Opinión

¿Por qué tienen bula papal los coletudos?

¿Por qué a Podemos le sale todo gratis?

¿Por qué OKDIARIO desvela el proceloso informe policial que demuestra que están a sueldo de la tan machista como homófoba a la par que repugnante dictadura iraní y numerosos medios lo silencian o miran hacia otro lado?

¿Por qué nadie pone el grito en el cielo tras descubrirse que el móvil personal de Pablo Iglesias está a nombre y lo paga una empresa del Gobierno de la República Islámica de los ayatolás (sí, ésa que lapida a las adúlteras y cuelga a los homosexuales)?

¿Se imaginan la que se hubiera liado si se prueba que la CIA abonaba la factura del teléfono a José María Aznar en pleno apogeo de la Cumbre de las Azores?

¿Por qué cada «carmenada» (término que empieza a ser sinónimo de «burrada») es manipulada o directamente escondida por algunos?

¿Por qué un hecho tan impresentable en términos democráticos como asaltar un centro de culto y mofarse de la religión unos cuantos lo presentan como libertad de expresión?

¿Por qué el popular Mario Amilivia tuvo que dimitir por quítame allá unas gominas y al tal Santisteve, alcalde de Zaragoza que cobra 75.000 euros anuales, se le intenta exculpar argumentando que «un error lo tiene cualquiera»?

¿Por qué una golfería tan desvergonzada como cobrar dinero público sin ir a trabajar tiene coste cero (me refiero a Errejón)?

¿Por qué lo de Tania (la concesión entre ella y su padre de 1.400.000 euros al hermanísimo e hijísimo) no la ha echado de la política?

¿Por qué nadie llamó por su nombre, MACHISMO, sí con mayúsculas, al espectáculo ofrecido por la multimillonaria Bescansa el día 1 de la legislatura dando a entender que a los niños sólo los pueden cuidar las madres?

¿Por qué algunos se niegan a llamar «dictadura» a la dictadura venezolana?

¿Por qué intentan ridiculizarnos o presentarnos como unos exagerados a los que recordamos su adoctrinamiento y financiación por parte del régimen chavista?

¿Por qué no se les pone la cruz cuando se niegan a condenar el encarcelamiento de Leopoldo López y otros 76 líderes de la oposición venezolana?

¿Por qué se intenta silenciar que participaron en mítines proetarras o que directamente justificaron (caso de Monedero) el terrorismo que ha costado 850 vidas?

¿Por qué ha pasado cuasidesapercibida la exigencia de Podemos al PSOE para que el fiscal general del Estado, los magistrados del Constitucional y los vocales del Consejo General del Poder Judicial sean designados en función de «su compromiso con el programa de Gobierno»?

¿Por qué no se subraya que esto sólo ocurre en los regímenes totalitarios modelo Irán o Venezuela, por poner dos ejemplos que vienen al caso?

¿Por qué sólo el trinque sideral del sinvergüenza fiscal de Monedero les ha costado un disgusto? Esto último se lo contesto yo: porque a alguno/s le/s interesaba deshacerse del histrión.

En fin hay tantos porqués o más que los que exhibió Mou aquel miércoles de abril de 2011 en el que le robaron la eliminatoria con el Barça en Copa de Europa con un arbitraje escandaloso.

Tras estos interrogantes se esconde un drama mucho mayor: la calidad de la libertad de expresión en este país y el calamitoso estado de ese santo y seña de los medios de comunicación que es o, al menos, debe ser, la crítica. Al sosias de Podemos en el extremo contrario, el igualmente acongojante Frente Nacional, en Francia le dicen de todo y por su orden. Y nunca ha pasado del estadio del temor al de la realidad. Aquí, a Podemos, los tienen en palmitas no pocas TV, numerosos periódicos (alguno de los cuales antes se adscribía al centroderecha liberal) y bastantes radios. En ningún país europeo serio sucedería lo que está sucediendo en España. Una formación política financiada por dos satrapías estaría no sólo proscrita socialmente sino investigada policial y judicialmente. Entre otras razones, porque esta gentuza venezolana e iraní no da algo a cambio de nada. Aquí, no, aquí Podemos y cía se van de rositas día sí, día también. 

El culmen de cuanto estoy diciendo lo representan los titirietarras. Una salvajada que no fue una equivocación, tampoco una imprudencia, ni siquiera una negligencia. Programar un acto tan deleznable en una función para niños es lo que querían. No se equivoquen. Éstos serán incapaces, totalitarios, demagogos o golfos pero no despistados. Y, además, en su ADN figura el adoctrinamiento de los más pequeños por una obvia razón: el que controla a la juventud y a la infancia, controla el futuro; es más, lo tiene en sus manos. En Francia al humorista Dieudonné, antisemita declarado, le calzaron dos meses de cárcel por exclamar en su perfil de Facebook «je me sens Charlie Coulibaly (yo me siento Charlie Coulibaly)». Mezcló la primera parte del nombre de la revista Charlie Hebdo, atacada días antes por terroristas islamistas, con el apellido del yihadista que asesinó a cuatro judíos durante el secuestro del Hiper Cacher, uno de los tres hitos criminales de la espiral de violencia salvaje que atenazó París hace un año y un mes. No ha ingresado en prisión pero los jueces le han advertido que allá que irá si en el próximo lustro reincide en sus actos de humillación y mofa a las víctimas del terrorismo. Que yo sepa Francia es un país impecablemente democrático. No sólo eso: las libertades de las que disfrutamos en Occidente son en buena medida consecuencia de la Ilustración y de la Revolución Francesa. Sin un proceso y el otro habría democracia por estos lares, no tengo duda, pero con toda seguridad no tanta ni de tanta calidad.

Tres cuartos de lo mismo pasa en democracias tan indiscutibles como Alemania o Reino Unido. En ambos países se castiga con penas de cárcel la mofa o la vejación de las víctimas del terrorismo. El Código Penal germano sanciona estas conductas con dos años de prisión, el británico con hasta siete. En la primera potencia mundial, Estados Unidos, la tolerante Suiza y la siempre moderna Bélgica también recluyen a los que niegan, trivializan o ridiculizan los crímenes contra la humanidad, llámense terrorismo u Holocausto. Ninguno de estos cinco países son Irán, Venezuela, Corea del Norte, Cuba o el Chile de Pinochet sino sistemas con todas las garantías legales habidas y por haber.

Dicho todo esto les recuerdo que el debate no es la condena de lo ocurrido en el distrito de Tetuán: unos títeres que ante decenas de niños violan mujeres, asesinan monjas, ahorcan jueces y banqueros, matan policías y terminan con un cartel que reza «gora Alka-ETA». No. La controversia es bien distinta: medios y periodistas podemeros han resaltado el ataque a la libertad de expresión que supone el encarcelamiento de los dos malnacidos que protagonizaron semejante disparate. El mundo al revés.

Algo falla en la sociedad cuando lo anormal se presenta como normal. Y cuando se incurre en este nivel de esquizofrenia intelectual puede ocurrir cualquier cosa. Cuando lo malo es bueno, la propaganda representa la verdad, lo ridículo se presenta como serio, la demagogia como algo normal, el totalitarismo como un pecadillo y la mentira como verdad, un pueblo acaba irremisiblemente mal. Ocurrió en España hace setenta años. Y en Europa, hace otros tanto. No voy a recordarles lo que aconteció porque todos ustedes lo tienen bien presente. Pero sí me permitiré el lujo de parafrasear a Cicerón: «Los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla». Pues eso: que lo anormal no puede ser nunca lo normal. Si no somos conscientes de este pequeño gran detalle corremos el riesgo de acabar mal. O muy mal.