Opinión

Primero el PSOE y después la Nación

Los acontecimientos producidos esta semana pueden servir para confirmar hasta qué punto Sánchez ha utilizado el PSOE como banco de prueba para eliminar todos los contrapoderes democráticos y reinar en España como un auténtico caudillo. Porque lo que Sánchez hace en el PSOE es lo que pretende hacer en España. Voy a intentar argumentarlo una vez más.

La tarea de degeneración de la democracia la inició José Luis Rodríguez Zapatero, ese presidente accidental que desde el primer momento en el que se situó al frente del PSOE definió y aplicó una estrategia para insuflar a las bases socialistas un odio al “la derecha” que le allanara el camino para establecer su deseada alianza con los herederos de ETA. Recuerden que fueron esas bases extremadamente sectarizadas del Partido Socialista las que se manifestaron sin ningún tipo de reparo ante las sedes del Partido Popular cuando aún no habíamos contado los muertos del 11M de 2004.

Fue ese partido el que suspiró aliviado cuando se determinó que la autoría del atentado no se podía adjudicar a ETA; fue ese partido socialista el que prefería que en España aterrizara un terrorismo contra el que aún no estábamos preparados para actuar porque, en palabras de los dirigentes socialistas de entonces, “como haya sido ETA, el PP arrasa…”

Lo siguiente que hizo Zapatero, ya en el Gobierno, fue romper con el Partido Popular (la derecha, la derecha extrema…) todos los pactos de Estado, desde los históricos (política internacional, política europea, modelo territorial del estado…) hasta los que él mismo había propuesto, como el Acuerdo por las Libertades y contra el Terrorismo, el conocido pacto antiterrorista que tan eficaz resultó para que España lograra la alianza activa de los países europeos para ganar la batalla a ETA.

A partir de ahí Zapatero trasladó a la sociedad la estrategia de ruptura que ya había probado con éxito en las bases del PSOE y se dedicó a romper todos los vínculos entre españoles que con tanto sacrificio y generosidad habíamos construido desde la Transición y con aprobación de la Constitución Española. Con Zapatero comenzó en España el periodo negro para la convivencia, esa etapa en la que no hubo una ley o un discurso gubernamental y del PSOE que no tuviera por objeto romper la cohesión entre españoles; desde las primeras leyes “de memoria” hasta las leyes educativas o la política territorial, fuera cual fuera el título de la iniciativa, el objeto era el mismo: provocar el voto negativo del PP, “que podamos acusarles de fachas…».

A modo de ejemplo, invito al lector a repasar algunos de los debates de la llamada Ley de Memoria Histórica; descubrirán cómo cuando el PP hacía una aproximación al articulado propuesto, el PSOE lo enmendaba para evitar que el PP pudiera votarlo. Así se rompe España; porque cuando se quiebra la cohesión entre españoles es cuando se rompe la España que importa, que no es la del mapa, sino la Nación de ciudadanos libres e iguales ante la ley.

Pedro Sánchez Castejón heredó un PSOE muerto como partido socialdemócrata, nacional y defensor de la igualdad, pero que aún tenía algunos instrumentos organizativos que lo acreditaban como un partido democrático. Pero una personalidad como la de Sánchez no puede convivir en una organización en la que existan y actúen contrapoderes democráticos, por muy limitado que sea su campo.

Él aprendió la lección en aquel Comité Federal en el que, a pesar de las trampas en el censo y a pesar de poner las urnas de votación tras las cortinas para intentar el pucherazo, no pudo evitar que lo destituyeran como Secretario General tras evidenciar que estaba organizando un pacto de gobierno con los filoetarras, independentistas y comunistas. Por eso lo primero que hizo tras recuperar la Secretaria General fue liquidar las competencias del Comité Federal.

Sánchez venció en unas primarias apoyándose en dos ideas emocionalmente básicas que tenían todas las de ganar entre unas bases socialistas totalmente radicalizadas: “El PP es el enemigo y ya he demostrado que nadie lo odia más que yo…” y “Todo el poder para las bases…”. Y, una vez obtenido el poder, Sánchez lo ha ejercido de forma absolutista y jamás ha consultado a los militantes del PSOE sobre ninguna de sus decisiones, desde suscribir con los herederos de ETA pactos de gobernabilidad en España y de Gobierno en Navarra hasta revisar a la baja los delitos de sedición, indultar a los golpistas o constituir una mesa extraparlamentaria en la que acordar el futuro de la Nación…

Liquidadas las competencias del Comité Federal, la Comisión Ejecutiva que él preside, nombra, y destituye, no está sometida a ningún órgano de control. Pero como para un totalitario como él, todo control, por mínimo que sea, es una molestia, ha quitado a la C. Ejecutiva su capacidad para actuar como órgano colegiado. Lo acabamos de ver: antes de que se reunieran este pasado sábado, él ya había constituido un núcleo duro para no tener que molestarse ni en ver la cara a todos los miembros que fueron formalmente elegidos en un Congreso Federal del PSOE.

Qué decir de ese Comité Federal que antes de reunirse conoció a través de Twitter, vía agradecimiento de los elegidos, los designios del caudillo. Solo un muerto o alguien ayuno de la más mínima dignidad es capaz de tolerar en silencio tal desprecio y humillación al órgano y a las personas que lo componen.

Esto es lo que hay. Sánchez ya ha convertido al PSOE en el modelo de la España que él quiere. Ni contrapoderes democráticos, ni control sobre los órganos ejecutivos, ni control sobre su persona, ni debate, ni transparencia, ni deliberación pública, ni oposición… Ahora se dispone a aplicar ese modelo en España, liquidando hasta el más mínimo contrapoder democrático que le queda a la Nación para que España siga siendo un Estado social y democrático de Derecho, tal y como proclama el artículo 1.1 de nuestra Constitución.

La oposición democrática, la Justicia y la Jefatura del Estado están en el punto de mira. Y Pedro Sánchez Castejón ya ha demostrado estar dispuesto a todo para conseguir su objetivo. Quien avisa no es traidor.