Opinión

Y resultó mucho más mentiroso aún de lo que pensábamos

Si pasa a la historia dentro de 14 días, que está por ver, Pedro Sánchez lo hará como el presidente más mentiroso, más embustero, más trolero, más bolero, más bulero, más mendaz, más falso y más falaz que jamás existió. Nunca nadie mintió tanto, menos aún desde magistraturas tan altas. Y, desde luego, nadie lo hizo con tanto desparpajo como él. Como gestor es una calamidad, como hipócrita es un número 1. Que la política es muchas veces el arte de la mentira, especialmente en este posmoderno mundo de la polarización, ya lo sabíamos; lo que ni en el peor de nuestros sueños imaginamos es que tuviéramos un primer ministro que mintiera todos los días, a todas horas y en todos los asuntos.

La prueba de lo que suscribo la estamos teniendo estos días en el tour de entrevistas que está concediendo a toda suerte de radios y televisiones, sólo le faltan Radio Taxi y los indomables Federico y Herrera, que no periódicos. Este pollo no se ha enterado de que quien genera la opinión pública es la opinión publicada, ergo la prensa, es decir, los diarios y muy especialmente los digitales toda vez que el papel impreso ya no existe salvo para envolver el pescado o la fruta o para ponerlo en el suelo cuando estás pintando la casa o cuando se te inunda el cuarto de baño.

Tanto con Pablo Motos, como muy especialmente con la mejor periodista de este país, Ana Rosa, el presidente del Gobierno soltó una parrafada que me dejó patidifuso. A las perentorias preguntas sobre su enfermiza afición a la mentira, el marido de Begoña Gómez respondió con idéntico argumentario:

—Yo no he mentido, simplemente he cambiado de opinión—, terció fumándose un puro y ciscándose en la ética más elemental.

Ni en el peor de nuestros sueños podíamos imaginar a un presidente del Gobierno que mintiera cada día, a todas horas y en todos los asuntos

Lo cual demuestra que este sujeto es mucho más trolero de lo que se nos antojaba y eso que se nos antojaba el más trolero del mundo. Un tipo que miente sobre sus empíricas mentiras es doble, triple o infinitamente más mentiroso de lo que parecía a simple vista. E indiscutiblemente más peligroso por psicopático. Vamos, que niega la mayor con una trola aún mayor, tan grande que provocaría el rubor del mismísimo Pinocho. Porque una cosa es mentir mucho y otra mentir mañana, tarde y noche, por tierra, mar y aire —en el Falcon también tuerce y retuerce la verdad—.

La gran diferencia entre la marioneta que hizo las delicias de nuestra infancia y nuestro todavía presidente es que la primera era ficción y el segundo es pura y triste realidad. Es más, el personaje creado por ese gran florentino que fue Carlo Collodi sirve de alegoría para enseñar a los más pequeños a distinguir entre el bien y el mal. Sánchez miente alterando los más elementales principios democráticos, algo que hace 40 años, en la España de la Transición, le hubiera costado la permanencia en política y que hoy día sale gratis por aquello de una polarización que relega a un segundo plano el papel de la verdad.

Sea como fuere, el gran embuste de Pedro Sánchez va indiscutiblemente ligado a su pecado original, su pacto con Bildu, es decir, con ETA. Ése que le convirtió no sólo en el ser más indigno que ha pisado La Moncloa sino en un presidente ilegítimo, que no ilegal. Claro que legal y moral o ético no son siempre conceptos sinonímicos. Si me llegan a contar hace siquiera seis años que el principal aliado de un Gobierno de España sería Otegi hubiera remitido a mi interlocutor al frenopático de guardia más próximo. He de recordar que el ahora socio de Sánchez fue el número 1 de ETA, según sentenció el Tribunal Supremo, que él mismito secuestró al ejemplar Javier Rupérez, que fue él también quien metió un tiro en la pierna al inolvidable Gabriel Cisneros y el que secuestró al empresario Luis Abaitua, al que sometió al siniestro juego de la ruleta rusa con una pistola. Un hijo de Satanás con todas las letras. Basura humana nivel dios.

Sánchez miente alterando los más elementales principios democráticos, algo que hace 40 años le hubiera costado la permanencia en política

Corría 2015 cuando nuestro protagonista se presentó en Navarra Televisión y el compañero y paisano, todo un adelantado a su tiempo, le preguntó en varios pasajes de la entrevista si pactaría con Bildu. La respuesta airada, cuasiindignada del menda, ha pasado a la historia:

—No, con Bildu no vamos a pactar, si quiere se lo digo 5 veces o 20, con Bildu no vamos a pactar—, aclaró, con un rictus notablemente cabreado, un político que por aquel entonces estaba en la extrema derecha del Partido Socialista. Cómo serían las cosas que el genial Alberto Ruiz-Gallardón siempre lo recuerda con la misma frase: «Cuando yo era alcalde, era el más de derechas del Ayuntamiento… incluidos los míos».

La perorata se repitió a lo largo de los años: «No», «no», «no» y otras mil veces «no». Requete «no». En el verano de 2019, en medio de la refriega de los pactos postelectorales, volvió a las andadas cuando algún periodista volvió a introducir la duda en el ambiente acerca de un posible pacto con Bildu en mi tierra. Respuesta del sujeto: «Con Bildu no se acuerda nada». Ni un mes después, los etarras facilitaron con su abstención la investidura de la socialista María Chivite, amén de forjar un compromiso de legislatura intacto a día de hoy. Esto no es un cambio de posición, constituye una patraña insuperable, especialmente infamante cuando estamos hablando de una banda que ha asesinado a 856 compatriotas, 12 de ellos correligionarios suyos.

Lo de Podemos tampoco es un cambio de opinión ni de posición. A mí no me van decir ni a contar lo que le parecía Pablo Iglesias porque me lo contó en privado no menos de cuatro o cinco veces. Es más, cada vez que el delincuente podemita me injuriaba o calumniaba, ahí que estaba Sánchez el primero para solidarizarse conmigo. He de reconocer que le creí cuando aseguró que tampoco pactaría con Podemos porque, de lo contrario, «no podría dormir por las noches». Le faltó tiempo para acostarse con el quinqui financiado por la narcodictadura venezolana y la teocracia iraní. Veinticuatro horas después se abrazaba al monstruo que le provocaba sus peores pesadillas entregándole la Vicepresidencia del Gobierno y cuatro carteras más. En el pecado lleva la penitencia: la Ley del sólo sí es sí, que él defendió con furibunda vehemencia, va a acabar resultando su tumba política, ex aequo con su repugnante entente con los terroristas etarras.

El gran embuste de Pedro Sánchez como presidente va indiscutiblemente ligado a su pecado original, su pacto con Bildu, es decir, con ETA

Lo de esa derogación del delito de sedición que deja la puerta al golpismo free tampoco es la excepción que confirma la regla. Allá por mayo de 2018, cuando aún no había conquistado La Moncloa con mentiras y conjuras judiciales, sentenció en Antena 3: «Creo que en Cataluña ha habido clarísimamente un delito de rebelión». Con el paso de los años y para contentar a sus socios golpistas de ERC, no sólo subrayó que no había existido rebelión alguna sino que derogó un delito de sedición que había jurado y perjurado que jamás se tocaría. ¿Cambio de posición o enésimo bulo? No sé por qué pero nuevamente parece más plausible la segunda que la primera opción.

Lo de la resurrección del delito de referéndum ilegal que aprobó Aznar y derogó Zapatero fue una de sus grandes promesas en los debates electorales de las generales de noviembre de 2019. ¿Se ha legislado al efecto desde entonces, menos aún, han escuchado hablar del temita en estos cuatro años? Sobra decir que no estamos ante un cambio de posición u opinión sino ante lo de siempre: una burda trola.

Y qué quieren que les comente de los indultos a los tejeritos catalanes que intentaron con ahínco robarnos la democracia y el Estado de Derecho en Cataluña. Simplemente refresco la memoria de todos ustedes enfatizando que, cuando gobernaba Rajoy, criticó al a la sazón presidente «por haber empleado la medida de gracia más de lo debido», amén de comprometerse a «acabar con los indultos políticos en nuestro país». En la campaña de las generales de noviembre de 2020 fue tajante cuando le inquirieron sobre las penas del procés: «El acatamiento de la sentencia significa su cumplimiento, reitero, significa su íntegro cumplimiento». Ni cambio de posición ni mandangas, ha hecho todo lo contrario otorgando el perdón a todos los golpistas catalanes. Sólo quedan por perdonar gratis total Puigdemont y su banda pero todo se andará cuando pisen España si necesita sus votos para continuar volando en el Falcon. En cuatro palabras: es mentiroso y miserable. Muy mentiroso y muy miserable, no un cambiador de posiciones.

No menos escandalosa es su promesa de «despolitizar las instituciones». Pues menos mal que las iba a despolitizar porque, si no, hubiera nombrado a Dolores Delgado Papisa de Roma y no fiscal general del Estado tras dejar el Ministerio de Justicia.

Sólo quedan por perdonar gratis total Puigdemont y su banda pero todo se andará si Sánchez necesita sus votos para seguir volando en el Falcon

La última llegó el martes en los estudios de Mediaset en la carretera de Fuencarral cuando, sin sonrojarse, sin pestañear, aseguró a Ana Rosa que no ha pactado con Bildu, que los etarras simplemente han respaldado «algunas» leyes gubernamentales. Vaya huevos que tiene el menda. El mismo desahogado que agradeció a la entonces portavoz de Bildu en el Congreso, Marian Beitialarrangoitia, su abstención en la moción de censura que lo aupó de aquella manera al poder en 2018 de la mano de lo peor de cada casa. El que dio el pésame a ETA tras el suicidio en prisión de uno de sus miembros o el que desde la tribuna de la Cámara Baja agradeció a la banda el apoyo pasivo a su investidura en 2020.

Odio a Otegi pero no me queda más remedio que admitir que se ciñó a la verdad en las postrimerías de las municipales cuando desmintió a nuestro pinochesco presidente: «¿Cuándo dejamos de tomar a la gente por boba? ¡Pero si llevamos cuatro años haciendo las cosas juntos en el Ayuntamiento de Pamplona y hemos sostenido una acción de gobierno en Navarra juntos!». «Tú no puedes», recalcó, «decir a la gente ‘yo llevo cuatro años aprobando los Presupuestos [del Estado] con Bildu, llevo cuatro años haciendo acuerdos con Bildu, pero ahora no me gusta Bildu’, porque no es creíble».

Como no es cuestión de aburrirles, echo el freno aquí. La catarata de patrañas que nos ha soltado en el lustro que lleva haciendo el mal daría para rellenar tantos tomos como tiene la Espasa o, por qué no, la Enciclopedia Británica. Una cosa está clara: lo primero que deberá hacer cuando lo desalojemos de Moncloa el 23 de julio, será pedir cita con Enrique Monereo, Antonio de la Fuente, Jorge Planas o cualquiera de los otros grandes de la cirugía plástica española para que le practiquen una rinoplastia. Miente con tanta fruición que o le meten el bisturí o acabará pareciendo el hombre elefante y no el Supermán del que hablan sus patéticos hagiógrafos. Y que se ande con cuidado de ahora en adelante: lo de practicar el embuste es siempre mala cosa pero resulta especialmente desaconsejable cuando te plantas ante el médico. Si le mientes sobre tus dolencias y te receta lo contrario de lo que requiere tu organismo, siempre corres el riesgo de que te dé un patatús y la palmes.