El peor ministro en el peor momento
Cuando nombras un Consejo de Ministros no para gobernar, sino de cara a la galería, buscando contentar a populistas, nacionalistas y separatistas y a base de cuotas, como ocurre en el caso del ministro de Sanidad, elegido realmente para hacer de enlace con el independentismo ponsatí y satisfacer al indultor Iceta, corres el riesgo de que la realidad atropelle tal designación, como está ocurriendo con el ministro Pesad-Illa, que tiene ya un pie fuera del gabinete sanchista por su nefasta gestión frente al coronavirus.
Que el filósofo pscista está grogui y sobrepasado por esta funesta tormenta ante la que reaccionó tarde y mal, lo evidenció el jueves en el Congreso diciendo que el Gobierno no pudo suspender el 8M porque no tenía competencia. Una mentira como una catedral. ¿Y para qué está el delegado del Gobierno en Madrid? ¿Por qué Illa no le reportó al socialista Franco que el día 3 marzo —cinco jornadas antes de la marcha femiprogre— su ministerio ya había confirmado la “transmisión comunitaria” del Covid-19 en España?
No obstante, la responsabilidad principal recae aquí sobre Pedronono por confiar la cartera de Sanidad al primero que pasaba en su campaña de deshielo con los golpistas. «El que digui el Salvador (Lo que diga Salvador)», contestaba Iceta en campaña electoral delegando así en su secretario de Organización, cuyo problema radica precisamente en ello, en que accedió al ministerio no por su manejo en las altas esferas de la Administración, sino por su perfil de hombre de partido dispuesto a allanar la negociación con los secesionistas.
Y claro, cuando tu hoja de servicios, la de gestor de la cosa pública, son diez años como alcalde de tu pueblo, La Roca del Vallès, de diez mil y pico habitantes, junto a dos estancias breves en el Ayuntamiento de Barcelona y en el Govern, ya no una pandemia mundial, sino tu propio país, se te queda demasiado grande. Que Illa no es médico como las ex ministras Ana Pastor o Carmen Montón, ni científico como Bernat Soria, ya lo sabíamos, pero su desconocimiento del sistema autonómico, al que ha desabastecido negligentemente en la lucha contra el bicho, ha evidenciado su incompetencia. A la ministra Mato le cogió la crisis del Ébola también sin haberse puesto una bata, pero Moncloa supo reaccionar a tiempo y colocó a la vicepresidenta Santamaría al frente de la coordinación de las comunidades.
Sin embargo, el Doctor Cum Fraude ha dejado aquí a Illa que se abrase, encadenando errores de bulto. El fiasco de los 640.000 test defectuosos adquiridos a una empresa china sin licencia es ya el primer trazo de su epitafio político —las compras ya las lleva Hacienda— como ministro de Sanidad. Podemos no quiso la «caseta del perro» (así le llamó a esta cartera con las competencias transferidas) y Sánchez entregó la hoy Autoridad Competente a un filosoberanista para que le acompañara en la mesa de la traición con Torra. El peor ministro en el peor momento.
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