Opinión

Que se pudran en la cárcel

Fernando Blanco y Marga Garau parecen los representantes de la perversión más absoluta. La imputación de ambos por exhibicionismo y provocación sexual supone un giro que eleva el caso de la pequeña Nadia —ya de por sí controvertido desde su origen— hasta cotas de insoportable abyección. Este nuevo capítulo demuestra que, por mucho que pasen los siglos y evolucione la sociedad, la condición humana es capaz de perpetrar las peores atrocidades imaginables. Incluso, aunque sea a costa de una hija. El magistrado que instruye la investigación advierte de «claros indicios» en los delitos de índole sexual imputados en el auto judicial. Tras la estafa perpetrada ante la opinión pública y la utilización de la enfermedad de Nadia para sacar más de un millón de euros que gastaron en una vida de lujos y dispendio, el pendrive de Fernando Blanco con las fotos pornográficas de su hija descubriría una arista más, la definitiva, en la monstruosa personalidad del padre… y, posiblemente, también de la madre.

De confirmarse las sospechas judiciales, el hallazgo de los Mossos d’Esquadra debería conducir a Blanco y Garau hasta una cárcel sin camino de vuelta. Más allá de que el artículo 25 de la Constitución establezca que las penas privativas de libertad están orientadas hacia la reeducación y la reinserción social, hay delitos que, de tan flagrantes y miserables por la indefensión de la víctima, merecen el desprecio total por parte de la sociedad además de un severísimo trato de la justicia. Hasta hace algo más de un mes, Fernando Blanco y Marga Garau utilizaban la tricotiodistrofia de su hija para presentarse como padres coraje y acaparar las loas sociales y mediáticas a través de las páginas de los periódicos y los espacios televisivos. Ahora, sin embargo, el juez y la Unidad Central de Informática de los Mossos analizan cada uno de sus soportes informáticos con el objetivo de localizar «cualquier archivo de carácter sexual en el que haya presencia de menores de edad». Una vuelta de tuerca más para una historia que pone en solfa la ética y los valores imperantes en nuestra sociedad y que deja una única víctima: la pequeña Nadia.