Policías atemorizados y delincuentes envalentonados
Es muy poco probable encontrar en España a un miembro de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado con complejo de sheriff. La rigurosa formación que reciben les capacita plenamente para cumplir con rigor su función de servidores de los ciudadanos. Y para garantizar nuestra seguridad necesitan ejercer su autoridad de un modo que disuada a los criminales de su conducta. Si los policías y guardias civiles no pueden utilizar las armas que portan cuando la ocasión lo justifica, ello no generará una sociedad más pacífica y civilizada, sino que, por el contrario, redundará en el envalentonamiento de los delincuentes.
El ejemplo lo hemos vivido en Carabanchel, un popular barrio madrileño. Una joven policía en prácticas prefirió asumir el riesgo de ser apuñalada a disparar a un perturbado armado con un machete que la amenazaba, y que segundos antes había intentado agredir a un compañero suyo. Pero hay más. El chaleco que la salvó de un machetazo –el delincuente llegó a apuñalarla– lo había comprado ella misma. Cuesta 500 euros y los pagó de su bolsillo porque la Jefatura de Policía no provee con este instrumento de protección básico a sus agentes. Mal vamos si aquellos cuyo trabajo consiste en exponerse a los delincuentes para capturarlos no pueden utilizar sus armas y, encima, tienen que pagar con su propio dinero los chalecos que les salven de los filos y de las balas.
Tampoco el ministerio del Interior, al frente del cual se encuentra Fernando Grande-Marlaska, ha cumplido su promesa de dotar a los agentes con pistolas Táser -paralizantes-. La actitud de la joven policía habría sido bien distinta, no se lo habría pensado si hubiera podido neutralizar la amenaza con una descarga eléctrica. Pero no, el ministro socialista prefiere pensar en otras cosas que en la seguridad de sus agentes.
Este contexto social no es fruto de la casualidad, no nos engañemos. El mito del buen salvaje y el cuestionamiento por principio de cualquier autoridad son dos de los pilares del pensamiento progresista; y dos gobiernos socialistas se han encargado de que impregnen la legislación española de cabo a rabo. Al menos en este caso la joven policía tenía el dinero para comprar un chaleco. Si no, tal vez ahora estaríamos lamentando la muerte de un inocente.
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