Opinión

Los pseudomedios somos así, Pedro, damos noticias

No declaró Begoña y no pasó nada. Declarará el viernes 19 y volverá a no pasar nada. Practicar la democracia e implementar el Estado de Derecho es una costumbre muy saludable. Todos tenemos la obligación de cumplir con la diosa Justicia cuando nos pide cuentas. Lo obvio en cualquier país normal, avanzado y verdaderamente progresista, progresista etimológicamente hablando, no la basura que nos vende la izquierda woke mundial. Y todos en igualdad de condiciones, requisito sin el cual se puede hablar de cualquier cosa menos de un sistema de libertades como Dios manda. Sin igualdad no hay democracia o, como mínimo, hay menos democracia.

Lo de Begoña pidiendo franquear el umbral de los juzgados de Plaza de Castilla entra dentro de lo normal, yo en su lugar hubiera hecho lo mismo, lo que no resulta tan saludable ética y estéticamente es que la juez decana se lo conceda como si tal cosa, menos aún que lo haga apelando a ese informe de parte que es el emitido por la jefa de seguridad de Moncloa. Contra el vicio de pedir está la muy saludable virtud de no dar. Tratar como una casta superior a la que en Moncloa se refieren miedosamente como «la presidenta» no dice nada bueno ni de esa honrada magistrada que es María Jesús del Barco ni tampoco de nuestro sistema judicial. Nixon era un corrupto pero no un ignorante, sabía que en una democracia hay cosas sagradas, por eso no se le ocurrió esconder a sus compatriotas su salida de la Casa Blanca a consecuencia del Watergate. Esa imagen de Tricky Dick despidiéndose desde la escalerilla del Marine One del que había sido su hogar durante seis años dio la vuelta al mundo y permite calibrar a los que entonces carecíamos de uso de razón la importancia de aquel momento.

Tratar como una casta superior a la que en Moncloa se refieren con miedo como «la presidenta» no dice nada bueno del sistema judicial

¿Por qué cualquier otro justiciable, desde un robagallinas o un estafadorcillo de medio pelo hasta Rajoy o Alberto González Amador, pasando por una tal Cristina de Borbón o un cual Iñaki Urdangarin, tuvieron que entrar en los juzgados por la misma puerta que cualquier otro y a esta sujeta, que para más señas no ostenta cargo público alguno, se le otorgó el privilegio de hacerlo de tapadillo por el garaje? Pues porque esa nueva aristocracia que es el sanchismo considera que hay ciudadanos de primera, Franquito y la señora —que es como llamaban a Carmen Polo y como denominan entre bastidores a la mujer del autócrata—, de segunda, la izquierda patria en general; y de tercera, los que no pensamos como ellos.

Romeo Sánchez y Julieta Gómez olvidaron un simbolismo que los deja a la altura del betún: por el parking acceden a los tercermundistas juzgados de Plaza de Castilla los delincuentes más malos de la ciudad: asesinos, violadores, pederastas, maltratadores y narcotraficantes. Y lo hacen en los furgones blindados de la Guardia Civil, donde van convenientemente esposados. En este caso sí hay motivos de seguridad reales: evitar que se escape gente que ha perpetrado los más horrendos crímenes. No parece ser el caso de la mujer de nuestro enamorado presidente.

Claro que ni el autoritarismo bananero de Sánchez ni el innecesario sometimiento de la normalmente corajuda y sensata María Jesús del Barco pudieron poner puertas al campo. ¿Que no quieres fotos y te conceden entrar clandestinamente a los juzgados para evitar que te inmortalicen? No pasa nada, que siempre habrá un periodista como Dios manda para cumplir ese mandato constitucional que garantiza la libertad de expresión, en resumidas cuentas, para satisfacer el derecho de los administrados a saber. Secularmente ha pasado lo mismo cuando la autoridad ha intentado prohibir algo, máxime cuando es algo injusto: que los ciudadanos, súbditos para Franquito y doña Begoña, hacen lo posible y lo imposible para saltarse el veto del poder establecido. Toda prohibición es normalmente una invitación a la rebelión.

En OKDIARIO teníamos claras dos cosas: que nada ni nadie iba a impedir el derecho de nuestros lectores a contemplar una imagen de innegable interés público, la de la presidenta compareciendo ante el juez Peinado. Colamos a dos periodistas en los juzgados, Irene Tabera y Laura Fernández-Cañas, con la explícita intención de cumplir con nuestro deber profesional y la implícita de ridiculizar la cacicada que suponía otorgar trato vip a la compañera de nuestro primer ministro. Hubo castigo de Dios tanto para la parejita monclovita como para la decana que había comulgado con ruedas de molino. Tabera captó la instantánea de Begoña sentada en el banquillo de madera de la sala de vistas del Juzgado de Instrucción 41 de Madrid y Laura Fernández-Cañas cazó a la reo Gómez en el interior del edificio de Plaza de Castilla guarecida por cinco guardaespaldas.

En esta casa sólo firmamos un pacto y es con nosotros mismos: el de pelear cada día mañana, tarde y noche por la primicia o la exclusiva

Con todo, lo más preocupante en términos deontológicos fue la reacción de buena parte de la profesión, especialmente la autoadscrita a la izquierda. Unos dijeron que habíamos incumplido la orden de la decana, olvidando que las órdenes injustas están para transgredirlas. Un nivel de obediencia que me recordó al de los medios en esa dictadura franquista en la que sólo tenían una frase en la boca: «Sí, bwana». Tan serviles pero mucho más tontos fueron los argumentos de otros informadores que se escudaron en el incumplimiento de un supuesto pacto de compañeros para no franquear el umbral de los juzgados. Nosotros, nunca, jamás, vamos a hacer cuchipandi con nadie porque nuestra obligación es ganar al rival. Punto. Alguna otra nos llamó «ultraderechistas», mezclándonos con quinquis que son un saco de mentiras, pero no se le entendía muy bien porque, para variar, iba mareada e hiperventilada. Y créame, querido lector, que en este caso el orden de los factores no altera el producto. En esta casa sólo firmamos un pacto y es con nosotros mismos: el de pelear mañana, tarde y noche por la primicia o la exclusiva. Claro que en el fondo subyace una mezcla bastarda de activismo y ese mal nacional que es la envidia. Que con su pan se lo coman.

El reportero de El Mundo Fernando Quintela inmortalizó a Felipe González declarando como testigo en el Supremo por el vil secuestro de Segundo Marey a cargo de los GAL y para ello hubo de sortear todas las prohibiciones y todos los registros habidos y por haber. E hizo historia. Un servidor también hizo todo lo posible para hacer un metafórico corte de mangas a la prohibición de José Castro de grabar a Cristina de Borbón compareciendo en Palma por el caso Urdangarin y lo logró gracias a un alma caritativa que accedió a plantarse en la sala de vistas provista del correspondiente aparato de grabación. Sin estos maravillosos actos de rebeldía ciudadana los españoles careceríamos de dos instantáneas sin las cuales la España contemporánea se entendería un poco peor.

Querido Pedro, nos tildas de «pseudomedios» y «ultras» porque no te bailamos el agua y contamos tus abusos de poder y tus ilegalidades

Y el pasado viernes repetimos jugada. Los españoles en general y los historiadores en particular vieron cumplido su derecho a gozar de una imagen esencial. Conviene no olvidar que, además de cualquier otra consideración, Begoña Gómez hizo anteayer historia al convertirse en la primera mujer de un presidente que acude a una declaración judicial en calidad de imputada. Habríamos actuado de idéntica manera si la persona que encaraba al juez fuera Ana Botella, la mujer de Rajoy, Elvira Fernández Balboa, o la pareja de Feijóo, Eva Cárdenas. De la misma manera que publicamos las fotos del novio de Isabel Díaz Ayuso en el juzgado encargado de dilucidar su fraude fiscal.

Querido Pedro, nos tildas de «pseudomedios» y «ultras» porque no te bailamos el agua, porque cantamos y contamos tus abusos de poder, tus ilegalidades y tus ímprobos esfuerzos por conducirnos a Venezuela con parada previa en Argentina y México. Y entraste en bucle cuando osamos desvelar los tejemanejes de tu compañera de vida, la cual nos importaría un pepino si no fuera porque es una presunta corrupta y traficante de influencias. Así son las reglas del peor sistema de gobierno exceptuando todos los demás: puedes corromperte como un animal pero, si te pillan, vas palante. En las tiranías da igual que robes como si no hubiera un mañana que, si eres del núcleo gobernante, te irás de rositas y jamás darás con tus huesos en prisión. Oye y si, finalmente, absuelven a Bego lo contaremos con la misma relevancia que informamos de su biimputación. De estos polvos vendrán los lodos de tu plan de degeneración democrática que, simplificando, o no, va a intentar que publicar las trapacerías de tu esposa sea ilegal. Cosa bien distinta es que lo consigas. Pero recuerda que así actúan los peores sátrapas: Maduro, Ortega, los Castro, su sucesor Díaz-Canel. Erdogan, Putin y, naturalmente, Kim Jong-un. Malos ejemplos a seguir te has buscado, Franquito.