Sánchez fracasa en su intento de que la OTAN blinde Ceuta y Melilla
La situación es la que sigue: el Gobierno tenía como objetivo que la cumbre de la OTAN hiciera una mención expresa a Ceuta y Melilla, ciudades autónomas que forman parte de España, pero que no encajan literalmente en lo que se establece en el artículo 5 de la Alianza: «Las partes convienen en que un ataque armado contra una o contra varias de ellas, acaecido en Europa o en América del Norte, se considerará como un ataque dirigido contra ellas». En su literalidad, al estar Ceuta y Melilla en suelo africano, quedarían fuera del paraguas defensivo de la OTAN, si bien, como ha afirmado la ministra de Defensa, Margarita Robles, «en el nuevo concepto estratégico se habla de la protección de la integridad territorial de cada uno de los Estados». Es cierto, pero no lo es menos que quien reivindica, sin ningún derecho histórico, la soberanía de las dos plazas españolas es Marruecos, socio preferente de Estados Unidos. De ahí que el Gobierno hubiera deseado que en la cumbre de la OTAN quedara claro que su implicación en la defensa de lo que se conoce como el flanco sur del continente europeo, que no coincide con la frontera sur de la Península ibérica, sino con el norte de África, englobara a las ciudades autónomas de Melilla y Ceuta, que forman pare de España desde el siglo XV y XVI respectivamente.
Pedro Sánchez no ha logrado su propósito de que la OTAN haga esa mención expresa, como tampoco ha logrado que Marruecos, pese al giro del presidente del Gobierno en relación con el asunto del Sáhara, se comprometiera por escrito a respetar la integridad de las dos plazas españolas. En suma, que firmado no hay nada y todo se deja a la buena voluntad de las partes. Y la buena voluntad, cuando en el panorama internacional hay tantos intereses cruzados, son palabras que se las lleva el viento. Es decir, Sánchez le ha otorgado a Marruecos una baza sin contrapartidas y no ha logrado de la OTAN que incluyera formalmente a Ceuta y Melilla dentro de su nuevo concepto estratégico de integridad territorial de los Estados. Crucemos los dedos.
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