Opinión

Recuerdos íntimos de los espías 

Las cuestiones más sensibles que afectan a los intereses estratégicos de los Estados suelen estar vinculadas a la defensa y la seguridad y, por supuesto, cada vez más a la economía; y sometidas por ello a legislaciones nacionales de secretos oficiales que, para protegerlas, impiden tener acceso a la documentación correspondiente hasta pasado cierto tiempo.

Asimismo y por a misma razón, los servicios de inteligencia que tienen como misión esencial la defensa y protección de esos intereses disponen de una legislación que permite a sus agentes trabajar en la penumbra y en el límite de la ley, dotados de material con tecnología de vanguardia adecuada al cumplimiento de eso fines. Son los comúnmente conocidos en el argot literario y cinematográfico como «espías» o «agentes secretos», a los que James Bond mitificó. El periodo de carencia para tener acceso a esas materias legalmente clasificadas como secretas o reservadas, varía según el asunto y los ordenamientos nacionales, y suele ser de unos 25 años, llegando en algunos casos a los 50.

Toda esta exposición viene a cuenta de lo que está haciéndose público procedente del diario «privado» del Teniente General Emilio Alonso Manglano, que fue nombrado tras el golpe del 23-F director del CESID, organismo antecesor del actual CNI, y al que dirigió durante prácticamente toda la etapa de gobierno del PSOE con Felipe González. Manglano, gran persona y militar, fue un acreditado profesional y fundador de la Inteligencia española moderna. Con esos apuntes registrados en su diario íntimo o personal, transcurridos ocho años de su fallecimiento y veinticinco de su baja al frente del Centro, ahora se ha publicado una obra llamada a tener impacto en la opinión pública y publicada.

Es evidente el interés de las anotaciones personales de quien tuvo tan estratégica información en sus manos, y por ello quizás lo «normal» hubiera sido que, una vez desclasificada la misma tras ese periodo de veinticinco años, el acceso a ella hubiese sido libre para todo quien lo hubiera requerido. El precedente de publicar unas «memorias intimas» en estas condiciones, podría ser considerado un modo de evadir el protocolo  establecido por la ley. Sentado ello, lo que por fascículos se va conociendo como promoción de la obra, afecta desde luego a la persona e intimidad del Rey D. Juan Carlos, con valoraciones suyas respecto de algunos presidentes del Gobierno durante su reinado, desde Suárez hasta Aznar, pasando por Calvo Sotelo y Felipe González. Son comentarios para los que el tiempo transcurrido amortigua su impacto, y que difícilmente pueden ser considerados de interés estratégico para ser clasificados ahora como «secreto oficial». Pero, en todo caso, fueron efectuados por el Jefe del Estado —que reina, pero no gobierna— a su interlocutor por ser quien era; como es evidente.

Una elemental deontología exige no hacer uso público de lo que se despacha o se habla en privado —en periodismo, lo mas parecido es el off the record— y es llamativo que se haga sobre el Rey emérito sometido en los últimos  meses a un exilio forzado y a una estigmatización constante de su persona con absoluta impunidad. La acreditada calidad ética del General Manglano no apunta en la dirección de comercializar con información privilegiada acerca de las opiniones del Rey sobre sus presidentes, sino de recabar estos criterios para obtener información útil para su trabajo.

En estos tiempos distantes y distintos de aquéllos, esta situación es una réplica a quienes parecen querer que el Rey ni reine ni gobierne y menos aún hable, y no solo en público, sino tan siquiera en privado. A la espera de leer la obra completa, resulta de particular interés poder conocer aspectos inéditos de nuestra reciente Historia de la mano de quien, en efecto, fuera el «jefe de nuestros espías» durante aquel intenso periodo. No sabemos si esa fue su voluntad, pero puede considerarse afortunado quien ha tenido el privilegio de tener acceso a esa información. Aunque haya sido a 25 años de distancia.