Opinión

Sanchismo puro: Puigdemont, Otegi, Ábalos, Koldo y el chalet

La degradación de la política como consecuencia de tener en la Moncloa a una persona cuyos principios se limitan a permanecer allí al precio que sea -siempre que no lo pague él, por supuesto-, está llegando a unos niveles que con el tiempo, y cuando desaparezca el «síndrome de la rana» en el que está sumida una parte no menor de los españoles, se percibirá en su dramática dimensión.

No hay día que pase sin conocer alguna novedad de esos concéntricos círculos de corrupción política que rodean su entorno, sean de su gobierno, de «su partido» o de su familia. A la distancia de dos meses ya se puede acreditar que aquel lapsus de 5 días de reflexión no tenía otra finalidad que procurar que la tormenta amainara en torno a la investigación judicial a su mujer desviando la atención con su carta a la ciudadanía, y preparando la estrategia del «lodazal, el bulo, y el fango».

A día de hoy no ha habido ninguna aclaración al respecto ni en sede parlamentaria ni en la prensa, limitándose a reiterar que todo son bulos y fango para manchar su honorabilidad y que dimita. Y señalando a los jueces y los medios como los responsables de esa campaña, para lo que anuncia unas leyes que lo impidan. Es populismo en estado puro, algo que, teniendo en cuenta la composición de su «gobierno», es coherente con el «bloque político de la moción de censura» ahormado por Pablo Iglesias para llevarle a la Moncloa con la insignificante cifra de 84 diputados. Ese bloque compuesto de comunistas, populistas, separatistas y sucesores políticos de ETA, está actualmente al frente de los destinos de España, con el común denominador entre ellos de querer destruir su reputación o su unidad, o ambas cosas a la vez, y a decir verdad lo están intentando.

La polarización es consustancial a la estrategia de los Frentes Populares impulsados por la internacional comunista desde 1935 para «hacer frente al fascismo». En España se formó el primero en 1935, como coalición de izquierdistas republicanos, socialistas y comunistas, y la memoria histórica de 1936 había vetado su repetición desde la aprobación de la Constitución de 1978.

Con Sánchez han vuelto a la escena política, y los frutos ya se están viendo, con sus megagobiernos de hasta 22 ministros y 4 vicepresidencias, porque ya es sabido que para ellos el dinero público «no es de nadie», aunque a ellos no parece que deba lloverles del cielo. Con el añadido de que en la práctica no es una coalición, sino una mera yuxtaposición entre sus miembros, los de disciplina socialista y los de la Suma 0 ex Yolandista-comunista, que se hacen oposición entre ellos cuando les conviene.

La consecuencia inevitable en la unidad nacional la está padeciendo España con epicentro en Cataluña, donde hasta en los actos deportivos se ofende a sus símbolos, como este domingo al comenzar la F1 en Montmeló y la retransmisión de TV3 no paraba de hablar mientras se interpretaba el Himno nacional, y guardaba un respetuoso silencio ante la interpretación dels Segadors.

Son los socios entrañables de Sánchez quienes actúan un día sí y otro también de esa manera, cuando la ocasión se les presenta. «No ofende quien quiere, sino quien puede», pero es una cadena pública pagada por todos y dirigida por quienes siembran la semilla de la discordia para alimentar sus deseos de ruptura con España. No es una anécdota, sino una realidad de la lamentable situación a la que ha llevado Cataluña el amnistiador del procés, pidiéndoles perdón por su ejecutoria, como afirma el ultraderechista Felipe González, quien califica de «infecta» esa amnistía.

Mientras, Puigdemont aguarda a que ERC, partida en dos, mueva pieza en el tablero catalán, la legislatura está virtualmente paralizada. La distracción es el lodazal del caso Koldo y el chalet, su último descubrimiento. Con el Rey de visita oficial en las repúblicas bálticas como Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas y del Estado, la entusiasta sanchista y ministra del ramo Margarita Robles, debía tener ocupaciones más importantes que no constan en su agenda pública, y no le acompaña como ministra de Jornada. Se ha enterado tarde de la visita, y se incorpora el último día. Así está España.