Opinión

Silicon Valley se rinde a Trump

Silicon Valley ha caído. Los mismos titanes tecnológicos que trataron a Donald Trump como un bárbaro ignorante ahora hacen cola para estrechar su mano. Jeff Bezos, el mismo que controla el Washington Post como un juguete ideológico, Sundar Pichai de Alphabet y Mark Zuckerberg de Meta han protagonizado una procesión en los últimos días por la mansión del presidente entrante en Florida que huele más a rendición que a pragmatismo. Es la imagen de una élite que, tras años de censura digital y monopolio ideológico, reconoce que el viento político está cambiando y que el huracán Trump podría llevárselos por delante.

Es casi cómico recordar cómo, hace apenas dos años, Facebook cerró la cuenta de Trump tras el episodio del Capitolio, justificándolo como una “medida para proteger la democracia”. Zuckerberg, que entonces pontificaba sobre la responsabilidad moral de su plataforma, ahora no solo le abre las puertas de su oficina, sino que anuncia, junto con Bezos, una donación de un millón de dólares cada uno para la investidura de Trump en enero. Sí, han leído bien: aquellos que quisieron silenciarlo ahora financian su regreso al poder, en un giro que refleja tanto pragmatismo como desesperación.

¿Qué pasó con el Trump caricaturizado? El hombre del que se reían por las Coca Colas que bebía al día, su bronceado artificial o su afición por el fast food. Ahora, tras cuatro años de aguantar al decrépito Joe Biden, incapaz de terminar una frase sin tropezarse con sus propias palabras, Trump ya no parece tan gracioso. Para Silicon Valley y las fuerzas progres que lo sustentan, ha dejado de ser una figura folclórica para convertirse en una fuerza política que no pueden ignorar.

El caso más sangrante es el de Bezos, cuya sombra sobre The Washington Post ha sido fundamental para pintar a Trump como el gran villano. Bezos, tan progresista en su mansión de varios millones y sus políticas de explotación laboral en Amazon, ahora tiene que sentarse con el hombre que podría desenmascarar la agenda de los medios. Porque no nos engañemos: lo que viene después de las tecnológicas son los medios tradicionales. CNN, The New York Times y compañía, todos ellos pilares del progresismo, ahora buscan sobrevivir en un mundo donde Trump ha vuelto con fuerza, y no sería extraño verlos en una nueva ronda de reconciliaciones.

No es casualidad que este acercamiento llegue en un momento crítico. La censura de plataformas como X (antes de la llegada de Musk) y Facebook, la manipulación de algoritmos de Google para favorecer narrativas afines progres, y los ataques coordinados desde medios como CNN o el Post contra todo lo que huela a conservador, han alienado a millones de estadounidenses. Ahora, ante la inminencia de la llegada de Trump, estas empresas están dispuestas a pactar con el hombre que juraron destruir.

El mensaje de estas reuniones es claro: Silicon Valley ha reconocido que Trump no solo es relevante, sino que tiene el potencial de redefinir el panorama político y mediático. La pregunta es: ¿permitirá Trump que este acercamiento sea una simple maniobra para proteger sus intereses? ¿O aprovechará la oportunidad para devolver el equilibrio al debate público, desmontando la tiranía mediática y tecnológica que tanto daño ha hecho a la democracia occidental?

Una cosa es segura: la era de reírse de Trump por sus manías ha terminado. Ahora son ellos, los gigantes de Silicon Valley y los medios, quienes están temblando. Porque el hombre que despreciaron como un payaso podría ser el que acabe destruyendo su monopolio. Y no hay nada más irónico que ver a los reyes del progresismo rogando por el favor del hombre que juraron derrocar.

Lo que está en juego no es solo la imagen de Trump o la supervivencia de estas empresas. Es el poder absoluto que durante años ejercieron para controlar lo que pensamos, vemos y consumimos. Trump, odiado y ridiculizado por estas élites, ahora se erige como la figura capaz de desenmascararlas. Si George Soros aparece algún día en Mar-a-Lago, será el símbolo perfecto del cambio de era que está por llegar. Silicon Valley no se rinde por convicción, sino porque ya no tiene opción.