Opinión

La profecía de Aznar se ha cumplido

Aznar lo dijo hace más de diez años. «Antes se romperá la unidad de Cataluña que la de España». Era el 26 de noviembre del 2012. El proceso apenas había empezado.

Luego, el 5 julio del 2017, con el referéndum a las puertas, volvió a recordarlo. «La política de los nacionalistas catalanes sobre la base de intentar liquidar la democracia y la libertad que ha existido en Cataluña va a acabar también demoliendo a Cataluña». «Ellos, ellos mismos», insistió.

Ayuso, que es una alumna aventajada del expresidente, ha hecho suya también la frase en el debate del estado de la región. «Antes se romperá la Cataluña independentista, que las izquierdas rompan España y Madrid», ha afirmado durante su intervención.

La verdad es que la última Diada confirma la teoría de José María Aznar. La primera, por cierto, sin presidente independentista en la Generalitat desde hace casi quince años.

En efecto, hay que remontarse a la del 2010. Con el socialista José Montilla todavía de president. Aunque ya pintaban bastos. Al frente del segundo tripartito, convocó las elecciones para el 28 de noviembre. Perdió nueve escaños de golpe. Tuvo que irse a casa.

El independentismo, ciertamente, ha llegado más dividido que nunca al onze de setembre. Un poco más de 70.000 manifestantes. Repartidos entre cinco ciudades. Para que no pudiera hablarse de fiasco de asistencia.

Lejos de los 1,8 millones, en teoría, del 2014. O del millón del 2017. En el informativo del mediodía de este jueves, TV3 culpaba al covid. Y a los partidos. Como si ellos no hubieran tenido nada que ver en el hartazgo de la gente.

A las habituales pullas entre Junts y ERC hay que añadir también las tensiones internas en Esquerra. En pleno debate congresual hay hasta cuatro candidaturas para dirigir el partido. Se nota que han perdido el poder.

Me recuerda al congreso del 2008 cuando Puigcercós y Carod se disputaban el control de la formación. En aquella ocasión también había cuatro listas: la de Puigcercós, la del ex consejero Carretero, la de Carod y la de Esquerra Independentista, un sector crítico.

Carod no se presentó, pero empujó a Benach a hacerlo. Con tan mala fortuna que quedó tercero. No lo querían ni los suyos. Y eso que era el presidente del Parlament.

Ahora se repite la historia. Está Junqueras con Militància Decidim. El ex presidente de ERC ha hecho como Sánchez. Ha empezado a patearse el territorio después de que los barones forzaran su dimisión.

Marta Rovira ya ha dicho que no se presenta -vive muy bien en Suiza, la señal es que no vuelve- aunque ha bendecido otra lista: Nova Esquerra Nacional. El día de la presentación no asistió al acto -tampoco a la Diada- y la cosa quedó un poco deslucida.

Como caras más conocidas, la hasta ahora portavoz del partido, Raquel Sans; la diputada en el Congreso Teresa Jordà; y el alcalde de Manresa, Marc Aloy. Tampoco es para tirar cohetes. Junqueras les está comiendo el terreno.

En tercera posición, Alfred Bosch con Foc nou. El nombre es ilustrativo porque, en castellano, sería algo así como tabla rasa. Bosch fue en su día un fichaje estrella de Esquerra.

Escritor de profesión, tiene varias novelas de corte nacionalista, fue sucesivamente diputado en Madrid (2011-2015), alcaldable por Barcelona (2015-2018) y consejero de Exteriores con Quim Torra (2018-2020).

Tuvo que dimitir acusado de haber hecho la vista gorda con un caso de asedio sexual de su jefe de gabinete. No sé si ahora vuelve para ajustar cuentas.

Finalmente está el Col·lecitu 1 d’Ocubre, en honor también del citado referéndum. Serían los más puros. Opuestos incluso a la investidura de Salvador Illa.

Luego está Junts. La crisis va por dentro. No se han recuperado nunca de haber dejado el Govern. Hicieron una consulta y las bases, que no tenían cargos públicos, votaron a favor de salir. Las consultas, ya se sabe, las carga el diablo.

También han avanzado el congreso a octubre tras quedarse sin la presidencia de la Generalitat. Está por ver el papel que juega Puigdemont, que nunca da la cara pero siempre mueve los hilos entre bambalinas.

Además del enfrentamiento soterrado entre Borràs y Turull. Borràs, condenada por corrupción, está en horas bajas. De presidenta del partido a presidenta del consejo nacional, un cargo más bien honorífico.

Pero la cosa no termina aquí. Casi llegan a las manos en el Fossar de les Moreres en la víspera de la Diada. Los de Arran, las juventudes de la CUP, se manifestaron contra Aliança Catalana, a los que acusan de fascistas. Ya ven, independentistas de izquierdas contra independentistas de derechas.

En las fotos en X presumían, en efecto, de haber parado el fascismo. A pesar de que, en realidad, había más gente del partido de la alcaldesa de Ripoll que antifascistas. No en vano sacaron solo dos diputados en las elecciones al Parlament -ya es un éxito porque no tenían ninguno y les pilló por sorpresa la convocatoria- pero tuvieron casi 120.000 votos y un 4%. Estuvieron a punto de sacar entre cuatro y seis escaños.

Finalmente, la ANC y Òmnium han enterrado las diferencias este año. Sin embargo, el presidente de la primera entidad, el cantautor Lluís Llach, se metió en un lío.

En una entrevista en Rac1 se le ocurrió decir que a él no le gustan los de Aliança Catalana, pero que eran bienvenidos. Acostumbrados a los cordones sanitarios, sentó como una patada en un sitio a los partidos de izquierda. De Esquerra a la CUP. La propia entidad tuvo que hacer un comunicado para decir que el presidente de la entidad no había dicho lo que había dicho.

En fin, si quieren ver la prueba definitiva de que el proceso va de baja, basta ver las camisetas. El lema genérico de este año era la expresión medieval «Via Fora». Algo así como todos a la calle.

No obstante, en la pancarta que encabezaba cada manifestación había luego un lema distinto. En Barcelona, por ejemplo, era «por una vivienda digna». Y, en Tortosa, «por el equilibrio territorial». Una cosa y otra ya no son, en todo caso, la independencia, la DUI o la República catalana. El suflé va de baja. A pasos agigantados.