Opinión

La última oportunidad de Puigdemont para joderlo todo

Me voy a poner de entrada en modo irónico: la independencia de Cataluña avanza a pasos agigantados. Ayer firmaron solemnemente en el Palau de la Generalitat el traspaso… del ingreso mínimo vital. En TV3 se apresuraron a venderlo como una gran noticia. Pero evidentemente no es la DUI ni la independencia ni la República catalana.

Además, advirtieron de que en Cataluña hay más de 700.000 personas en riesgo de pobreza. De las que 154.000 reciben la renta mínima de la Generalitat. Y 200.000, el ingreso mínimo vital del Estado

Yo, desde luego, estoy a favor del Estado del Bienestar. Pero la deuda de la Generalitat supera ya los 85.000 millones de euros. Y la deuda pública llegó a ser el 120% del PIB aunque ha bajado un poco.

¿Con semejantes cifras podemos ser un país de acogida? ¿Papeles para todos? ¿Refugees welcome? ¿Menas, bienvenidos? ¿Inmigración sin papeles? Ahí lo dejo.

En algo hemos ganado porque la cumbre del miércoles no tuvo la parafernalia de la de Torra-Sánchez del 2020. Cuando al presidente del Gobierno español lo recibió un destacamento de los Mossos con uniforme de gala y alfombra roja. Llega a ser Barack Obama y le ponen la alfombra hasta Plaza Cataluña.

Aragonès le esperaba en la Plaza Sant Jaume, cortesía institucional obliga, y tampoco hubo guerra de banderas. El presidente catalán ha ocultado la bandera española en su perfil de X. Sin embargo, en la anterior visita, se vio hasta a un funcionario de Palau llevándosela antes de que compareciera ante los medios.

¿Qué incidencia tendrá ahora la visita en la eventual investidura de llla? Cuesta de creer que Sánchez aceptara hacerse la foto con Pere Aragonès -al fin y al cabo le quedan cuatro días- si no contara ya con el apoyo de ERC.

Aunque con los de Esquerra nunca se sabe. Primero porque insisten que la «financiación singular» es condición sine qua non. Segundo, porque con las bases de ERC nunca se sabe. Ya se sabe que las consultas las carga el diablo. Los militantes de a pie, que no tienen cargo oficial, suelen votar lo contrario de lo que pide la dirección. Ni que sea para darse el gustazo.

Tercero, la incógnita Puigdemont. El hombre se las prometía muy felices. Dejó su escaño de eurodiputado, concurrió a las elecciones y anunció solemnemente que estaría en el debate de investidura. No ha vuelto a decirlo porque se arriesga a la detención después de que el Supremo anunciara que la malversación no entraba. En Junts han especulado con un regreso triunfal y un arresto en directo ante las cámaras de TV3.

Sería la última oportunidad para hacer saltar por los aires la investidura de Salvador Illa. ¿Cómo va a votar Esquerra al candidato socialista si el presidente legítimo acaba de ser detenido?

No obstante, tengo la sensación personal de que se lo está pensando. Una cosa es una detención de diez días, como en Alemania, y la otra una estancia en prisión más larga. Puigdemont puede ser muchas cosas, pero, desde luego, no tiene vocación de mártir.
Quizá conviene aclarar finalmente, tanto hablar de financiación, que Cataluña rechazó el concierto en los inicios de la Transición. Esto de recaudar impuestos que lo haga Madrid, que tiene mala fama.

Desde entonces, se han negociado hasta cinco sistemas de financiación. El penúltimo, el del Pacto del Majestic. Y el último en el 2001, con Aznar, ya con mayoría absoluta. El conseller en cap, Artur Mas, lo celebró por todo lo alto. Seguramente por ponerse la medalla.