Opinión

Vargas Llosa se enfrentó a la mentira socialista

  • Graciano Palomo
  • Periodista y escritor con más de 40 años de experiencia. Especializado en la Transición y el centro derecha español. Fui jefe de Información Política en la agencia EFE. Escribo sobre política nacional

Hace ya casi más de cinco lustros que, durante un caluroso mes de julio en Andalucía, tuve ocasión de mantener una larga entrevista con Mario Vargas Llosa. Todavía no había sido galardonado con el Premio Nobel pero ya se había convertido en una celebridad mundial a propósito del boom latinoamericano en el mundo de las letras.

Recuerdo como si fuera hoy que me habló de sus primeros y juveniles años como militante izquierdista en Arequipa/Lima y de sus pinitos como periodista. Tras descubrir algunos secretos de Conversaciones en la catedral y relatar sus experiencias como periodista («básicamente, dijo, es lo que soy») pasó a subrayar su tránsito desde la izquierda política al liberalismo.

«Lo mío, querido amigo, es un tránsito de lo que he visto y vivido…». De hecho en Cuba se había instalado, sin posibilidad de retorno democrático, Fidel Castro, y también había vivido y experimentado la «dictadura mexicana».

Para una mente repleta de talento y ambición no hacía falta más. Su diagnóstico acerca de la falta de libertad y libertades dentro de la «política socialista/comunista» (mutación por mutación) se ha podido comprobar al minuto siguiente de anunciarse su muerte. La añeja y fracasada caterva que vive anclada en la melancolía soviética, cubana, venezolana, nicaragüense y mexicana se lanzó en tromba a vituperar la figura del autor de La Fiesta del Chivo y  La Ciudad y los perros.

Desde sus cenizas, don Mario, debe estar oficializando su sonrisa irónica al oír y leer cómo ha sido su despedida por parte de aquellos que no creen y mucho menos ejercen algo básico a lo largo de su existencia: la libertad.