Un servidor público, un hombre de Estado
Un jurista brillante, intelectualmente admirable, que extrajo como pocos la esencia del Derecho y de la Historia, la mezcló con la criminología y la enriqueció con la especialidad penal, mostrándose siempre como un esgrimista jurídico difícilmente superable.
Un segoviano de Madrid, o un madrileño de Segovia, qué más da, pero llevaba Segovia en su cabeza, la sentía en el alma y la vivía con todo el sentimiento, el calor y la potencia que esas tierras transmiten a quienes acogen.
Un hombre de Estado, que defendió la ley y la poderosa fuerza de las normas hasta sus últimas consecuencias, sabiendo que en esa defensa estaba también la protección de los bienes más valiosos del ser humano: nuestra libertad y los derechos fundamentales que nos asisten como individuos, sencillamente por ser personas.
Un hombre consciente del enorme tesoro que tenemos como españoles, nuestra Constitución, y que luchó por protegerla desde la razón, la ley y el sentido común, porque solo desde la inteligencia y la sensatez se sabe que una sociedad no puede dilapidar lo que con tanto esfuerzo costó conquistar: nuestra convivencia y una democracia estable, fuerte y solidaria.
Un humanista por encima de todo. Que quiso ser fiscal, se preparó y fue número uno de su promoción. Que quiso ser abogado, ejerció, fue letrado de la Red Nacional de Ferrocarriles, pero sucumbió a la llamada de la judicatura. Y la conoció bien, hasta sus últimos rincones, desde el Decanato de los Juzgados de Madrid hasta el Tribunal Supremo, pasando por el Tribunal Superior de Justicia de Madrid o la Audiencia Provincial de Madrid. Pero añorando siempre su vocación docente, la que desarrolló durante diez años como profesor asociado de Derecho Penal en la Universidad Autónoma de Madrid. Hace poco publicó su tesis y culminó una gran ilusión: ser doctor en Derecho. Siempre profesor, siempre ilustrando, siempre un alumno más, siempre añorando las aulas. Lo que siempre quiso, enseñar.
Un servidor público de primer orden: comprometido, valiente, justo, responsable, fiel a los principios que sostienen la función pública española que tanta confianza proporcionan y tanta seguridad transmiten: proteger el interés general y el bien común de los ciudadanos.
Un compañero leal, cercano, socarrón, educado y gran conversador. Un ejemplo de independencia. Con un corazón enorme, pero de una fortaleza y con una tenacidad indoblegable ante las adversidades. De los que saben hacer equipo, de los que defienden a sus equipos y de los que se enorgullecen de ellos. Un atlético de alma, corazón y vida.
Ayer nos dejó José Manuel Maza. Un gran fiscal general del Estado. Un gran hombre. Una gran persona. Hasta siempre, José Manuel.
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