Pocas risas con la Cubazuela del Norte
En el logotipo de la cadena de supermercados públicos venezolanos Abasto Bicentenario podemos ver un carrito de la compra y debajo el eslogan «tu precio justo», que también es el nombre de la Ley Orgánica aprobada por la narcodictadura chavista para que los comerciantes no puedan obtener márgenes superiores al 30% sobre los productos que venden. La Ley de Precios Justos chavista pretendía servir de sostén a la mencionada red de supermercados públicos venezolanos que habían nacido unos meses antes. En enero de 2010 el dictador Hugo Chávez expropió dos grandes cadenas de supermercados, acusándolas de especular con los alimentos, con la promesa de que convertiría a la nación en una verdadera potencia alimentaria. Llegó a contar con 39 sucursales distribuidas en el Distrito Capital y en 13 estados del país. En 2016 Nicolás Maduro ordenó su «restructuración» para “acabar con la corrupción”, tras descubrirse numerosos casos de desfalco por parte de sus gerentes públicos, poniendo al frente de la cadena a un capitán del ejército.
A partir de ese momento lo único que se podía encontrar sin problemas en los supermercados públicos venezolanos eran pasillos con estanterías vacías y otras repletas de un único producto, como por ejemplo pasta importada de Turquía, mientras que resultaba imposible encontrar artículos básicos como mantequilla, harina, azúcar, arroz, leche y aceite. En 2019 se cerró el último supermercado público que quedaba abierto dejando a más de 10.000 trabajadores en la calle y habiendo costado a los venezolanos millones de dólares perdidos por la nefasta gestión pública o directamente robados por funcionarios corruptos. «Esto fracasó porque por la sucursal pasaron muchos gerentes que no supieron administrar y que se robaban la mercancía para ellos mismos venderla a sus familiares y conocidos», denunciaron los sindicalistas.
El pasado domingo, la nueva secretaria general de Podemos, Ione Belarra, en una jornada sobre sectores estratégicos organizada por la formación morada en Cáceres, propuso la creación de una cadena pública de supermercados que llevará el nombre de «Precios Justos» y que hará frente «al oligopolio de la alimentación liderado por el capo Juan Roig». Es imposible, no puede ser casualidad. Ponerle el nombre de «Precios Justos» a la cadena de supermercados públicos con la que Podemos dice que va a combatir la especulación alimentaria sólo pueden haberlo hecho a propósito para que la relacionemos directamente con la que el chavismo puso en marcha en Venezuela con ese mismo nombre y que acabó como ya hemos descrito. No existe otra posibilidad, por muy incomprensible que nos resulte a los que no pertenecemos a sus círculos y estamos alejados del pensamiento de todos los que forman parte de ese «socialismo del siglo XXI» inspirado por los dictadores de Cuba y Venezuela y del que forma parte Podemos.
Ione Belarra quiere que sus votantes sepan que su inspiración es 100% chavista y le importa un comino que los que ni locos les vamos a votar contemos cómo todas sus políticas ya han sido probadas y están destinadas al fracaso con total y absoluta seguridad. El problema es que Belarra es ministra del Gobierno de España porque así lo quiere Pedro Sánchez, así que sus desastrosas ideas tienen posibilidades de acabar publicadas en el BOE tan solo con que al presidente le hagan falta los votos de Podemos para no tenerse que bajar del Falcon. Todos sabemos que, si consiguen sacar adelante su idea, lo siguiente será la cartilla de racionamiento. Lo saben sus votantes igual que lo sabemos aquellos a quienes nos horroriza su plan. No se esconden. El portavoz de Podemos, Pablo Echenique, ironiza con las comparaciones y dice que la derecha asusta con «Cubazuela del Norte» sólo porque tienen la intención de intervenir el mercado eléctrico, los salarios y los alquileres, así como crear bancos y supermercados públicos. Quieren que sus votantes sepan que aspiran a convertir España en Cuba y Venezuela, no lo esconden y les votan por eso. No podemos reírnos de ellos calificando sus ideas de bromas absurdas, hay que tomárselos muy en serio, además del hambre y la ruina nos jugamos la democracia.
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