Opinión

Rufián huele a cadáver

Los mejores tiempos de Gabriel Rufián han pasado, y ya huele a cadáver político. En Esquerra Republicana (ERC) son legión los que le quieren pasar a cuchillo, dado que le consideran demasiado españolazo y un diputado más podemita o sumandero que separatista. En el actual contexto de lucha interna dentro de ERC, ha tenido que hacer de agradaor para contentar a sus señoritos separatistas y suavizar las críticas que recibe, de ahí que haya atacado de manera salvaje, desde la tribuna del Congreso, a la selección nacional de fútbol masculino.

En la Cataluña secesionista ha escocido mucho que las calles de las principales ciudades se hayan llenado de banderas rojigualdas tras el triunfo en la Eurocopa. En la Badalona de Xavier García Albiol se concentraron más de treinta mil catalanes para seguir el encuentro en una pantalla gigante. Y fueron legión los que lo hicieron en un sinfín de poblaciones, como en el Castelldefels de Manu Reyes. De ahí que Rufián haya querido subir su popularidad entre sus señoritos llamando «fachas» a Rodrigo Hernández y Álvaro Morata por sus gritos desenfadados de «¡Gibraltar español!» durante la fiesta celebrada en Cibeles. El falso mantra del «españolismo rancio» vende mucho entre el separatismo supremacista que predomina en ERC.

Los nervios de Rufián explican también la inmensa chorrada que soltó sobre la victoria de España en dicho torneo. Cuando dijo que «catalanes y vascos» crearon el juego y marcaron los goles de España y el resto de españoles se «aprovecharon una vez más» lo que quería decir es «por favor, Marta Rovira, no me quites el escaño, que no he trabajado en mi vida y no quiero acabar en la cola del paro, que nadie me va a pagar jamás la pasta que gano aquí por no dar un palo al agua». Era un mensaje de carácter interno para que, gane quien gane en el Congreso que ERC celebrará en otoño, él pueda seguir siendo una de las voces de esta formación en Madrid. No olvidemos que Rufián está marcado como partidario de Junqueras, y no está nada claro que el ex presidiario de Lledoners vaya a resultar vencedor.

2023 fue un año horrible para Rufián: se le fichó para que ERC aumentara su presencia en el área metropolitana de Barcelona. Le presentaron como candidato a la alcaldía de Santa Coloma de Gramenet y no consiguió que el PSC perdiera la inmensa mayoría absoluta que tenía (los socialistas mantuvieron 17 concejales sobre los 27 del pleno). En las últimas elecciones generales, siendo cabeza de lista al Congreso por Barcelona, ERC pasó en Cataluña de trece a siete diputados. Muchos separatistas consideran que el experimento de Rufián para atraer lo que denominan «voto charnego» no ha funcionado, y que es mejor tener en Madrid una voz del separatismo más ortodoxo, sin impresoras y sin trajes de macarra de discoteca.

De ahí esta salida de tono, y todas las que vendrán. Rufián, que no quería estar más de dieciocho meses en el Congreso porque se iba a proclamar la Cataluña independiente, lleva más de ocho años como diputado. Ha descubierto lo bien que se vive haciendo de «embajador» de una república estelada que nunca llega, y no va a soltar el escaño sin pelear ferozmente. Si Junqueras gana, como fiel escudero suyo que ha sido, seguirá en primera línea. Si Junqueras pierde, intentará seguir siendo un referente del separatismo cañí con ataques a todo lo que huela a España. Y, viendo el nivel que hay en Esquerra, igual le acaba funcionando. A fin de cuentas, lleva ocho años tomando el pelo a los militantes separatistas de Vic o de Manlleu a los que representa en Madrid, cuando Rufián más que secesionista es caradurista.