Opinión

El puto amo

A la vista de lo acontecido durante los años que Pedro Sánchez lleva ostentando el poder de forma absoluta en su partido y con pretensiones absolutistas al frente del Gobierno de la nación, resulta evidente que, para comprender el alcance y sortear las consecuencias de los actos que lleva a cabo este individuo, es preciso actuar en función de un diagnóstico profesional y contrastado. Porque es un hecho que el análisis político al uso está destinado al fracaso, como evidenció en el último Pleno del Congreso uno de sus socios, el portavoz del PNV -al que su antiguo jefe de filas llamaba «el orco»-, quien confesó haber perdido una cerveza al apostar con un amigo que los cinco días de «reflexión» de Gigi el amoroso culminarían con su dimisión. Esta confesión de Aitor Esteban, que puede parecer una anécdota, es sin embargo una prueba irrefutable de que ni siquiera aquellos a los que Sánchez les debe haber revalidado su cargo tras haber perdido las elecciones son capaces de prever la próxima jugada del tipo al que apoyan y que sólo les ha traído desgracias en términos electorales.

Y es que todos los partidos políticos que han contribuido a que el poder de Pedro Sánchez sea casi absoluto –sólo le quedan por batir los tribunales de Justicia y la Jefatura del Estado- han sufrido en sus carnes las consecuencias. Ha utilizado a Sumar para liquidar a Podemos; y está a punto de liquidar a Sumar pasándoles por la extrema izquierda populista desde el PSOE; ha hundido a Esquerra Republicana reviviendo a su oponente más claro, el prófugo Puigdemont; ha liquidado la supremacía del PNV en el País Vasco blanqueando a Bildu; y, de paso, ha anulado la pretensión y capacidad del PNV de liderar el voto separatista vasco en Navarra. O sea, quien con él se acuesta, escaldado se levanta. Salvo Begoña Gómez, claro, no en vano su padre el de las saunas le pagó las campañas con las que Sánchez se apropio del PSOE. El hecho es que, ya sean parte del Gobierno de coalición o socios en los que apoyarse para seguir compartiendo colchón en la Moncloa con la bien pagá, nadie se libra de la influencia maligna que conlleva la compañía de Pedro Sánchez.

De los efectos de esa influencia insana tampoco se salvan sus «compañeros» de partido, aunque, como ocurren tantas cosas y a tanta velocidad, es frecuente que nos olvidemos de los damnificados de casa de Pedro Sánchez. Recuerden la última remodelación de Gobierno en la que en un abrir y cerrar de ojos se cargó a los que dormían tranquilos creyendo ser sus escuderos más apreciados. De un plumazo liquidó a Ábalos, que era ministro y secretario de Organización del PSOE, al que engañó hasta el momento final, pues le confió la tarea de comunicar el cese al resto de los damnificados; a Iván Redondo, quien había organizado con goebbeliana precisión la oficina de propaganda del Gobierno y quien apenas dos meses antes de ser despedido, el 27 de mayo de 2021, había afirmado en el Congreso de los Diputados: «Yo me tiro a un barranco por Sánchez. Estaré con él hasta el final»; y a la entonces vicepresidenta primera Carmen Calvo, la mujer que blanqueaba con total desfachatez las mentiras de Sánchez, ya fueran sobre los delitos del golpe perpetrado desde Cataluña: «El presidente nunca ha dicho que viera delito de rebelión en Cataluña; quien lo dijo no era presidente, era Pedro Sánchez». Ha engañado constantemente, ya sea sobre su compromiso de no pactar con Bildu –»Los socialistas somos gente de fiar jamás, pactaremos con Bildu»–, los indultos, las reformas del Código Penal para abaratar las penas de sus socios delincuentes… o cualquier otra mentira de las que pueblan la biografía del farsante.

Establecido que Sánchez se comporta de forma idéntica con todos los que le rodean –con la excepción familiar-, la pregunta sería por qué quienes han sido humillados política y/o personalmente siguen dándole su apoyo y continúan sometidos, pareciera que a gusto, a su yugo. Una respuesta simple sería pensar que saldrían perdiendo si obraran de otra manera. Eso puede servir para algunos de los de la obediencia de carnet, que no tienen a dónde ir y esperan las migajas si se portan bien con el amo. Ya ven, el silencio de Ábalos fue premiado con un acta de diputado (protección ante los tribunales y sueldo asegurado); el de Carmen Calvo con la Presidencia del Consejo de Estado; de Iván Redondo no sabemos nada y eso, dicen, es también un premio de consolación. Pero, ¿y todos esos militantes , dirigentes y ex dirigentes del PSOE que teniendo dónde caerse muertos siguen defendiendo a Pedro Sánchez? Piensen, por ejemplo, en los 39 ex ministros del Gobiernos socialistas que en las ultimas elecciones pidieron el voto para Sánchez… Lo de éstos, ¿cómo se explica?

¿Y qué me dicen de la sumisión de los partidos políticos que Sánchez ha venido destruyendo tras valerse de sus votos para ser reelegido presidente? Obviando a los de Yolanda (dónde van a ir que más valgan…), en el caso del resto de damnificados cuesta encontrar una explicación lógica. Porque la oficial –afinidad ideológica– se cae por su propio peso, pues sólo los propagandistas a sueldo de Moncloa y del PSOE pueden sostener que el PNV, Junts, o Coalición Canaria son «de izquierdas». Y no les cuento lo «progresistas» que son los de Bildu, esa banda que sigue justificando los crímenes que ETA perpetraba para que progresara su proyecto totalitario. Descartado el utilitarismo en este grupo frankenstein, ¿qué les mantiene unidos al escorpión que les va a hundir, sí o sí, en medio de la charca?

Yo creo que la respuesta es psicológica y fue resumida por Óscar Puente, ese adorador sin bridas que describió lo que sienten todos ellos por Pedro Sánchez: «Es el puto amo». En la psicología de hoy en día ha cobrado relevancia el término «Síndrome del Esclavo Satisfecho», que se utiliza para describir una situación en la que una persona o grupo aparentan estar cómodos con una situación de sumisión o abuso, a pesar de que sus sentimientos internos puedan ser diferentes. Al amo no se le juzga, al amo se le obedece. Y al «puto amo» se le teme. Pues eso.

Dejo para otro día el desarrollo de este enfoque precisamente en relación con la sentencia del replicante de Blade Runner: «Es toda una experiencia vivir con miedo, eso es lo que significa ser esclavo». No es casual que la mencionada película se base en el libro ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?. Pero de eso, del miedo y del rebaño, hablamos en otro momento.