Opinión

Pablo Casado tiene garra

El nuevo líder del PP no defraudó en su bautismo parlamentario. Todo lo contrario. Pablo Casado subió al estrado de las Cortes en su primer duelo con un presidente del Gobierno y sorprendió a propios y extraños. Hasta los sorayistas le aplaudieron a rabiar. Y causó sensación ya no sólo porque subiera sin papeles a la tribuna, algo que se agradece hoy en día para dignificar una clase política que repite cuál papagayo cuatro notas del argumentario y que sufre adicción al teleprónter. Ni tampoco porque encadenara sin pestañear cifras y críticas a los falsos números del Doctor Cum Fraude y al populismo del vecino más chic del Galapagar rico. El jefe de la oposición dio la campanada en la Carrera de San Jerónimo porque exhibió una garra que no han mostrado ni sus actuales rivales si su antecesor Rajoy, cuyas cualidades de aplomado parlamentario era otras.

A Pablo Casado se le vio con arrojo en la tribuna, encadenando golpes a un Sánchez contra las cuerdas, y sobre todo, se le notó que quería permanecer allí horas y horas desenmascarando al “partícipe y responsable” del Golpe de Estado en Cataluña. Sólo la luz roja del tiempo agotado se cruzó en su camino. El líder del PP apretó los dientes y los puños y se bajó del estrado con ese ímpetu y ese empuje de quien está llamado a ser presidente del Gobierno más pronto que tarde. La entrega de Rafa Nadal, la furia del lateral y seleccionador Camacho, asoman por la política. Muy lejos del lánguido Sánchez, que sólo improvisa arrebatos chulescos, o del comediante Iglesias, que siempre parece estar interpretando un monólogo de su programa iraní Fort Apache —hermano de La Tuerka—. Hasta Rivera quedó el miércoles por detrás de Casado y eso que el líder de Ciudadanos es maestro en las artes de la oratoria política, campeón de la Liga Nacional de Debate Universitario con 21 años. Esto también dignifica la política y no los plagios, los puños en alto y el circo en la sede de la soberanía popular.

Con todo, la de Casado es una furia templada y contenida, por mucho que Sánchez, su spin doctor Iván Jode y su cocinero Tezanos hayan encendido el ventilador para equipar su figura con la “crispación”. El nuevo tótem del discurso sociopopulista. “¡Que vienen las derechas!” “¡Que viene la crispación!”. Como si las izquierdas en este país no fueran sinónimo de algarabía y agitación. Que se lo pregunten a Iglesias, Monedero y su pandilla del Pásalo del 13-M. Pero la izquierda también es sinónimo de desastre económico. El único presidente del Gobierno de España que ha votado a favor de congelar las pensiones —lo hizo en 2010 como diputado— es Pedro Sánchez. Esto es LA IZQUIERDA, señora Lastra, pancarteo guerracivilista, mala gestión y desaceleración, además de corrupción a espuEREtas y crisis de valores.

Prueba de que Casado había despuntado fue la réplica que le dio Pedronono, tratando de intimidarle y obligándole a retirar del Diario de Sesiones que le llamara cooperador de los golpistas por no aplicar ya el 155 en Cataluña, como ha aprobado el Senado. “Respeto institucional y moderación”, demandó el jefe del Ejecutivo, como si él no faltara el respeto a los españoles cada día que pasa sin convocar elecciones. O mandando unos Presupuestos fake a Bruselas. O intentando burlar al Congreso y al Senado con una reforma inconstitucional de la Ley de Estabilidad. O amenazando con querellas a la prensa libre. O presionando a la Justicia para que no aplique el delito de rebelión a los golpistas de Junqueras. O no condenando la agresión a un guardia civil en Barcelona por parte de los radicales separatistas. España no se negocia en ninguna cárcel, señor Sánchez. ¡Modérese!