Neurona y neurosis
El síndrome postvacacional del estafermo bronceado le ha derivado en lo que apunta a una alarmante neurosis. El Sultán de la Mareta ha exteriorizado esta semana varios brotes de histeria política que conducen a una misma y fuerte preocupación. Sánchez quiere aprobar los próximos Presupuestos Generales y sabe que lo va a tener complicado tanto dentro como fuera de su propio Gobierno. El último revolcón en el Congreso por querer sirlar a los ayuntamientos sus ahorros ha sido histórico. Sus terrores nocturnos con Frankenstein vuelven a escena.
Sólo así se explica el inédito baboseo del presidente a la hora de pronunciarse sobre su socio Iglesias, cercado en los tribunales por un pufo electoral con la consultora bolivariana Neurona y por un posible delito de denuncia falsa en el caso de su asesora marroquí. Con el móvil de Dina Bousselham, se montaron tal película que ya les gustaría a los guionistas de Mujer para la mente retorcida de Şirin Sarikadi, paradigma de la perturbación.
Si bien hay muchas maneras de cerrar filas, el modo obsceno y hasta cómico en que Sánchez salió en defensa de Pablenin («Podemos cumple la Constitución, el PP no») revela que su diagnóstico es el de una angustia freudiana por sacar adelante las cuentas anti-covid para que no encalle la legislatura. El Obama de Pozuelo sabe que Iglesias tiene más persuasión sobre sus amigos nacionalistas, independentistas y proetarras, como se vio en el sainete de Bildu y la derogación de la reforma laboral en una prórroga de la alarma, y por ello lo quiere contento y activo. De ahí, tanta cremita. Lo evidenció también Lady Lie Lastra, metida ahora a abogada del podemismo y más docta que la Fiscalía de Madrid, que ha hallado «indicios suficientes» de delito. «El caso de Neurona quedará en nada», soltó. Ya lo sabe ella antes que el juez.
Lo grave radica en que aquejado de tal desesperación, el inquilino de la Moncloa no sólo da ya el pésame a criminales de ETA con tal de tener el apoyo bildutarra, sino que además está dispuesto a dinamitar el legado de la Transición dando entrada a Podemos en el Poder Judicial. Por ello, Pablo Casado se niega y con razón a poner en riesgo el Estado de Derecho. Aunque el líder popular debe saber que más allá de la trampa socialista («No podemos reformar ahora el CGPJ porque el proceso de renovación ya está iniciado»), la elección de los jueces por los jueces, sin pasteleos, es la única apuesta por la regeneración y la decencia. Hasta la fecha sólo hay una iniciativa registrada en el Congreso en este sentido, y es de Ciudadanos. En torno a esta proposición de ley, de suma relevancia, PP, Vox y los de Arrimadas habrían de buscar el consenso y dar esa batalla, como en 2018, porque les va la libertad en ello. La suya y la de todos los demócratas.
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