Queremos un referéndum para que Aragonés se separe de Cataluña
Aragonés y toda su panda de inútiles, naturalmente. Gente que no tiene nada que ofrecer a la ciudadanía más allá de sus tonterías desdeñosas con vírgenes andaluzas. Humoristas gallinas que sólo de pensar en sacar a Pujol I de Cataluña en el mismo plan que la Virgen del Rocío, pero con siete retoños en la faldilla, se harían pipí en los calçotets. Y ya no digamos una representación de Mahoma, ese irrepresentable de toda irrepresentabilidad.
También perderíamos de vista a locas de la vida como Marta Rovira, a la que se relaciona con el llamado, pretenciosamente, Tsunani Democràtic. Organización o plataforma creada tras el juicio a los líderes del golpe contra el estado del otoño del 2017 y como reacción a la sentencia que les condenó. Fue responsable de disturbios de tanta gravedad como la toma del aeropuerto de Barcelona por una multitud de gamberros que invadieron la pista. Vándalos convencidos de que se trataba de una acción más en la carrera de la independencia de nosotros, sus conciudadanos. Según los informes remitidos al juez de Voloh sobre las conversaciones telefónicas efectuadas en aquel momento, los supuestos «cabecillas» («cabecillas» por carecer de seso dentro) se referían unos a otros con motes pintureros que reflejaban hasta qué punto se lo estaban pasando en grande y lo inconsistentes que eran. Rovira era Matagalls. Pero también andaban por allí Mandela (¡ja!), Canalla o un tal Pelomocho que fue bastante fácil de identificar por los investigadores. También aparece un nepobaby de campanillas: el niño Wagensberg, sobrino del por muchos motivos admirado Jorge Wagensberg (Creu de Sant Jordi, Premi Nacional de Pensament i Cultura Científica y director durante un par de décadas del Cosmo Caixa). Bajo el mote de Konan se encargaba de la comunicación y de la propaganda. Las sagas degeneran.
De verdad, qué maravilla sería poder ir a votar en un referéndum de separación de ellos y al día siguiente ver que ya no están. Que se han ido todos a Llivia, por ejemplo. Quizá en ese pequeño enclave español en Francia tienen más suerte. Con lo listos que son, lo modernos, lo europeos, lo avanzados etc. crean, si no la Dinamarca del Sur, un pequeño Singapur. La Caixa y todas las empresas que hicieron huir por patas seguro que se establecen allí encantadísimas rápidamente.
Y es que, ayer, en rueda de prensa, el president volvió a sacar el cadáver bien corrupto del referéndum, ahora con menos autobombos «unilaterales». Con esa idea del Acuerdo de Claridad, que ya fue rechazado el pasado mes de septiembre por casi todos, incluso Junts. Un acuerdo que, si se parece mínimamente al canadiense, dejaría abierta la puerta a la creación de esa Tabarnia con la que fantasean, soñadoramente, muchísimos catalanes empreñados. Lo primero que harían, seguramente, sería abrir los brazos a todos esos profesionales que tantísima falta nos hacen y que cada vez es más difícil atraer a nuestra tierra. Como esa pobre enfermera que, harta de imposiciones absurdas, que nada tienen que ver con el desempeño de su trabajo, ironizó en las redes sociales sobre el nivel C1 de catalán que le exigían.
Nada me separa más de estos catalanes que, como yo, son catalanohablantes, que la utilización de la lengua para dividir, separar e instrumentalizarla como arma de imposición política. Para ciudadanos de Cataluña como yo, el catalán es la lengua de mi familia, de mi infancia y de casi todos mis amores. Para los independentistas es sólo un instrumento de poder y separación. No se la merecen. Separaos, va.
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