Un rey honrado no debe tener malas compañías
Felipe VI ha hecho un denodado esfuerzo por situar la monarquía española en el siglo XXI desde que fuera coronado Rey de España el 19 de junio de 2014 tras la abdicación de su padre. Dada la importancia esencial de su figura para proteger la maltrecha unidad del país, resulta fundamental que a su impecable comportamiento le sume también la idoneidad de sus compañías. Ante las voces críticas contra la institución, el ejemplo férreo es la manera de responder y asegurar la perdurabilidad de la misma. Por ello, lo más recomendable sería que el jefe del Estado dejara al margen amistades como la de Javier López Madrid, imputado por la trama Púnica y también por presunto acoso sexual y amenazas a su dermatóloga, Elisa Pinto.
Con el juicio por el caso Urdangarin en curso, donde ha mostrado una loable predisposición al pedir que «la justicia tiene que ser igual para todos los españoles» a pesar de la implicación de su hermana, no parece lo más adecuado que su nombre se asocie a lugares y contextos donde estén incluidos corruptos como Francisco Granados, David Marjaliza o el propio López Madrid. Según la información que les ofrece en exclusiva OKDIARIO, si bien el Rey «sólo» coincidió con éste último en el yate Myriam, es suficiente motivo como para que su reputación pueda verse afectada dado el fin último que tenía esta embarcación, plataforma donde se tejía y destejía la madeja de tramas y acciones que en muchos casos acababan en delito.
Felipe VI y su mujer Letizia Ortiz han de desligarse de este tipo de ambientes y personas para que así la óptima diligencia en su gestión no esté nunca en solfa a causa de acciones pertenecientes a terceros. El Centro Nacional de Inteligencia (CNI) tendrá que estar vigilante a todo aquel que se acerque al Rey ya que son tiempos convulsos que exigen una línea de comportamiento paradigmática. Más, si cabe, cuando la ciudadanía española tiene la sensibilidad a flor de piel por los incontables casos de corrupción que se amontonan sin solución de continuidad. Un Rey joven, y con excelentes antecedentes como él, no debe caer en los errores que cometió su padre. Si algo le pasó factura a Juan Carlos I fue la elección de compañías como Javier de la Rosa o Mario Conde.
Felipe VI ha sabido ofrecer hasta ahora la profesionalidad y el rigor que se le exige a un gran gestor del siglo XXI, trabajando para que la institución que representa vuelva a ser creíble para la mayoría de los españoles dentro de un complejo contexto político y social. Para ello, ha sido sensible con las autonomías pero inflexible a la hora de defender la unidad nacional. Ha fortalecido la imagen de nuestro país en cumbres internacionales con perfecto dominio de las principales lenguas extranjeras y, además, ha destacado por su integridad tanto en el fondo como en las formas. Por eso, con el siguiente paso debe apartar de su entorno a todos aquellos interesados que puedan meterlo en un lío y que busquen, a su espalda, aprovecharse de su buen nombre para desarrollar prácticas ilícitas.
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