El muro contra la derecha de Pedro Sánchez
En su discurso de investidura, Pedro Sánchez presumió de que su Gobierno se había convertido en el único «muro» para frenar a la derecha, confirmando así que su intención siempre ha sido impedir el pluralismo político que el artículo 1 de la Constitución establece como valor superior propugnado por nuestra democracia.
Para impedir que gobierne la derecha y, en consecuencia, para bloquear la alternancia y el pluralismo político que es la base de cualquier democracia, Pedro Sánchez ha levantado un muro de mentiras, traiciones, corrupción, compra de votos e incumplimiento de promesas electorales en los temas más trascendentales para el presente y futuro de España. Y ese muro que impide gobernar a la derecha lo ha levantado en coalición con los comunistas y apoyado en los proetarras de Bildu, la extrema derecha golpista, racista y nacionalista catalana y la más rancia derechona tradicionalista vasca.
Uno de los ladrillos fundamentales del muro de Sánchez contra la derecha es el Partido Comunista de España, oculto dentro de Izquierda Unida y estos a su vez camuflados en Sumar; pero manteniendo intacta su ideología de extrema izquierda antidemocrática y genocida. Así, en el nuevo Gobierno existen 5 ministros comunistas, una ideología de la que, el 19 de septiembre de 2019 el Parlamento Europeo afirmó por una impresionante mayoría de 535 votos a favor, 66 en contra y 52 abstenciones, que «cometieron asesinatos en masa, genocidios y deportaciones y fueron los causantes de una pérdida de vidas humanas y de libertad en el siglo XX a una escala hasta entonces nunca vista en la historia de la humanidad».
Sira Rego afirma en público que Lenin no es ningún genocida. Pablo Bustinduy alabó la dictadura «gloriosa» de Fidel Castro. Ernest Urtasun votó en contra de la propuesta de la Eurocámara para condenar a Hamás. Mónica García dijo en la Cadena Ser que, si la hacían elegir entre «comunismo o libertad», se quedaba con ambas. Y Yolanda Díaz afirma que «lo que me han enseñado en mi casa es que el comunismo es la democracia y la igualdad». Comunismo genocida como muro contra la derecha.
Otro de los ladrillos sin el que se vendría abajo el muro de Sánchez es el de los proetarras de Bildu. Hay que recordar que los de Otegi se pueden presentar a las elecciones porque así lo decidió un politizado Tribunal Constitucional, anulando las resoluciones del Tribunal Supremo, que había sentenciado que sus candidaturas eran ilegales, ya que se enmarcaban dentro de un proyecto «gestionado, dirigido, coordinado y articulado por el complejo ETA-Batasuna».
La portavoz de Bildu en el Congreso de los Diputados, Mertxe Aizpurua, fue condenada en 1984 a un año de cárcel por apología del terrorismo; y el coordinador de EH Bildu, Arnaldo Otegi, ha estado cinco veces en la cárcel, pasando muchos años de su vida en prisión por su estrecha vinculación con ETA, banda terrorista de la que ha sido dirigente. Terrorismo etarra como muro contra la derecha.
El tercer ladrillo imprescindible para el muro de Sánchez son unos políticos condenados por sedición y malversación; acusados de terrorismo, algunos de ellos fugados de la justicia para evitar entrar en prisión. Partidos como ERC, herederos de las Juventudes de Esquerra Republicana de Cataluña (JEREC) y del Estat Català, movimiento racista y separatista inspirado en el fascismo italiano, que siguió los postulados violentos de Mussolini.
Junto a ellos son fundamentales para el muro de Sánchez los votos Junts, que representan a día de hoy la extrema derecha golpista, racista y nacionalista catalana; así como los del PNV, partido nacionalista y tradicionalista fundado por el racista, xenófobo del aún hoy homenajeado Sabino Arana, que se autodefine como democristiano, pero cuyo lema aún sigue siendo «Dios y ley vieja». Extrema derecha racista como muro contra la derecha.
Sánchez ha construido su muro contra la derecha usando como ladrillos el comunismo genocida, el terrorismo etarra y la más rancia extrema derecha racista; unidos con la argamasa de su ambición personal a la que sacrifica su propia palabra, sus promesas incumplidas y su indignidad. Un muro de vergüenza y traición contra una derecha democrática y constitucional.
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