No eran gente de paz, sino terroristas callejeros
Según el independentismo, la ola de violencia callejera desatada en Cataluña tras la sentencia del Supremo era cosa de «infiltrados», gente proveniente del movimiento okupa o antisistema venida de otra parte del mundo. Según el independentismo, como ellos son «gente de paz» no podían estar detrás de los gravísimos incidentes registrados durante cinco noches consecutivas en Barcelona. Según el independentismo, el Estado estaba intoxicando una vez más con el único fin de estigmatizar el movimiento secesionista.
Todo eso decía el independentismo, hasta el punto de que el presidente de Cataluña, Quim Torra, en lugar de condenar la violencia de los radicales, prefirió abrir una investigación para determinar si los Mossos se excedieron en su actuación. Pues bien, los datos demuestran que el independentismo -no es ninguna novedad- mentía a sabiendas: los jueces han enviado a prisión hasta ahora a 32 personas por su participación en los actos de violencia. De ellos, el 83% -27- son «activistas» vinculados con el independentismo. O sea, separatistas radicales adscritos en su mayoría a los CDR o a plataformas como Arran.
Y los refuerzos que vinieron del extranjero -viejos conocidos del terrorismo callejero- lo hicieron a instancias de los CDR, que tienen conexiones internacionales con lo «mejor de cada casa». La conclusión es obvia: el movimiento independentista se ha radicalizado a unos extremos que rayan con el terror urbano. Lo de la «gente de paz» es un cliché que ha quedado tendido entre los adoquines y las barricadas incendiarias. Y al frente, como inductor «intelectual», el mismísimo presidente de la Generalitat, Quim Torra, el más alto representante del Estado en Cataluña.
Conclusión: el clima insurreccional que se está gestando en esa Comunidad Autónoma forma parte de una estrategia trazada por el independentismo institucional y no es una reacción espontánea. Razón de más para dejarse de cálculos electorales y tácticas partidistas. La aplicación del artículo 155 es una necesidad nacional. Sánchez o quien tenga la responsabilidad de formar gobierno, tendrá sí o sí que intervenir.
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