Opinión

Y si lo de Boris Johnson pasara con Sánchez

Si cualquiera de ustedes preguntara a su entorno por las razones de la dimisión de Boris Johnson, seguramente se encontrarían con rostros de sorpresa o dubitativos de personas incapaces de dar respuesta a su interrogante. Y esa es la verdadera cuestión. Johnson ha acabado dimitiendo por una conjunción de factores que sumados no hubieran valido nada por sí mismos si no hubiera sido por el amotinamiento que sufrió en la última semana desde las filas de su gobierno.

Más allá de eso sólo hubo ruido en las terminales progres británicas apoyadas por la misma red de medios izquierdistas del mundo. Manifestaciones en la calle pidiendo su dimisión o sedes del partido conservador cercadas no hubo. Y si su popularidad estaba por los suelos ese era un hecho al que no escapaban otro líderes internacionales desde Biden a Macron, pasando por el propio Sánchez.

Es verdad que las fiestas de Johnson durante la pandemia fueron un error, pero si nos ponemos a revisar errores en otros gobiernos como el español, la verdad es que debería haber pasado mucho tiempo desde la exigencia de dimisión a Pedro Sánchez.

Es indignante ver como las terminales mediáticas del sanchismo han dedicado innumerables editoriales para denigrar la gestión de Boris Johnson, a la par que a través de su propia ley del embudo no sólo justifican, sino que aplauden las desastrosas políticas del gobierno español.

Esa es una de la grandes diferencias entre derecha e izquierda. Los gobiernos de derechas se asientan sobre el cumplimiento estricto de unos principios y valores, mientras que los gobiernos de izquierda basan su existencia en su propia supervivencia. Faltan dedos para contabilizar los casos de dirigentes políticos de derechas que se han apartado de la primera línea porque una tormenta perfecta había estallado sobre sus cabezas, mientras que uno es incapaz de encontrar ejemplos en el caso contrario.

¿Qué políticos de izquierda han dimitido en los últimos años? Y ese es uno de los graves errores de la derecha, que cediendo a las presiones de la izquierda sólo alimentan las sombras de sospecha aunque estén basadas en meros infundios o bulos que luego quedan en nada.

Pero volviendo al caso de Pedro Sánchez y su gobierno a nadie se le escapa que estamos ante un gobierno fracasado y colapsado. La opacidad y la mentira es lo único que funciona, con un presidente que es incapaz de dar la cara, incapaz de comparecer ante nadie salvo ante sus amigachos situados en sus terminales mediáticas, ni una sola medida para aplacar el terremoto energético, ni para la crisis que se nos avecina a partir de otoño y contra la que los países de la UE ya han reaccionado. Estamos a un paso del colapso y a Sánchez cada vez más se le está poniendo cara de Zapatero.

Ha llevado a España a la peor situación económica de Europa, con la cesta de la compra más alta en 40 años, precios de la luz por las nubes y el de los combustibles al alcance de unos pocos. No solo ha fracasado agravando la crisis, sino que ha dividido a los españoles y enfrentado a la sociedad generando problemas donde no los había.

Ha metido a golpistas, chavistas, y batasunos en el Gobierno. Ha indultado a delincuentes y ha perseguido al Rey. Ha blanqueado a Otegi, a Junqueras y ha vilipendiado a Feijóo, Abascal y a todos los españoles que les apoyan. Ha preferido un pacto con Batasuna antes que con la oposición. Ha tenido gestos inimaginables con ETA y sus amigos, pero casi ninguno con las víctimas. Ha resucitado a Franco y ahora a José Antonio, mientras se empeña en enterrar la transición.

Su deriva autoritaria le ha llevado a conculcar nuestros derechos fundamentales con dos estados de alarma ilegales, asaltar el poder judicial, Radiotelevisión Española, el CIS, el INE y dentro de poco hasta el Instituto Nacional de Meteorología para anunciar sólo tormentas en los territorios donde gobierna la derecha.

Sánchez se irá próximamente de vacaciones en el Falcon, mientras volverá a declarar secreto oficial sus juergas que ahí celebra. El día que conozcamos lo que pasa en el avión presidencial, que pagamos todos nosotros, posiblemente descubramos que las fiestas de Boris Johnson eran una broma al lado de las de Pedro Sánchez.