«Presoak kalera», son los Presupuestos de ETA

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  • Carlos Dávila
  • Periodista. Ex director de publicaciones del grupo Intereconomía, trabajé en Cadena Cope, Diario 16 y Radio Nacional. Escribo sobre política nacional.

Este fin de semana, SARE (Red en español) el gran movimiento de apoyo a los presos asesinos de ETA, intenta incendiar las calles de Guipúzcoa porque, según sus convocantes, “es una oportunidad única” para liberar a los criminales, apenas doscientos, que aún quedan en las prisiones vascas y territorios circunvecinos. El preboste de esta repulsiva asociación es un tipo tan curioso como cómplice del mal absoluto que representan la banda y su entorno. Se llama Joseba Azcárraga, se largó del PNV cuando el partido del racista Sabino Arana se partió en dos, se incorporó a la facción que fundó el ex lehendakari Carlos Garaicoechea y constituyeron ambos Eusko Alkartasuna, hoy uno de los grupos que forman el núcleo principal de la Bildu de Arnaldo Otegi. He escrito curioso, porque Azcárraga primero siendo diputado en las Cortes Generales españolas, y más tarde como consejero de Justicia en el Gobierno de coalición con el PNV y Euskadiko Eskerra, siempre fue un aliado fervoroso de las aspiraciones de los etarras, los encarcelados, los legales y los ilegales. Fue incluso defensor de varios de ellos, incluso de los más brutales. El atentado y muerte de un tío carnal suyo,  el teniente general de Aviación Luis Azcárraga Pérez-Caballero, lo tomó como un tópico y cruel “cosas del oficio”. El 27 de marzo de 1988, cuando conoció la terrible noticia, Azkárraga paseaba con este cronista por la famosa “M-30” del Congreso de los Diputados, y me dijo, lo tengo bien anotado: “Una cosa (se refería al asesinato) no quita la otra”. O sea, su más que aparente connivencia con los objetivos de la banda terrorista. Tanta, que en julio pasado este vitoriano de buena cuna y bajo catre, Azcárraga, fue el que organizó el homenaje pueblerino a Henri Parot, uno de las acémilas más salvajes de la historia de ETA.

Pues bien, SARE quiere movilizar este sábado a todo el “complejo ETA” que aún perdura en el País Vasco, y por eso ha convocado esta concentración, en los días mismos en que, con toda seguridad, el “jefe Otegi” ha concordado con el Gobierno de Pedro Sánchez un procedimiento a larga distancia que, ya lo saben, es un trueque, un repugnante cambio de cromos: “Yo te apoyo los Presupuestos, así te garantizo tu permanencia en la Moncloa, y tú terminas de acercarme a los presos a Euskal Herria (su fantasmal denominación) y luego les vamos sacando a la calle, porque las prisiones vascas ya son nuestras”. Ahora mismo los 213 terroristas que permanecen en la cárcel esperan los resultados de este acuerdo que, además, y según todas las fuentes, empezará a formalizarse en muy poco tiempo. Otros 73 ya están casi en sus pueblos, aunque, eso sí, Otegi, que es un sujeto abyecto pero no idiota, ha recomendado que cesen los homenajes no vaya a ser que “la gente del Estado” se sulfure más de la cuenta y “vayamos a tener un problema con nuestros socios del PSOE”.

La prueba irrefutable del nueve se cumplirá en poco más de un mes cuando los diputados de Bildu apoyen los Presupuestos de 2021. Lo que ha planteado Otegi es una resurreción de aquel terrible “impuesto revolucionario” que llevaba al cementerio a todo aquel que no pagara a la banda todo el dinero que ésta le quisiera reclamar. Ahora ya no hay tumbas, ¡menos mal!, pero el chantaje sigue siendo el mismo: presos por Presupuestos, un auténtica marranada felona que, ya lo verán, Sánchez aceptará (sus palabras son una filfa, una piltrafa) porque no hay nada que le interese más que otra pasada turística por la isla mártir, por La Palma, a donde se llega con los fotógrafos de su ralea.

Sus ministros son tan cutres, tan poco espabilados, tan saprofitos del patrón, que a veces se les va la boca. El miércoles, preguntada en el Congreso la folclórica ministra de Hacienda, la “Montero one”, sobre sus negociaciones con Bildu respondió con su tonillo habitual: “Yo con Bildu sólo hablo de números”, es decir, que está hablando, cosa que a continuación negaron Sánchez y su infortunada ministra de Justicia, Llop, tan peripuesta de lenguaje como de atuendo. La mentira -lo deberían saber estos gobernantes- tiene las patas cortas y cuando te enganchas para tus negocios con un indeseable como Otegi, lo más probable es que éste haga dos cosas: exprimirte hasta dejar tu teta tísica, y luego, descubrir el pastel para que nuestros chicos no nos pasen a cuenta por pactar con los fascistas.

Es realmente increíble lo que aguanta, hibernada en sus casas hasta que no pueda pagar la luz, esta sociedad. ¿Dónde está esa reacción social que, tras el crimen de Miguel Angel Blanco, sembró el terror democrático en Batasuna? ¿Por qué siguen viviendo como hermanos separados las asociaciones de víctimas? ¿qué nuevas fechorías tiene que perpetrar Sánchez para que el país entero, el que no está subvencionado como los medios afectos al régimen, salga en masa, a borbotones, a la calle? Las condenas retóricas; por ejemplo, esas inservibles sesiones de control parlamentario, le traen al cacique por una higa. Él ya no puede asomar la jeta fuera de La Moncloa porque hasta los niños le repudian, pero eso le da exactamente igual. En breves días tendrá unas cuentas de la lechera que se incumplirán clamorosamente, pero él ya gozará de otro instrumento para seguir maltratando a España. No son sus Presupuestos; son ya los de ETA que, por fin, ha conseguido convertir en realidad su grito alterado de siempre: “Presoak kalera”.

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