Opinión

Periodistas del régimen, periodismo a régimen

Hay dos tipos de periodistas en la España de Pedro Sánchez: quienes llevan toda su vida despertándose por la mañana esputando bilis subvencionada contra Vox, antes siquiera del primer café que anima las voluntades del somnoliento como hace el partido de Abascal con el zurderío, y los que justifican el nombre del periodismo vigilando y denunciando al poder, que suele estar en el otro lado. La costumbre de etiquetar, insultar, calificar, menospreciar y encasillar a una formación política por parte de los escribas del régimen (el franquista y el sanchista) ha topado con la modernidad digital, y ahora, cualquier usuario puede cuestionar al periodista y este ser ridiculizado, por su servil sumisión a un partido, con la hemeroteca haciendo de Archivo de Indias. La decencia moral y ética profesional nos obliga a estar con los que publican las desviaciones del mando supremo, los escándalos de gobernantes y siervos y las corruptelas de presidentes y familias. Lo demás, lametraserismo del poder.

En la consabida estrategia de salpimentar escándalos con la habilidad de un cocinero mainstream, Sánchez se permite controlar la pulsión pública con precisión de orfebre. El columnismo patrio sigue escribiendo, entre lametones mutuos, sobre cuestiones que ya han quedado escritas hace mucho acerca del carácter y personalidad del sujeto y de la deriva liberticida de la granja que administra. Es leer al articulista célebre hablar hoy de la vergüenza que supone tanto palmerismo hacia Pedro y uno se pregunta cómo ha aguantado tanto tiempo sin notar tan evidente sumisión. No son pocos los que, en la penumbra de su escritorio, confiesan su cansancio por atender a quienes perpetran su homilía crítica en redes y editoriales, diciendo lo mismo que otros llevamos años defendiendo, sin su éxito colocado ni su culo empujado por el poder a tal tertulia. A lo mejor, el precio de acudir una radio o tele a pontificar periodismo es ejercer de valiente a posteriori, haciendo de sus análisis una ristra congruente de perogrulladas académicas. Pero tienen nombre, solera, colegas que le ensalzan sin cesar y muchas noches de negronis encima como para que alguien les baje de ese burro y su rentable poltrona mediática.

Ayer mismo leí a dos conocidos tribuneros expresar su desazón con Pedro Sánchez por la ley de bulos que ha sacado (de anti, nada) argumentando que ponía en riesgo la democracia y que, en un sistema como el nuestro, es el periodismo quien controla al poder y no viceversa. Además de ser destacado en negrita tal compendio de brillantez, otros colegas corrieron a encumbrar la reflexión como un descubrimiento único de la literatura patria. ¡Qué tiemblen Camba, Azorín, Chaves Nogales y Pla!, pensaron. Eso por el lado de la prensa pseudolibre, que ya sabemos que, en función de la subvención, si ordenan desde arriba la crítica inversa, actuarán en consecuencia.

Hay que agradecerle, empero, a Pedro Sánchez, que impulse una ley para combatir el bulo y la desinformación cuando los principales adalides de esta deontología a la inversa son sus medios de cabecera: no hay más desmentidos, cartas al director, correcciones de la comunidad digital y llamadas de oyentes pidiendo rectificar una información, noticia, reportaje o directamente llamando mentiroso al escriba que perpetra su hagiografía que los que sufren a diario El País, La Ser, La Sexta o eldiario.es, todos ellos a sueldo público, ya que todos pagamos lo que el Gobierno les da por su generoso apoyo editorial. Perseguir lo que se cultiva es una nueva muesca en el revolver trilero de quien ha deformado tanto los fundamentos democráticos de una sociedad que ni sus principales amanuenses y bufones distinguen percepción de realidad, de ahí que se ofusquen cuando algún político con principios acude a cantarle las verdades del barquero a esas sonrisas del régimen que, por cobardía moral o por necesidad de parné, escriben, opinan y tertulianean como si nada pasara, mientras el dinosaurio aún sigue allí. Ni España va como una moto, ni aún estamos preparados para una revuelta, no mientras tengamos este nivel de intelectuales comprometidos con la salud y educación de su bolsillo.