Opinión

Sólo crece Vox

Los fontaneros socialdemócratas de Génova, que tanto aúllan al odio de Feijóo, deben hacer equilibrios retóricos con informes arriolescos para explicar, a quien tan bien paga sus consejos, cómo es posible que, en el peor momento de la historia reciente del PSOE, rodeados de escándalos, corrupción, delitos y enfangado hasta el jardinero de Moncloa, el presidente del partido que aspira a suceder el gobierno siga estancado en intención de voto y sin aupar las ilusiones del votante que implora dimisiones y cambios.

Porque la realidad, interpretada mejor en Moncloa que en Génova, es que aquí, sólo crece Vox. Y no de manera coyuntural, sino sistemática. Y sistémica. Porque empieza a encontrar respaldo en un tipo de votante que hasta ahora no se planteaba acudir a la urna o que, si un día acudió, fue para no repetir elección. Un voto que se ha constituido anti bipartidista y que, entre la chavalería cansada de doctrina woke, empieza a ser contestatario y reacio a comprar los mantras caducos del despotismo iletrado que la izquierda inculca en la población: jóvenes sin vivienda, ni trabajo, ni perspectivas que entienden que el feminismo degenerado y vicioso, la inmigración fomentada como negocio y el sistema que perpetua desmanes y saqueos, perjudica su futuro más inmediato. Y empiezan a actuar en consecuencia. Demandan nuevos liderazgos, soluciones valientes y discursos sin complejos, justo lo que no existe en la alternativa liberal conservadora actual, salvo honrosas y señaladas excepciones que todos conocemos.

Si VOX, que ronda los sesenta escaños, no está aún más arriba en intención de voto, se explica en parte por la omertá informativa establecida en torno a sus figuras e ideario, cierta torpeza política a la hora de encarar e imponer asuntos aterrizados y reales en la agenda social y el miedo educado por años de propaganda goebbelsiana de la izquierda, por sus medios y colectivos, quizá el freno más determinante que impide observar en la formación de Abascal un trasunto español de lo que está ocurriendo en media Europa. Pero no ver por dónde palpita el nuevo electorado que decide elecciones y circula el sentimiento de hastío, hartazgo e indignación de la población en su conjunto es perpetuar la ceguera que tanto gusta al statu quo del poder.

El próximo congreso del PP debería constituir una buena oportunidad para que la ponencia política que determinará el ideario de la formación popular en los próximos años abandoné el tacticismo y la estrategia de captación incomprensible al nunca seducible votante del PSOE, y se dirija a representar las necesidades de su militancia y las exigencias de la sociedad civil, que reclama levantamiento de alfombras, reforma del sistema político y electoral y contundencia ante los problema reales que sufre quienes vienen a sustituir al votante cautivo de toda la vida. Si de dicho congreso no sale un debate profundo sobre las ideas a derribar que el socialismo ha establecido durante décadas y sólo sirve de confirmación de la estrategia antes mentada, estaremos ante la enésima pérdida de oportunidad, y decepción, que el PP tenga con España.

El discurso que el contexto impone hace tiempo que ha virado, y ahora, trata de inmigración y delincuencia importada, de vivienda imposible y el Gobierno como problema, de impuestos que asfixian y sueldos que no llegan, de políticos que roban y saquean y contribuyentes que mantienen un sistema improductivo y estanco. Y, sobre todo, de burócratas sin fundamento que sólo estorban frente a ciudadanos que desean prosperar y desarrollar el tipo de vida que han elegido sin paternalismos, imposiciones o esclavitud dependiente. De más vividores del Estado o más contribuyentes libres sosteniéndolo para las cosas importante. Esto siempre ha ido de libertad o socialismo, se disfrace una u otra de causas buenistas y máscaras socialdemócratas.

Por eso, en la Europa que desafía a Bruselas, los aires van por otro camino y en España sólo crece Vox, para satisfacción del argumentario sanchista-golpista y tristeza de los fontaneros áulicos que susurran a los caballos de un coche que sigue sin arrancar. Pero ese crecimiento sigue siendo insuficiente si la entente cordiale que necesita la derecha liberal y conservadora no fructifica por los complejos de unos y los gritos de otros. Todavía somos muchos en España que tenemos claro a quién no hay que votar, pero en el lado contrario, las dudas siguen superando a las certezas.