Opinión

Una violación que no sólo debe pagar el violador

Y, por fin, pasó lo que tenía que pasar. Pasó lo que cualquier persona con un mínimo de sentido común podía haberse imaginado: el depredador sexual de Inca consumó sus agresiones violando en Sineu a una mujer. Una mujer que pudo además haber perdido la vida, porque fue amenazada con un cuchillo. Una mujer inocente que no debería haber sufrido un trauma que ya la va a marcar para siempre. Una mujer víctima de un violador, pero víctima también de un sistema judicial y penal tercermundista donde lo que prevalece son los derechos humanos de los agresores y de los criminales, no de los agredidos o de la gente inocente.

El marroquí de 24 años llamado Elaid F., detenido en 40 ocasiones por delitos de índole sexual-sí, han leído bien, no hay ninguna errata- por la Guardia Civil y puesto sistemáticamente en libertad por los jueces porque ninguna de sus faltas constituía un delito lo suficientemente grave como para pasarse más allá de unos días en prisión, atacó en octubre a cuatro chicas a la altura de Sineu, pueblo en el que últimamente operaba, después de que ya no pudiera moverse con impunidad por la cercana población de Inca, donde había llevado a cabo la mayor parte de sus asaltos. Pese a la reincidencia, pese a los antecedentes, pese a que el detenido no mostrara en ningún momento la menor intención de arrepentirse -decía que lo único que quería era encontrar novia-, la decisión de la juez fue volver a dejarle en libertad después de ingresarle durante una semana en el Área de Psiquiatría del Hospital de Inca. El resultado: el pasado 31 de octubre, el Día de Halloween, acorraló a una mujer en los alrededores de la estación de tren, le sacó un cuchillo, se la llevó a una zona apartada y la violó.

Elaid F. pasará mañana viernes a disposición judicial y, esta vez sí                      -cualquier otra sentencia provocaría una revuelta popular- ingresará en la cárcel por un periodo prolongado de tiempo. Se le juzgará por una violación, pero no es ni mucho menos el único responsable de la agresión que sufrió la mujer de Sineu. Todos y cada uno de los funcionarios judiciales que le han puesto en libertad sistemáticamente o que han optado tan sólo por simples correctivos deberían responder por sus decisiones. Deberían sentarse en el banquillo y pagar por sus errores. Errores que han llevado a una mujer inocente a ser violada.

Cuesta mucho creer que esta historia pueda ser verdad. Cuesta mucho creer que un individuo pueda seguir en libertad tras acumular más de 40 denuncias por agresión sexual, las tres últimas hace menos de un mes. Cuesta mucho creer que los jueces no hayan podido advertir el peligro que suponía mantener en la calle a un depredador así. Su caso, al igual que el del asesino de Lardero, vuelve a poner en evidencia el sistema judicial español, que no es más que un gigantesco parque de atracciones del que se aprovechan con toda la impunidad del mundo los delincuentes. Por supuesto que llegará un momento en el que la gente de bien se organizará por su cuenta para salvaguardar una justicia que no obtienen en los tribunales. Y ese momento está mucho más cerca de lo que este tipo de jueces progresistas se imaginan