Ser trans y ser “enfermo crónico”
Aunque no lo vi este pasado miércoles 19, he recuperado en YouTube un encuentro organizado por la sectorial de igualdad de la Agencia Efe. En el debate participaban la candidata de Vox al Congreso, María Ruiz, la portavoz del PP en el Senado en materia de igualdad, Patricia Rodríguez, Andrea Fernández, secretaria de Igualdad del PSOE y la responsable de Feminismos y LGTBI de Sumar, Elizabeth Duval.
Elisabeth Duval es una persona de 22 años que fue una las primeras (eso afirma ella misma) en España en acceder a un tratamiento con bloqueadores hormonales. Siendo un adolescente de 14 años quería comenzar el tratamiento hormonal «lo antes posible», pero a esa edad aún no podía legalmente hacerlo. Su miedo era pasar a la pubertad y empezar un proceso de masculinización que fuera irreversible. Los bloqueadores le sirvieron para detener el desarrollo hasta los 16 años, cuando la ley le permitía el tratamiento con estrógenos. Fue la época en la que se entregó a la lectura de teorías de identidad de género, escritas mayoritariamente por mujeres, algunas de ellas trans (hombres biológicos). También se interesó por la política en general, con tres grandes referencias: Marx, Rousseau y Judith Butler. Butler es una profesora americana que se considera «no binaria» y publica en el campo del feminismo, la filosofía política y la ética.
De ideas absolutamente demenciales, ha sido una de las teóricas fundacionales de la teoría queer. Duval ya ha producido un par de libros. Uno de ellos, Después de lo trans: sexo y género entre la izquierda y lo identitario.
En este polémico debate, la portavoz de Vox avanzó que, si gobernaban, su formación derogaría la Ley Trans afirmando que «ha habido un aumento enorme de niños muy pequeños con procesos de transición». También expresó su preocupación por el futuro de esos niños y menores que podrían «convertirse en enfermos crónicos de por vida». No lo dejó pasar la portavoz de Sumar que le preguntó si la consideraba a ella una enferma crónica por ser una «mujer trans.» Con buen tino, Ruiz respondió: «No lo sé porque desconozco su realidad personal», y que si tenía que «medicarse constantemente, igual sí».
No podría estar más de acuerdo en esta cuestión con la representante de Vox. Es de lamentar que los partidos más centrados (como sería el PP y ese PSOE «bueno» que seguramente sólo está en la imaginación de algunos, especialmente, por lo visto, en la del PP) no se atrevan a hablar claro sobre un problema que se sustenta en una fantasía anticientífica que no se supo combatir a tiempo, seguramente por considerarlo algo muy minoritario y marginal. Me refiero a que ser varón o hembra no depende ni de los sentimientos ni de la voluntad de nadie: es algo que está inscrito en todas las células de nuestro cuerpo. Y, salvo en escasísimos y muy concretos casos, no existe ninguna duda sobre el sexo que se le puede atribuir a nadie. Efectivamente: en este planeta el sexo es una variable discreta y no continua. No es posible considerar el sexo como un espectro donde del naranja al amarillo hay un color intermedio. Quizá de tanta bandera «arco iris» se le haya ido a alguien el santo al cielo.
Estamos en una tesitura en la que quienes consideramos primordial y obligatorio atenerse a la realidad científica en todos los debates sociales nos encontramos con que en un tema tan candente como la locura trans sólo Vox habla con sinceridad y sensatez. Si no empiezan a coger este tema por los cuernos, y a temer menos que les tachen de «fachas», los partidos que se creen del «centroliberal» nos van a dar vergüenza. Porque, sí, medicarse de por vida (y ya no hablemos de la construcción de un aparato sexual fake donde no existe) es algo muy negativo para la salud de tantos crédulos como están apareciendo.
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