No diga Complutense, diga Universidad Podemos
La Universidad Complutense vende su neutralidad e independencia política por un puñado de euros tras alquilar la Facultad de Filología a Podemos para distintos actos de la formación que tendrán lugar entre el 22 y el 25 de septiembre. Dos requisitos que deberían ser irrenunciables para cualquier centro público de educación que se precie y que, sin embargo, quedarán pisoteados para siempre por la sumisión al partido de Pablo Iglesias. Desgraciadamente, y a pesar de la gravedad, era de esperar. Desde que los podemitas se constituyeran como formación política en 2014, su constante relación con la Complutense siempre ha sido sinónimo de escándalo y connivencia.
Algunos de sus dirigentes e ideólogos —Monedero, Bescansa o el propio Pablo Iglesias— han utilizado sus puestos como docentes de la institución para ponerla al servicio del partido. Igual que los regímenes más rancios e intervencionistas del siglo XX, donde los políticos preponderantes trataban de fagocitar por completo la educación para sustituirla por el lavado de cerebro o el adoctrinamieno. Finalmente, y durante esos cuatro días, los gerifaltes podemitas conseguirán vestir las paredes complutenses de morado. El centro perderá un apellido con casi dos siglos de antigüedad y, al menos en una parte de Filología, pasará a llamarse ‘Universidad Podemos’.
Un evento de captación camuflado de jornadas de «debate» donde los populistas impartirán doctrina entre aquéllos que estén dispuestos a pagar —resulta paradójico dado su discurso al respecto de los espacios públicos— unas entradas que oscilan entre los 15 y los 45 euros y que permitirán el acceso de todas las personas mayores de 12 años, niños incluidos. Estamos ante un acto de propaganda consentida con el que la Universidad Complutense traiciona su propio lema de Libertas Perfundet Omnia Luce —La libertad ilumina todas las cosas— al plegarse a Podemos. Y lo hace para potenciar la actividad política de unos dirigentes que han supuesto un constante menoscabo para la reputación del centro. Atrás quedan sucesos como el asalto a la capilla por parte de Rita Maestre, la sanción interruptus a Monedero por sus trabajos a Venezuela o los 17.000 euros por «patentes e inventos» regalados a Carolina Bescansa.
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