Yo nunca diré «me molesta que no peguen un tiro a Cassandra»

Cassandra Vera
La tuitera Cassandra Vera.

Estoy hasta el arco del triunfo de que la izquierda mediática, que es la que domina este país, decida qué es debate, qué es bueno, qué malo, qué regular, quiénes pueden ostentar la vitola de «demócratas» y quiénes no, a quién hay que linchar y a quién no. Que una tuitera, que no sé si es malvada hasta el infinito o está más pallá que pacá, sea condenada por unas expresiones miserables a la par que salvajes es lo normal en un Estado de Derecho. Aquí y ahora todos tenemos que hablar por bemoles de la tal Cassandra Vera y pobre de ti como no defiendas que es víctima de un martirologio…

Como quiera que la corrección política, el buenismo y el miedito me los paso por el lugar donde el ombligo pierde su casto nombre, entro a saco en el análisis de la situación para que los jetas no se vayan de rositas y para frenar el peligroso avance del pensamiento único. Y en el análisis objetivo, que no tramposo, del asunto. Lo primero que hay que puntualizar es que aquí todo el mundo, empezando por un Iglesias que no se entera de la misa la media (en este caso no es embuste sino analfabetismo jurídico), habla de «delito de enaltecimiento del terrorismo» cuando a la tal Cassandra se le ha condenado por un delito de humillación a las víctimas.

El artículo 578 de marras del Código Penal no es una ocurrencia de nadie ni una mordaza de los fachas del PP. Lo sacó adelante el Gobierno de Felipe González siendo ministro de Justicia e Interior Juan Alberto Belloch. Castiga «el enaltecimiento o justificación por cualquier medio de expresión pública o difusión de los delitos comprendidos en los artículos 571 a 577 de este Código de quienes hayan participado en su ejecución o la realización de actos que entrañen descrédito, menosprecio o humillación de las víctimas de los delitos terroristas o de sus familiares se castigará con pena de prisión de uno a dos años». Los malos-malísimos del PP sólo la adecuaron a los tiempos hará un par de años para incluir esa nueva deidad que se llama internet.

Y, obviamente, se puso negro sobre blanco para proteger y amparar a lo mejor de nuestra sociedad: las víctimas del terrorismo que fueron asesinadas, mutiladas, destrozadas psicológicamente o extorsionadas por defender la libertad de todos. Las víctimas del terrorismo y sus familias. Gente ejemplar que siempre perdonó y jamás sucumbió a la tentación de tomarse la justicia por su mano. Un verdadero milagro cuando hablamos de 859 asesinados, miles de heridos y extorsionados, decenas de secuestrados y -ahí es nada- 250.000 exiliados del País Vasco y Navarra. Fue la altura moral de las víctimas y su entorno pero también esa protección jurídica la que provocó que esto no terminase en una carnicería en la que imperase ese «ojo por ojo, diente por diente» más propio del medievo que de una sociedad moderna.

Pues eso, que a la no sé si miserable o perturbada de Cassandra (o es una cosa o la otra), le han metido un año de trena por humillar a la víctima de un atentado terrorista. Por muy malo que fuera Luis Carrero Blanco, que lo era y mucho en su condición de presidente del Gobierno de una dictadura, no es de recibo reírse, mofarse y hacer befa de su terrible muerte. Y por eso han condenado a esta murciana marciana de 21 años. No por defender el terrorismo como algunos intoxicadores nos quieren hacer creer en esta permanente comunión con ruedas de molino que nos ha tocado padecer en esta España de nuestras entretelas. Esto no es lo de los showmen Wyoming y Dani Mateo, cuyas manifestaciones sobre el Valle de los Caídos tienen entre cero y ninguna relevancia penal.

Tienen razón personajes tan dispares ideológicamente como el ministro Catalá y el diputado y magistrado Juan Pedro Yllanes cuando defienden a capa y espada este tipo penal y específicamente el artículo 578. Tan cierto es que ETA ya no asesina como que sus víctimas siguen ahí entre nosotros. Tan verdadero es que muchas de estas alimañas han cumplido ya condena y dicen haberse arrepentido como que hay 300 crímenes sin resolver o que hijos de Satanás como El Carnicero de Mondragón no se arrepienten de sus asesinatos en serie. Tan obvio es que los peores años del plomo pasaron como que el matonismo hace ahora el trabajito que antaño hacían los terroristas, ahora no te asesinan pero te pueden dar una paliza como levantes la voz. Y tan evidente es que los coches bomba ya no hacen su macabro trabajo como que los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla.

¡Ah! y tenemos ahí una realidad yihadista que anteayer hizo de las suyas en Estocolmo pero en cualquier momento puede pegar un zarpazo en Madrid, Barcelona o Sevilla. No podemos ni debemos tolerar que quien llama a atentar en nuestro territorio o loa al Estado Islámico se vaya de rositas, como pretenden Pablo Iglesias y su banda. El político de los dientes color carbón tiene derecho a estar mucho más cerca de ETA que de la gente de bien pero una democracia digna de tal nombre no puede dejar sin sanción ni la defensa del terrorismo ni la humillación de quienes lo padecen. Digo padecen y digo bien porque las víctimas viven el pasado como un presente perpetuo que les perseguirá en su mente y en su corazón hasta el día que dejen este mundo.

La tal Cassandra tiene que darse con un canto en los dientes. Porque si la Fiscalía actuase de oficio le caería no un año sino un porrón por amenazas, incitación al odio y a la violencia, enaltecimiento del terrorismo (esta vez sí) y medio Código Penal más. Y no hablo de sus célebres tuits sobre Carrero que no son bestias sino lo siguiente pero que se antojan un juego de niños al lado de los que ha ido desgranando Miguel Ángel Ruiz Coll en OKDIARIO. «Me molesta que Rajoy todavía no haya recibido un balazo en la cabeza», es el primero. «Esperamos que Cifuentes muera antes de las doce», aseguraba en este segundo mientras la ahora presidenta de la Comunidad de Madrid se debatía entre la vida y la muerte tras su accidente de moto. «Lo único que lamento es que Adolfo Suárez no hubiera muerto con una bomba debajo del coche», es el tercero y fue escrito el día que expiró el PRESIDENTE. Sí, PRESIDENTE. «Espero que José Tomás muera lenta y dolorosamente», es el cuarto vómito de esta tipeja en alusión al genio de los genios. El quinto habla por sí solo: «Qué mal hizo ETA dejando tanto hijo de puta vivo». Y no sigo porque se me llevan los demonios al leer las diatribas de este personajillo de tres al cuarto. Por cierto: ¿a que a ti, querida, no te gustaría que te balaceasen, que tu padre saltara por los aires o que un morlaco te metiera el cuerno por la sien?

Lo más curioso es que todos los medios de izquierdas que hablan de esta pájara poco menos que como si fuera María Goretti o la Madre Teresa de Calcuta, y no el ser diabólico o la loca carioca que es, ponen el grito en el cielo por el hecho de que la condena la inhabilite para cumplir su sueño: «Ser docente». Pues menos mal porque aseguró también en twitter que «cuanto más niños veo, más asco me dan, odio a los niños y los heteros» y «soy feliz con un rifle para matar a los canis [canijos] que vea». O al hotel rejas o a Ciempozuelos, no hay más. Una sujeta así no puede andar suelta por ahí. Que Dios coja confesados a unos niños en manos de esta individua porque, a tenor de sus palabras, les puede descerrajar un balazo en la cabeza.

La persona que mejor ha resumido este falso y amañado debate es Jesús Alonso, fiscal jefe de la Audiencia Nacional e indiscutiblemente uno de los más prestigiosos integrantes de la carrera. «No hay derechos absolutos si conculcan otros», declaró cuando se le preguntó por la cuestión. Pues claro. Es obvio que uno no puede decir lo que le venga en gana y encima salga gratis. Porque entonces esto será la ley de la selva, cada uno se tomará la justicia por su mano y Lynch será el parámetro para dirimir cuitas entre ciudadanos. Si a los tan ultrapreconciliares casposos de Hazte Oír se les ha pegado, se les ha estigmatizado, se les ha abierto diligencias por los penes de los niños y las vulvas de las niñas, es obvio que a una apologeta de la violencia y el terrorismo hay que meterle mano penalmente hablando. La Justicia es para todos, no para los que no piensan como yo, y se debe impartir sin escrutar el ADN ideológico de cada uno.

Abolir el artículo 578 del Código Penal, como pide el amiguete del terrorista Otegi y sus pistoleros, es tanto como dar rienda suelta al implacable yihadismo y a los matones terroristas de Alsasua. ¿Qué diría la tal Cassandra si alguien se metiera con su condición trans, hiciera mofas o la injuriase por ello? Si seguimos los dictados de Iglesias y parte del PSOE, se dará carta de naturaleza a los psicópatas. Y a los que se ríen, menosprecian o relativizan el infierno en vida de las víctimas de la violencia de género. E igualmente a los que desprecian, insultan y ridiculizan a una persona por su condición sexual, sea L, G, T, B, I o hetero. No quiero ni deseo eso porque de alguna manera supondría el regreso a las cavernas. A la ley del más fuerte. Si todo vale en democracia, la democracia no vale nada. Eso y la tiranía es lo mismo. De mi boca nunca saldrá un «me molesta que no le peguen un tiro a Cassandra». Porque es inmoral, es ilegal y esto no es el Lejano Oeste.

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