Opinión

¡A pillar, a pillar, que el mundo se va a acabar!

Que este Gobierno es de una inepcia jamás conocida en democracia, no teníamos ninguna duda. De su desahogo, forzando la máquina para llegar al 8-M aunque fuera a costa de multiplicar los muertos, tampoco. Que no son los más listos del mundo es público y notorio. Y que representan la maldad en estado puro lo colegiría hasta un niño de seis años. Lo que desconocíamos es la vis sobre-cogedora de este Ejecutivo, al menos de la parte teóricamente socialdemócrata, porque de la cuota podemita tenemos sobradas muestras desde hace seis años de su nulo apego a la ética y, en muchos casos, a la legalidad. La compra de material sanitario para paliar la brutal crisis sanitaria desatada en todo el mundo y disparada exponencialmente por estos pagos ha sido la ocasión pluscuamperfecta para comprobar cómo disponen del dinero público estos tíos. Despistar fondos del contribuyente siempre está mal pero hacerlo aprovechando una tragedia que se ha llevado la vida de 40.000 españoles es de una perversidad insuperable.

Los casos de más que presuntas corruptelas se acumulan sin solución de continuidad en las portadas de los periódicos de Semana Santa a esta parte. Yo he contabilizado más de 20 tras una pormenorizada revisión de la hemeroteca y seguro que alguno se queda en el tintero y que otros 20, otros 40, otros 60 u otros 100 acapararán la actualidad en las próximas semanas y meses. Seguro que más de uno me responderá ipso facto que no es que sean corruptos sino que, simple y llanamente, es todo una cuestión de incompetencia. Error: pueden ser unos zoquetes, que lo son y mucho, pero no tanto como para meter la pata de esta manera tan cantosa como indiciariamente delictuosa

El epítome más chusco, que no cuantioso de cuanto digo, salió de una primicia adelantada por OKDIARIO el fin de semana pasado cuando nos percatamos de que el Boletín Oficial del Estado (BOE) adjudicaba contratos millonarios a empresas con “dirección desconocida [sic]”. No era una errata puesto que la coletilla se repetía en varias de estas adjudicaciones. Vamos, que el Gobierno de Pedro Sánchez le había entregado por su cara bonita dinero del contribuyente a sociedades fantasma, invisibles, que nadie sabe dónde están. Una tomadura de pelo o una anécdota para la hilaridad si no se tratase de indicios sólidos de corrupción pura y dura.

Una de estas entidades mercantiles “con dirección desconocida” es la adjudicataria del contrato de 5,2 millones para la compra de hisopos. Casualmente, está radicada en el paraíso fiscal de Suiza y su objeto social es la comercialización de ¡¡¡ropa infantil!!! Vamos, que tienen un know how que nada tiene que ver con la fabricación o comercialización de material tan específico como son los hisopos, esos bastoncillos que se emplean para recoger muestras sanitarias para su posterior análisis bacteriológico o para extraer cera de los oídos de los niños.

Si la empresa contratada no tiene dirección conocida, ¿adónde irá a parar el dinero? ¿A un bolsillo desconocido o a uno conocido?

Esta misma empresa también fue beneficiaria de la compra de 10 respiradores por 420.000 euros. Si no tiene dirección conocida, ¿adónde irá a parar el dinero? ¿A un bolsillo desconocido o a uno muy conocido? ¡Qué nivel, Manuel! En total, el jetaEjecutivo de Pedro Sánchez ha puesto en manos de empresas “con dirección desconocida” 313 millones de euros públicos para la compra de material antiCovid-19. A las sospechas obvias que provoca este cante jondo hay que añadir el hecho de que en todos y cada uno de estos 14 concursos sólo había un aspirante con la excusa de las “razones de urgencia”. El Ejecutivo salió al paso asegurando que se trataba de “error burocrático”. Le faltó explicar cómo se pueden cometer 14 errores burocráticos a la vez.

Salvador Illa, el filósofo digitado por Sánchez para solventar la mayor crisis sanitaria de nuestra historia, me parece un buen tipo. Es austero en las formas, serio, está formalmente a la altura de las circunstancias y jamás se gusta en sus comparecencias. Todo lo contrario que ese inútil integral de Fernando Simón que en cualquier democracia de calidad llevaría semanas destituido, fuera de la escena pública y seguramente imputado por negligencia dolosa en la conducción de la batalla al coronavirus. Y no creo que Illa sea un corrupto. Ahora bien, o alguien se lo está llevando o algo no cuadra en este puzle diabólico. Tanta sospecha no es ni medio normal.

Dicen que cuando en un contrato público hay sobreprecio es porque hay que generar hueco para el trinque de comisiones o mordidas y coimas como se dice en la hermana Iberoamérica. ¿Por qué han inflado el precio de manera salvaje en tantos contratos? ¿Por qué compran, por ejemplo, gel y guantes a proveedores chinos que les cobran tres veces más de lo que piden sus colegas españoles? ¿Me puede alguien explicar por qué el Ejecutivo de Sánchez ha adquirido batas sanitarias a China por un precio 66 veces superior al que es habitual en España? Esto es el milagro de los panes y los peces en versión sociata.

El colmo del golferío llegó con Interpharma, elegida por el Gobierno de España para comprar la primera gran partida de test de detección del virus. El 18 de marzo, cuatro jornadas después de decretarse el estado de alarma, pactaron con esta empresita sita en Santa Coloma de Gramanet (localidad gobernada por el PSC) un precio de 17 millones de euros. El escándalo fue mayúsculo al conocerse que los test importados tenían una sensibilidad del 30%, en resumidas cuentas, eran más falsos que la tesis de Pedro Sánchez. Fakes hasta decir basta. Lo mejor, o lo peor si se mira moralmente, es que esta empresa está especializada en cremas anticelulíticas, todo tipo de potingues para la cara, óvulos vaginales, geles íntimos y vigorizantes sexuales. ¿Qué carajo tiene que ver todo esto con test de Covid-19?

Los test de Interpharma no sólo eran el timo de la estampita o un cuento chino si tenemos en cuenta la geolocalización del chanchullo. Además, el precio abonado fue de 26 euros por unidad, entre dos y tres veces el de mercado. Por cierto: el Instituto Nacional de Gestión Sanitaria (Ingesa) adelantó 6 millones de euros a estos caraduras, dinero que según fuentes “ha sido devuelto”. Eso sí: hasta la fecha, nadie ha presentado una sola prueba que certifique que este pastizal ha retornado al erario.

Se ha entregado pasta sin ton ni son a compañías ‘offshore’ radicadas en varios lugares muy agradecidos con el dinero sucio 

El no va más lo hemos conocido estos días, también gracias a este periódico: el mayor adjudicatario de contratos a dedo del Ministerio de Sanidad es un joven chino de 29 años que se licenció hace seis. A este hongkonés le han otorgado 245 millones, que se dice pronto, por proveernos de mascarillas y ventiladores. El enésimo gran escándalo teniendo en cuenta que, además de ser un pipiolo, su empresa tiene sede en un apartamento de 35 metros cuadrados que comparte con otras 13 firmas, fue constituida hace un año y el capital social es de 1.200 euros. Huele a mangancia que apesta. A su socia le han agraciado con otros 116 kilazos en un concurso en el que, para variar, sólo se presentaba ella. A los que aún alberguen dudas sobre la maldad de esta contratación, se les disiparán cuando conozcan que Hong Kong está considerado un paraíso fiscal.

Corrupción urbi et orbi. Se ha entregado pasta sin ton ni son a compañías offshore radicadas en lugares tan agradecidos con el dinero sucio como Suiza, Islas Caimán, Panamá y otros minúsculos enclaves del Caribe. Entramados societarios, varios de ellos, que aparecen en Los Papeles de Panamá y en los del Paraíso. Otro ejemplo de manual, en este caso, patrio, de cuanto estoy aseverando es el de los respiradores. Ingesa compró un lote valorado en 36 millones a una sociedad sin experiencia alguna en la materia: Escribano Mechanical and Engineering, especializada en sistemas electrónicos de Defensa. Nada que ver, pues, con los respiradores. La triquiñuela de Escribano ha sido subcontratar a una compañía que sí tiene pericia y mucha: Hersill. ¿Y por qué no se hizo directamente? Quizá la explicación tenga algo que ver con el hecho de que el gerifalte de Escribano es Miguel Ángel Panduro, filosocialista que fue alto cargo con Zapatero y Bono. Bueno y ahora también es CEO de la empresa pública Hispasat. ¿Queda claro el temita?

Y, entre tanto, yo me pregunto a qué espera la Fiscalía Anticorrupción para actuar de oficio. Y la oposición para irse al juzgado de guardia a interponer las querellas correspondientes. Porque tanta “dirección desconocida”, tanto paraíso fiscal, tanto chino chungo y tanto sobreprecio sólo pueden tener una explicación. Que tal vez alguien se ha percatado de que el chollo político tiene fecha de caducidad y se ha puesto a gritar como loco: “¡A pillar, a pillar, que el mundo se va a acabar!”. No cabe otra explicación racional. Es la hipótesis más plausible. Ya lo dijo Carmen Calvo: “El dinero público no es de nadie”. Pues eso, que cuando no es de nadie, acaba siendo del primer desahogado que pasa por allí.