Opinión

Risto, el recadero de la antiEspaña golpista y podemita

No hace falta ser un adicto a la antaño denominada caja tonta ni tampoco gozar de un coeficiente intelectual de 170 para colegir que un programa de TV lleva camino de seis meses de campaña contra un servidor. Injurias y más injurias. Calumnias y más calumnias. Difamación y más difamación. No hay día en que esa basura no me insulte, denigre o atente contra mi honor con una saña nunca antes vista en España. Al punto que hay semanas en las que el 80% del guión tiene la palabra Eduardo Inda u OKDIARIO escrita en letras mayúsculas. El espacio no podía llevar mejor nombre: Todo es mentira.

Todas las mentiras del conductor del programa, Risto Mejide, tienen un objetivo: venderme como si fuera una reencarnación de Belcebú, Bin Laden y Al Capone juntos. Jamás vi una campaña de incitación al odio tan cantosa y casposa. Al punto que tiene ya efecto bumerán contra ellos. Porque cuando estás prácticamente 150 días seguidos intentando asesinar civilmente a alguien pierdes credibilidad porque en el aire queda un tufo horrible a obsesión, a filia patológica, a persecución, a tirria. Vamos, que cualquier persona con dos dedos de frente es consciente de que hay algo personal y político. Que soy una piedra en el camino de intereses espurios y hay que apartarla como sea. En fin, que ya no cuela.

Cuando atacas a alguien todas las jornadas, la inmensa mayoría de ellas sin venir a cuento, quedas desnudo de credibilidad. Al punto que el programa lleva atascado entre el 3% y el 4% de share desde hace meses. O sea, la nada. Eso sí, a mí cada vez me hacen más famoso, lo cual tampoco está nada mal. Y por las ingentes muestras de solidaridad que recibo por escrito, por teléfono o por la calle está meridianamente claro que el tiro les ha salido por la culata.

Todas las mentiras de Risto Mejide comenzaron en septiembre de 2017 cuando me invitó a su Chéster. El título que puso al programa, La posverdad, me sonó a encerrona. Acudí encantado de la vida aunque provisto en soporte papel de las grandes primicias que he dado solo o acompañado en mi vida: el caso Urdangarin, que descubrí en 2005 porque me invitaron al lugar del crimen y amplificamos en 2011, el caso Pujol, los sobresueldos en Génova 13, la financiación en B del PP, los sms de Rajoy a Bárcenas (“Luis, sé fuerte, hacemos lo que podemos”), el caso Ignacio González, el escándalo Granados, el doble apuñalamiento de la doctora Pinto, el contrato de Neymar que provocó la dimisión de Rosell, Munar, Matas y un sinfín de ellos. Si no llevé los fondos reservados de Bárbara Rey, las confesiones de Corinna sobre las comisiones y las cuentas en el extranjero de Juan Carlos I, el robo de Cifuentes o el exclusivón sobre el casoplón de Iglesias fue porque la grabación se produjo en 2017 y todos ellos salieron a la luz después.

Todas las mentiras de Risto Mejide salieron a colación desde el minuto 1. Me plantificó allí a Tania Sánchez, la concejal que junto con su padre otorgó (junto a sus compañeros del equipo de gobierno municipal de Izquierda Unida) 1,4 millones de euros públicos de Rivas-Vaciamadrid a su hermano. Lo primero que hizo fue imputarme la paternidad de la noticia. Tuve que apostillarle rápidamente: “Hay que venir con los deberes hechos, esa primicia fue de Abc”. Al César lo que es del César. Tras el renuncio, volvió al ataque: “La Justicia demostró que la noticia era falsa”. Y le tuve que matizar: “No, lo que hizo fue no tramitar la querella del PP”. La ahora miembro de Más Madrid se trastabilló cada vez que le cuestioné si su papá y ella habían votado “sí” a la concesión de 1,4 kilazos al hijito/hermanito. No respondió ni una sola vez porque era y es una verdad incontrovertible. Y, mientras tanto, yo desenmascaraba al embustero presentador mostrando a cámara mis grandes primicias.

Todas las mentiras de Risto Mejide continuaron cuando me acusó de haber calumniado a Xavier Trias, el corrupto ex alcalde de Barcelona, el amigo del alma del ex presidiario Javier de la Rosa. “Es falso que tuviera cuentas en Suiza”, me soltó el presentador independentista-podemita. No recuerdo si le mostré los pantallazos de la trama offshore del sujeto en tierras helvéticas (consulten OKDIARIO) o simplemente se lo refuté. Lo cierto es que entre la grabación y la emisión salieron los Papeles de Panamá que volvieron a confirmar documentalmente que el convergente escondía dinero ful en Suiza. La querella que nos metió a Esteban Urreiztieta, Fernando Lázaro y al arriba firmante demostró una denuncia falsa porque la perdió por goleada. Curiosamente, su abogado era el mismo que el de los Pujol y los golpistas: Javier Melero, que ha perdido todas las querellas que me ha interpuesto. La de los patriotas suizos Jordi Pujol Soley, Artur Mas y Xavier Trias y las de Felip Puig y los Mossos. Un 0-5 que se parece a la tunda que le metió en 1974 el gran Johan Cruyff a mi Real Madrid del alma en el Bernabéu.

Todas las mentiras de Risto Mejide se gestaron en su retorcida cabeza cuando me negué a firmar la preceptiva autorización para emitir el programa. Dije “sí” cuando subtituló el pasaje de Trias reconociendo que había mentido y retiró otros epígrafes igualmente falsarios. Al final, vio la luz pero con precisiones que no dejaban en el mejor lugar precisamente a este tipo sin ética ni estética. Me la guardó. Pero es mucho más que algo personal. Es una persecución político-personal en la que se mezclan los intereses de la trama mediática del golpe del 1-O, cuyo baranda es el gran enemigo de España, Jaume Roures, y ese Pablo Iglesias que daría todo lo que tiene por verme muerto civilmente y no sé si físicamente. Por cierto: Roures es coleguita de la empresa que produce Todo es Mentira, Minoría Absoluta, propiedad de otro niño mimado de la golpista TV3: Toni Soler.

Todas las mentiras de Risto Mejide se podrían resumir en esa foto de El Confidencial del 26 de junio de 2017 en casa del magnate del fútbol televisado que fue condenado a pagar 21 millones por la Justicia estadounidense por sobornar a dirigentes de la FIFA a través de sus sociedades en paraísos fiscales. Imágenes de una cena en la que se juntaron los enemigos de España: el bello anfitrión, Pablo Iglesias y un tercer actor cuyo nombre lo dice todo: el capo del 1-O, Oriol Junqueras.

Todas las mentiras de Risto Mejide hacen de correa de transmisión de los deseos de acabar con Eduardo Inda de su jefe en la sombra: Pablo Iglesias. ¡Qué casualidad que la manía patológica de los dos sea vincularme al ex comisario Villarejo! No existen las casualidades, simplemente, es que van de tikitaka. Un José Manuel Villarejo que tan cierto es que era fuente nuestra (y de decenas de periodistas de la SER, El País, El Mundo, La Vanguardia, El Confidencial, El Español, Abc, muchas televisiones y un sinfín de radios) como que no debe estar muy contento conmigo. He de recordar que mi exclusiva sobre el doble apuñalamiento de la dermatóloga Elisa Pinto le ha costado una imputación.

Todas las mentiras y toda la trama de Risto Mejide quedaron definitivamente aclaradas por el detective que me puso para intentar hincarme el diente, el torrentesco Juan de Dios Vargas: “Risto quiere pegarle una hostia definitiva”. El anciano Mortadelo valenciano intentó captar para su abyecta causa a uno de los nuestros, Alejandro Entrambasaguas, de 22 años, y al final fue este reportero que dará mucho que hablar en el futuro el que se lo comió con patatas. Al punto que ‘cantó La Traviata’: “No es sólo Risto, Roures también quiere humillar y pegar una hostia a Inda”. Se unen el hambre de vendetta de un Roures cuyas corruptelas ha destapado el número 1 del periodismo de investigación patrio, nuestro Manuel Cerdán, con las ganas de comerme con patatas de Pablo Iglesias y Junqueras y demás golpistas. Por cierto: seguimos esperando a que la Asociación de la Prensa y los colectivos autodenominados progresistas protesten por las palabras dedicadas a Entrambasaguas en directo. “A este chico le van los maduritos”, soltó una contertulia de Todo es Mentira.

Todas las mentiras de Risto Mejide tienen como objetivo amordazarme y que desaparezca de la vida pública. En resumidas cuentas, asesinarme civilmente. No sé lo que pasaría si esto fuera México o la Colombia de Pablo Escobar. ¿Por qué yo? ¿Por qué OKDIARIO? Pues porque si hay un periodista que se ha destacado como adalid de la causa constitucionalista, de la batalla antiseparatista, de la defensa de la legalidad y el Estado de Derecho, de la limpieza en la vida pública y de la lucha contra los bolivarianos podemitas es este menda y los que le acompañan en esta bella singladura periodística.

Lo de menos es Eduardo Inda persona. Les da igual que sea alto, bajo, guapo, feo, gordo, flaco, simpático o antipático. Lo de más es Eduardo Inda personaje. Represento todo lo que ellos detestan: el constitucionalismo, la unidad de España, el periodismo de investigación, la lucha contra el supremacismo y el racismo catanazi, el liberalismo y el antipodemismo. El uno no soporta que pongamos negro sobre blanco las corruptelas de su grupo Mediapro; el otro sabe que soy su bestia negra, la que le sacó los colores con sus cuentas en Granadinas y con su chaletazo de 1,2 millones comprado por 720.000 euros; y el de más allá quiere acabar con todos los que no comulgamos con el golpismo y acabar con la unidad nacional. Ni más ni menos, ni menos ni más. Las patas de las trolas de Risto miden 5 centímetros. El destino y la Justicia los pondrán en su sitio. A él, que es simplemente el machaca, y a sus jefes.