Opinión
Las 7 alternativas que le quedan al ¿resiliente? Sánchez

O se va como un chorizo o se queda como un mártir

En apenas nueve horas, Pedro Sánchez tiró a la basura su Manual de Resistencia. Las que transcurrieron entre su salida por patas del Congreso a las diez de la mañana del miércoles y la publicación de esa patética carta de amor a eso de las siete de la tarde. O tal vez es que, como quiera que se trata de otra estafa, que se suma a la de su tesis, ambas obras fueron escritas por negros cero talentosos, no tiene pajolera idea de qué va eso de hacerse un Rocky Balboa. Su comportamiento más propio de un niñato consentido que del que se le presupone a un primer ministro democrático occidental viene a confirmar que, como tantas y tantas cosas, todo en él es pura mentira.

El todavía presidente del Gobierno se metió él solito en un jardín infestado de espinas. A santo de qué venía una carta que lo retrata más como un púber que como un presidente como Dios o, en su caso, el diablo manda. El respeto que le tenía media España y el miedo que le profesaba el otro 50% se han ido por el sumidero con la misma facilidad con la que desaparece una perla. Ya nadie le tomará en serio. Queda como un pusilánime. Y hasta el tonto más tonto de la última aldea de España sabe perfectamente cómo se llama su punto débil: Begoña.

Resulta absolutamente incomprensible que alguien que, cual Cid redivivo, logró ganar después de muerto la batalla más importante de su vida, las Primarias del PSOE frente a Susana Díaz, enarbole la bandera blanca a las mínimas de cambio. La cuestión es doblemente alucinante si tenemos en cuenta que la querella presentada por Manos Limpias tiene tantos agujeros como un queso gruyère, se basa en recortes de prensa, y que los hechos denunciados tienen complicado encaje legal. Tan cierto es que lo de Begoña Gómez es repugnante nepotismo como que hablar de tráfico de influencias son, de momento porque esto va in crescendo, palabras mayores.

Pedro Sánchez no ha dimitido. Y la cuasiinfalible estadística dicta una conclusión: su patológica adicción al poder, demostrada en tantas y tantas ocasiones, induce a pensar que el amago quedará en eso. Cuando uno quiere dimitir, no lo anuncia ni se toma unas vacaciones, dimite y punto. Adolfo Suárez no hizo pellas cinco días antes de comunicar a la nación que se iba aquel 29 de enero de 1981 para la historia. Consultó su idea con Amparo Illana, llamó a TVE, le mandaron un equipo de cámaras y soltó el bombazo. No hubo ni patéticas cartas de amor ni lágrimas de cocodrilo. Las dimisiones no se amagan ni se insinúan, se presentan.

Cuentan que el equipo enviado al rescate de Franquito Sánchez el miércoles a Moncloa estaba compuesto por tres personajes: María Jesús Montero, Félix Bolaños, al que podríamos denominar ministro de la Autocracia porque en su persona asume los tres poderes del Estado: Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes, y un Óscar Puente que es el único que se atreve a cantarle las cuarenta al big boss y al que dicen que le dijo que no quiere acabar «como Urdangarin». A ellos se les unió el jefe de gabinete, Óscar López, que no supo ni quiso parar los pies al personaje antes de enviar una Carta a la Ciudadanía que constituye un inigualable monumento al disparate. Lo que tal vez a Sánchez se le antojó una genialidad, representa una patochada de marca mayor.

Pero que nadie lo dé por muerto. El gato Sánchez ha demostrado que tiene siete vidas, nueve si viviéramos en un país anglosajón. Los escenarios de resiliencia que se le plantean al amado líder socialista son cinco:

1.- DIMISIÓN A PELO. El más arriesgado de todos, el adiós, puede suponer una liberación para él a corto plazo pero a largo se antoja una tortura. No es, stricto sensu, un caso de resiliencia sino todo lo contrario. Si se las pira sin más, la historia no sólo no le absolverá sino que le dibujará como un chorizo, como el presidente que se fue por corrupción por mujer interpuesta. Y fuera del poder hace mucho frío, la calle para un político es la Antártida, y encima ya no manejas ni la Fiscalía ni los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, ni tampoco el Constitucional.

2.- CUESTIÓN DE CONFIANZA. Esta figura constitucional es la antítesis de la moción de censura. Mientras esta última la presenta la oposición, la cuestión de confianza es un triple salto mortal del presidente en ejercicio, que la insta para acallar la crítica interna y/o externa. Resiliencia constitucional. Las dos que se han implementado en democracia acabaron con victoria del defensor del título. Tanto Adolfo Suárez en 1980 como Felipe González en 1990 las superaron sin el más mínimo problema. Fueron sendos paseos triunfales. La gran duda que alberga Sánchez es si lograría los 179 escaños que revalidaron su permanencia en Moncloa hace escaso medio año. No las tiene todas consigo.

3.- DISOLUCIÓN DE LAS CORTES EN DIFERIDO. Tampoco es descartable esta opción. Se presenta el lunes en Moncloa anunciando que disolverá las Cortes y convocará elecciones y mata dos pájaros de un tiro: ganar tiempo y hacer realidad ese aforismo que sostiene que «mientras hay vida hay esperanza». Lo demostró el 29 de mayo del año pasado cuando, ni 24 horas después del apocalipsis socialista en municipales y autonómicas, nos envió a unos comicios que demoscópicamente tenía perdidos. Nos dejó literalmente boquiabiertos. No ganó pero gobernó asociándose con lo peor de cada casa, empezando por el número 1 histórico de la banda terrorista ETA, Arnaldo Otegi. El problema para él es el mes que resta para poder sortear ese inconveniente constitucional que prescribe que entre las últimas generales y las siguientes ha de transcurrir un año. Como quiera que las anteriores fueron el 23 de julio, tendría que rubricar la disolución y la subsiguiente convocatoria entre el 30 de mayo y el 4 de junio, dependiendo del día de la semana que se fije. Lo normal es que fuéramos a elecciones el 28-J, domingo. Sea cual sea el escenario, la llamada a las urnas ha de formalizarse 54 días antes.

4.- DIMITE, CONVOCAN Y VUELVE A PRESENTARSE. Suena a ciencia ficción pero no lo es tanto. Táctica y estratégicamente sería una jugada maestra. Se las pira, deja a María Jesús Montero como mujer de paja y su sucesora, tras someterse a una investidura y ganarla, convoca elecciones con él de número 1 de la lista por Madrid. Se va y vuelve en tiempo récord. Algo parecido a lo que hizo Felipe González en ese XXVIII Congreso del PSOE de mayo de 1979 en el que se marcó un todo o nada, «o renunciamos al marxismo o me voy», y le salió mal a corto plazo y bien a medio y largo. Dimitió, se creó una comisión gestora presidida por José Federico de Carvajal, se convocó un cónclave extraordinario cuatro meses más tarde y ahí, sí, González salió por la puerta grande, sin marxismo en la mochila y con un petardo en el trasero que le conduciría a La Moncloa en tres años y un mes.

5.- ASCENSO A LOS CIELOS INTERNACIONALES. No lo veo. Sus opciones de optar a la Secretaría General de la OTAN han quedado reducidas a entre cero y ninguna tras su respaldo incondicional a los terroristas de Hamás y sus constantes feos a Israel. Y tiene las mismas posibilidades de presidir la Comisión Europea que yo de jugar de pívot en la NBA toda vez que Von der Leyen ha anunciado que repetirá y nadie va a contrariar a Alemania, la gran potencia de los 27. Tal vez le toque la pedrea de la Presidencia del Consejo Europeo, ya que expira el mandato del belga Charles Michel. Es lo máximo a lo que puede aspirar. Un rol secundario y tan sólo dos años y medio de mandato. Poco para un ego tan elefantiásico.

6.- «O YO O LA ULTRADERECHA». Sánchez y su banda nos toman sistemáticamente por gilipollas intentando hacernos ver poco menos que la España de 2024 es la de Franco en 1955. El pájaro citó ¡¡¡14 veces!!! los términos «derecha» y «ultraderecha» en una carta de amor que provocaría vomitonas instantáneas a la mismísima Corín Tellado. Para nada es descartable que el lunes se plante ante las cámaras como el Supermán que va a hacer frente al fascismo que asuela España pese a que nadie lo ve, lo palpa o siquiera lo intuye. Una sinvergüenza forma de hacer política sintetizada en ese «¡no pasarán!», aderezado con el «¡sí se puede!» de infausto recuerdo, que este sábado tarareaban en Ferraz unas bases socialistas cada vez más podemizadas.

7.- ‘PERFORMANCE’ CON BEGO. La alternativa más arriesgada de todas, pero de largo la más brillante y maquiavélica, pasaría por comparecer este lunes  de la mano de Begoña Gómez, la personalidad del momento. Un speech lacrimógeno, en el que se declaren víctimas de una cacería de la ultraderecha, pico final incluido, se antoja imbatible. La victoria sería rotunda cuando se archiven las querellas interpuestas por Manos Limpias y Hazte Oír, que tienen menos recorrido que el que dibuja el horizonte a Correcaminos cuando se planta en el abismo.

Vaya usted a saber con qué nos sale el pollo. Estoy convencido de que, tome la decisión que tome, nos sorprenderá. No le veo tirando la toalla así como así. No va con él. Y teniendo en cuenta su amor al Falcon, al Super Puma, a Doñana, a la Residencia Real de La Mareta, al Airbus y a Quintos de Mora tampoco me lo imagino haciendo las maletas tal cual. Salvo que tenga una depre de caballo, que algo de eso hay en el momento de escribir esta columna, este cuento no ha acabado. Por desgracia, porque estamos ante el mayor cáncer de la democracia. Ojalá me equivoque. Ojalá acierten los correligionarios que dicen que la suerte está echada y se va.