El necesario rearme ideológico del centroderecha
Cuando han pasado 47 años de la muerte del general Franco, iba siendo hora de que el centroderecha se aprestara a ocuparse de los asuntos ideológicos desde los que establecer estrategias y tácticas políticas de choque en el combate diario contra populismos de todo signo y condición y las izquierdas.
Porque la derecha radical nació con el rearme ideológico incluido en su ADN. Siempre es más fácil sustanciar presupuestos desde el radicalismo que desde la moderación.
Según las informaciones que emanan del cuartel general de Génova 13, Núñez Feijóo quiere armar al Partido Popular con fundamentos sólidos. Precisamente, se propone lo descrito el presidente menos ideológico que ha tenido el PP desde su refundación a manos de Manuel Fraga. José María Aznar lo intentó con acierto en sus seis años de oposición, pero acabó diluyéndose cuando llegó al Gobierno y sus necesidades prácticas del día a día.
Mariano Rajoy ni lo intentó siquiera. Le preocupó más dar de comer a la gente que vender historias de carácter académico e incluso de teorías políticas. Un conservador neto y nato como él suficiente tuvo con administrar la herencia en forma de ruina que le dejó el más estulto de cuantos primeros ministros han deambulado por la Unión Europea, un tonto con aprovechados como Contreras y Barroso que hicieron su agosto económico como jamás hubieran soñado.
Aplaudo ese rearme que se propone el gallego de Orense. Planteamientos políticos para afianzar y extender la cultura del mérito, que en sí misma, debería serlo todo. Planteamientos ideológicos para consagrar todas las libertades; ideas para fundir España en la modernidad y el progreso a través de la Unión Europea; estrategias para defender la permanencia del Estado. Teorías para defender la igualdad de salida (oportunidades), pero también para llevar al frontispicio de la acción política la desigualdad de llegada en base al trabajo, el esfuerzo, el riesgo y el talento.
Sólo así caerá definitivamente el último teorema falso de la izquierda: su teórica superioridad moral, entre otras razones, porque la Historia concluye que es una falsedad. Y lo es.
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