Tan incapaces como soberbios
A propósito del roadshow que vengo realizando durante las últimas semanas por todo el territorio nacional con ocasión de mi último libro Éxodo y poder, no son pocas las preguntas que formulan al columnista acerca de la diferencia existente entre aquella admirable clase política que protagonizó el milagro de la Transición y la actual.
No se puede despachar la cuestión con trazos gruesos y generalistas. Ni todos los de aquella luminosa época eran unos genios y unos patriotas, ni todos los que actualmente ejercen como profesionales de la política son unos vendepatrias y obtusos.
Escrito lo anterior, sí se puede afirmar con una cierta justeza histórica y en términos generales que casi medio siglo después la diferencia resulta abismal. En primer lugar, aquellos prohombres que se propusieron desembocar en el sistema democrático, la concordia y la reconciliación eran, además de amantes de su nación, personas altamente cualificadas desde el punto de vista académico y técnico, condición que no se compadece que los actuales, salvando todos los ad hominem. Cierto es que establecieron entre todos lograr unos objetivos nacionales, mientras que ahora mismo lo que cuenta es qué hay de lo mío. Aquéllos se ganaban muy bien la vida en la vida profesional y en el sector privado; ahora mismo, una mayoría vive mejor de la política que de sus ocupaciones en la sociedad civil. Por ahí, se pueden entender muchas cosas respecto a lo que ocurre en la España de Pedro Sánchez.
Quisieron construir un país, una nación y un Estado donde pudieran encontrarse a gusto todos; hoy se intentan levantar muros desde el propio Gobierno establecido y en ejercicio.
Aquellos eran generalmente gentes humildes; hoy, los egos resultan inabarcables, especialmente en la cúpula del Poder Ejecutivo de España. Una anécdota real que el escribidor vivió en primera persona sustancia lo anterior.
Cuando, en 1996, el Partido Popular de José María Aznar ganó las elecciones generales por escaso margen de votos y escaños al PSOE de Felipe González y, ante las dificultades de Jordi Pujol para encontrar puntos de acuerdo con Aznar para comenzar la legislatura, el nacionalista catalán se dirigió al histórico líder socialista para volver a entenderse con él. La respuesta del sevillano fue la siguiente:
-Señor Pujol, Aznar ha ganado las elecciones, corresponde a él y a usted entenderse, y a mí estar en la oposición.
Es es la pequeña diferencia…
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