Ni puñetera gracia
El futuro de nuestro sistema democrático pasa necesariamente por la regeneración. Los políticos que nos representen deben tener una hoja de servicios impoluta para hacerse merecedores de sus cargos. Cada candidato debería ser escrutado con el mismo rigor que se efectúan los procesos de selección en las empresas de los países punteros: experiencia laboral, currículo y trayectoria en redes sociales por ser parte indivisible de nuestros días. Si esta dinámica se practicara con asiduidad en España, nos evitaríamos muchos escándalos de corrupción económica, ética y de comportamiento. Se reducirían al mínimo infamias como las de Guillermo Zapata, el guionista amigo de la Cuba castrista, que pasaba las horas en Twitter riéndose de los seis millones de judíos que murieron en el Holocausto y de las víctimas de ETA.
El actual concejal presidente del Distrito de Fuencarral-El Pardo, labor por la que cobra 92.697 euros al año, se sentará en el banquillo de la Audiencia Nacional ante el juez Santiago Pedraz para dar explicaciones sobre el descrédito, menosprecio o humillación a las víctimas de los delitos terroristas o de sus familiares. Frases como «Rajoy promete resucitar la economía y a Marta del Castillo» o «¿Cómo meterías a cinco millones de judíos en un 600? En el cenicero» son sólo un resumen de la catadura moral y del nivel humorístico —si a eso se le puede llamar humor— del señor Zapata. No hay contexto posible que justifique ese tipo de diarrea intelectual.
Las personas, al igual que sucede con la historia, somos en el presente gran parte de los actos de nuestro pasado. Por eso, no vale de nada el argumento de esa máquina de enmascarar errores propios llamada Podemos por el que Zapata estaría eximido de culpa de cara a la función pública por haber escrito los mensajes antes de ser político. A sus 32 años —los que tenía en 2011— su visión de la realidad se basaba en los mismos patrones que ahora pone al servicio del organigrama del Ayuntamiento de Madrid, del que debería de estar totalmente fuera tras unos tuits deleznables en cualquier persona pero especialmente intolerables en alguien que representa a la ciudadanía.
Dado que Guillermo Zapata dice ser guionista, seguro que el cine está entre sus pasiones. Ante la insensibilidad de sus comentarios, sería conveniente que repasara algunas de las grandes películas que reflejan aquella encarnación absoluta del mal que fue el Tercer Reich de Adolf Hitler. Quizás, si se detiene en ‘La lista de Schindler’ de Steven Spielberg, en la conmovedora ‘La vida es bella’ de Roberto Benigni o en la reciente y durísima ‘El hijo de Saúl’ de László Nemes, adquiera conciencia de hasta qué punto humilló e insultó a todas aquellas víctimas en base a unos comentarios por los que debe ser condenado. Ni puñetera gracia, señor Zapata. Ni puñetera gracia.
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