Opinión

La pesadilla populista es una realidad

El mayor peligro del populismo es que pase de la vacuidad de su teoría a ocupar los sillones de un Gobierno. Hasta ahora, países como Venezuela o Ecuador, subyugados por los regímenes de corte bolivariano, parecían la triste excepción. Sin embargo, la victoria de Donald Trump en Estados Unidos demuestra que ningún país es inmune a esta pandemia, ni siquiera la nación que rige el mundo. El magnate ha sabido hacer del descontento de sus conciudadanos el carburante perfecto para alimentar una agresiva maquinaria política. A pesar de echar gasolina al fuego de la confrontación con un discurso antisistema, xenófobo y machista, sus 290 representantes lo han aupado a la Casa Blanca. Este triunfo de la visceralidad debe poner en alerta a otros países como Francia o España, donde el fenómeno es ya una seria amenaza. El país galo tendrá elecciones presidenciales en la primavera de 2017 bajo la alargada y acechante sombra de Marine Le Pen. En España, aunque por ahora prevalece la cordura constitucionalista, ya sabemos de qué son capaces los populistas de Podemos y los independentistas de Bildu o ERC: acoso al Congreso, machismo de líderes como Pablo Iglesias, amenazas veladas y un espectáculo general en el interior de la Cámara más propio del Circo Romano que de la sede donde reside la soberanía nacional.

La candidatura de Trump ha captado la voluntad de esos mismos incautos que se dejan seducir en Europa por la constante del enfrentamiento y las promesas de imposible aplicación. Una victoria en la que, indudablemente, también ha sido clave el deficiente legado de Barack Obama y el nulo liderazgo político de Hillary Clinton, incapaz de convencer con su ambigüedad a un electorado ávido de respuestas. El ‘Yes We Can’ del expresidente ha pasado de paradigma del marketing a la nada política a lo largo de su mandato. Pese a la mejoría económica de los últimos meses, EEUU sigue creciendo por debajo del 3% y la actual expansión es la más baja desde 1949. Incluso la Reserva Federal ha advertido de que difícilmente volverán a crecer a más del 2%, lo que, unido a la inflación, deja muy mermada a la familia media americana. Es ahí, sobre la desesperación, donde Trump y su demagógico ‘Make America Great Again’ han fundamentado su caladero de votos, aunque también ha contado con una importante cuota de apoyo entre los universitarios y la élite económica.

¿Qué será de nosotros? Es la pregunta que recorre en estos momentos el planeta. Al menos hasta hoy, Wall Street está de fiesta a ritmo de máximos históricos en el Dow Jones. No obstante, el peligroso experimento populista que han escogido los estadounidenses no será flor de unos días, sino la realidad de los próximos cuatro años. Un contexto impredecible para el mundo y con incierto impacto en Europa, donde todas las Bolsas han teñido sus cifras de rojo durante la última sesión. Además, se da la circunstancia de que su principal socio, Reino Unido, en otro error histórico, se decantó por el Brexit. El mundo está encogido desde el pasado 9 de noviembre. Como decía el relato corto más famoso de la literatura en español: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”. Con el agravante de que este dinosaurio es ahora presidente, acapara un poder omnímodo y su legado no ha hecho más que comenzar. Esperemos que, por el bien de nuestro país, el efecto contagio del populismo no arraigue entre los españoles en futuras citas electorales.