese velo que simboliza el repugnante sometimiento de la mujer al hombre.

Yolanda Díaz se nos antojó otra historia: es hipereducada, doy fe, aparentemente respetuosa con el adversario político y me consta que siempre alzó la voz contra los linchamientos a periodistas. Lo sé mejor que nadie porque yo era la bestia negra del pájaro descoletado y, consecuentemente, la gran pieza a batir. Por eso no dejo de alucinar con la reacción de Sumar a los ataques terroristas de Hamás del 7 de octubre contra el pueblo elegido.

Que Pablo Iglesias no está muy disgustado que digamos con lo acontecido en los kibutz y en el festival de música electrónica lo presupongo. Lo que nunca imaginé es que la mucho más gauche divine que representa la vicepresidenta segunda del Gobierno se pusiera en primera posición de saludo con los terroristas de Hamás, con gentuza que asesina compulsivamente, degüella bebés, viola mujeres y mantiene secuestrada en condiciones infrahumanas a gente inocente.

Este desvarío empezamos a explicárnoslo cuando vimos publicada en OKDIARIO la foto de la entusiasta y sonriente visita que el eurodiputado de Sumar Manu Pineda hizo en 2013 a Ismail Haniye, el capo di tutti capi de la organización terrorista que asesina israelíes pero también gazatíes para luego culpar a los israelíes, como sucedió con el bombardeo del hospital de Gaza.

Nos han quedado pocas dudas del nivel de maldad de Sumar, al mismo nivel que el de los duros de Podemos

El jueves nos quedaron pocas dudas del nivel de maldad de Sumar, ya al mismo nivel que el de los duros de Podemos, cuando leímos estupefactos que se han negado a secundar la condena del Europarlamento a Hamás. Lo he dicho una docena de veces desde el inicio de esta crisis y lo repetiré diez docenas más: cuando el bien y el mal están tan claros, la equidistancia resulta sinónimo irrefutable de alineamiento con el mal. Que no nos vengan con cuentos chinos ni insulten a nuestra inteligencia. Por cierto: si tanto le mola Hamás a Yolanda Díaz que se vaya a pasar una temporadita allí y compruebe lo feministas que son sus colegas gazatíes. Una mujer no puede viajar ni trabajar sin la anuencia del marido, ir cubierta por la calle no es una opción sino una obligación y la poligamia es moneda de uso corriente. Todo muy progre. O a lo mejor lo moderno es eso y yo estoy equivocado.

Y, entre tanta frivolidad no exenta de maldad, mucha maldad, maldad en cantidades industriales, está un Pedro Sánchez, que los días pares condena el Pearl Harbor hebreo y los impares calla o entra de hoz y coz en esa dialéctica de pedir proporcionalidad a Israel que no deja de ser una forma elegante de situarse del lado del mal. Máxime cuando, hasta el momento, la respuesta de las Fuerzas Armadas israelíes ha sido relativamente moderada.

No está de más recordar a nuestro presidente que el Estado judío es una democracia, que el primer ministro, Bibi Netanyahu, está procesado por corrupción —algo que sería impensable en España— y que si no llega a ser por esta crisis estaría de patitas en la calle por intentar asaltar el poder judicial y camino de la cárcel al perder la inviolabilidad que le otorga el cargo. ¿Te suena, Pedrito? Moraleja: Israel es una democracia fuerte, con contrapesos, y en consecuencia, cualquier exceso militar o violación de los derechos humanos es profundamente investigado y severamente castigado.

El ridículo que estamos protagonizando ante nuestros socios de la UE y nuestros aliados de la OTAN es de los que hacen época. Todos a una, como en Fuenteovejuna, están situándose del lado de Israel. Por varias razones a cual más perogrullesca: son las víctimas, es una democracia, Gaza está controlada por una dictadura islamista de facto y, sobre todo y por encima de todo, porque hoy les ha tocado a ellos pero mañana nos puede ocurrir a nosotros. A nadie se le escapa que lo de la globalización también ha calado entre el islamofascismo.

A los españoles no nos van a descubrir precisamente que la unidad contra el terrorismo es clave para derrotarlo, a contrario sensu, la división es el camino más corto para la victoria de los pistoleros. Lo comprobamos cuando derrotamos a ETA gracias, entre otras cosas, a ese Pacto por las Libertades y el Terrorismo suscrito por Aznar y Zapatero, y 20 años después certificamos que el cisma entre los demócratas está sirviendo únicamente para fortalecer a un terrorista como Arnaldo Otegi que va camino de convertirse en el próximo lehendakari vasco.

Desairar a Israel constituye un suicidio económico porque los judíos controlan gran parte del sistema financiero mundial

Las cancillerías occidentales flipan con el indisimulado respaldo de los comunistas del Gobierno de España a los terroristas de Hamás. Y lo que opina Israel no se lo voy a desvelar a todos ustedes porque lo leyeron en el comunicado sin pelos en la lengua que hizo público la Embajada en Madrid: “Hay miembros del Ejecutivo español que se están alineando con el terrorismo tipo Isis [en obvia referencia a Hamás]”. Lo que todos sabíamos pero muy pocos nos atrevíamos a decir.

Desairar a Israel constituye un suicidio económico. Específicamente porque es una potencia de primer orden en biotecnología, ciberseguridad y un sinfín de sectores y genéricamente porque, como es público y notorio, los judíos controlan gran parte del sistema financiero mundial. Judíos son los Rothschild, judíos son los gestores del más potente banco de inversión, Goldman Sachs, judío es igualmente su CEO, Mark Solomon, judío es también el tipo más influyente de Wall Street y CEO de Blackstone, Stephen Schwartzman, y judío es el propio Mark Zuckerberg. Vamos, que encabronar a los dueños del parné en el planeta es del género más tonto que pueda haber. En ésas anda nuestro Gobierno.

Que no hablo a tontas ni a locas lo demuestran esas cuentas que no son cuentos: la renta per cápita de Israel es de 55.000 dólares anuales, casi el doble de los 30.000 de España.Y en el caso concreto de Pedro Sánchez es tocar los pelendengues a quien inventó ese Pegasus que lo tiene pillado por servicios secretos marroquíes interpuestos. El Gobierno de Jerusalén puede cepillarse civilmente a Sánchez en menos de lo que canta un gallo: le bastaría con hacer públicos los mensajes, los correos y las fotos extraídas del móvil del personaje. Teniendo en cuenta su nivel de amoralidad, ahí debe haber petróleo y del bueno.

El careto de Pedro Sánchez era todo un poema el martes pasado tras la celebración del Consejo Europeo extraordinario. Le debió leer la cartilla todo dios. Por eso se esforzó en mostrar la cara A del disco. Lo primero que hizo el hombre que va a seguir siendo presidente por obra y gracia de Carles Puigdemont fue defender la legitimidad de Israel para actuar en defensa propia. Eso sí, dentro de los límites del “Derecho Internacional humanitario”, un concepto chorra de la retroprogresía mundial porque lo único que existe es el Derecho Internacional a secas, pero bueno.

Las medias tintas son física y metafísicamente imposibles, algo que no terminan de entender aún en Moncloa

Prosiguió con “una condena rotunda a los ataques de Hamás” y puntualizando que “la Unión Europea comparte una posición clara y común sobre Hamás”. Por si las moscas. Pero no cuela. Así como en el fútbol es imposible ser a la vez del Barcelona y del Madrid, en el cine de Almodóvar y de Garci, en la F-1 de Sainz y Verstappen y en lo filosófico liberal y comunista, en la política internacional o se está con Israel o se está con Hamás, con la democracia o con el islamofascismo, con la libertad o con la sharía. Las medias tintas son física y metafísicamente imposibles. Algo que no terminan de entender aún en Moncloa. O tal vez es que debe ser cierto aquello de que en los gobiernos de coalición mandan las minorías que eligió una misérrima parte del electorado.

La Presidencia de turno de la UE está pasando con más pena que gloria, entre otras razones, porque desde que a Zapatero le diera por no levantarse al paso de la bandera estadounidense en un desfile militar y retirar las tropas de Irak sin aviso previo a la Casa Blanca pintamos entre cero y nada en el concierto internacional. Los barandas del mundo nos la juraron y 19 años después seguimos pasando las consecuencias de aquellos estúpidos desaires. Tampoco es ajeno a este desastre el hecho de que en el Ejecutivo español hay indisimulados comunistas como Yolanda Díaz y esas Montero y Belarra que hicieron con Rusia en la invasión de Ucrania lo mismo que ahora con Hamás y los ataques terroristas: jalearles.

Al marido de la marroquí Begoña Gómez se le ve cada día más su cantoso plumero. En Israel se han plantado ya para mostrar su solidaridad la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, la número 1 de la Eurocámara, Roberta Metsola, el premier británico, Rishi Sunak, el canciller socialdemócrata alemán, Olaf Scholz, el jueves se pasó un Joe Biden que para variar parecía no saber muy bien dónde se encontraba, ayer le tocó el turno a Giorgia Meloni y en los próximos días está previsto el aterrizaje de Emmanuel Macron. Nuestro Pedro Sánchez, presidente de la UE, sí se ha reunido con el presidente de paja de la Autoridad Nacional Palestina, el moderado Mahmud Abbas, que no deja de ser una marioneta en manos de los salvajes de Hamás. Que son los barandas de Gaza y Cisjordania. Nuestro presidente ni está ni se le espera en Tel Aviv.

Pedro Sánchez nos ha descendido de la segunda división mundial en la que nos situó Zapatero a la tercera de los Maduro, Kirchner, Obrador, Petro, Boric, Daniel Ortega y demás gentuza. Somos irrelevantes, una suerte de apestados en el concierto internacional. Qué nostalgia de los tiempos de Felipe González, que hablaba de tú a tú al eje franco-alemán de François Mitterand y Helmut Kohl, o de los de José María Aznar, que consiguió que nos hicieran socios de honor de ese eje atlántico que es el que de verdad continúa partiendo el bacalao por muchos BRICS que surjan y por mucho que crezca una China que no deja de ser una terrible tiranía.

La foto de Las Azores debería constituir motivo de orgullo y no de vergüenza. Por primera vez desde que España dejó de ser un imperio en el que no se ponía el sol, mandábamos y mucho en el orbe. La izquierda se echó a la calle, faltaría más, los islamofascistas sembraron de bombas Madrid el 11-M y España echó al PP del poder tres días después en un acto indiscutiblemente masoquista que nos alejó de esos Estados Unidos que nos habían inflado a dólares y nos habían regalado su patio trasero por caminar a su lado. Una goebbelsiana mentira colectiva nos devolvió a la insignificancia internacional. Aznar no nos había metido en ninguna guerra, básicamente, porque llegamos a Irak como fuerzas de interposición cuando el régimen de Sadam se había rendido. Ahora, con Sánchez no es que pintemos poco, es que directamente no existimos. Nos toman a risa, nos desprecian o nos estigmatizan porque nos asocian a lo peor de lo peor. Para pintar algo en el mundo, querido Pedro Sánchez, no basta con ser guapo ni con hacerle ojitos a Ursula von der Leyen. Hay que ser serio y respetable y, además, parecerlo.