Motomami Olona

Macarena Olona
  • Carla de la Lá
  • Escritora, periodista y profesora de la Universidad San Pablo CEU. Directora de la agencia Globe Comunicación en Madrid. Escribo sobre política y estilo de vida.

Esta semana, los españoles hemos disfrutado del inenarrable happening de nuestra valkiria, por derecho y por su ingobernable sentido del espectáculo y presencia, la catwoman ibérica, Macarena Olona, en cueros. Una supermujer, con escasa tolerancia al aburrimiento y exagerada seguridad en sí misma, por encima de la prudencia, en algunos casos: «Decirme a mí, es el primer paso para que me dé por hacer un revuelto».

Vaya por delante, que soy admiradora de esta persona excepcional en la dialéctica, en la vida y en el mundo, que, al parecer, para ella, es un gran escenario. ¡Que viva mil años esta fuerza de la naturaleza, azote de perroflautas, charos, oligofrénicos, tertulianos e ignorantes, politizados, guapísima e incuestionablemente divertida donde las haya!

La habrán visto lidiando su particular cuerpo a cuerpo sobre el toro mecánico de los estudiantes radicales (lo más radical es su imbecilidad, sin fisuras,  «¡fascistas, fascistas!», gritaban insultando a Macarena y Paula Fraga, dos de las personas más valientes, dialogantes y demócratas que conozco, mientras ellos  -antipsicóticos, metilfenidato, anticonvulsivos, terapia ocupacional, enseñanza especial y programas de inclusión- de manera unilateral e ilegal decidían impedir por la fuerza el paso a los invitados por la universidad).

Ella toma una decisión: la de entregarse al público como Jim Morrison desafiando los límites de la interacción entre artista y fanáticos para ofrecernos un concierto de rock, macarra y sexy («Uno de mis lemas es, si no vas a gas, pa’ que vas») con un look acertadísimo que todas las mujeres de cuarenta y tantos deberíamos adoptar antes de romper guitarras como Pete Townshend.

«Soy Macarena» -recomiendo su libro porque es bueno y está escrito a calzón quitao’, como ella hace todo- nos habla principalmente de eso, de las experiencias de la ex congresista, en su pelea contra la vida, que tal como ella plantea, es una batalla campal.

Quizá tenga que ver con un deseo indominable de ser querida, dado que fue abandonada por su padre en la infancia. Quizá lleve desde entonces buscándolo allá donde mira, en los estudios esforzados de derecho, en la oposición más difícil en España, en sus distintas parejas sentimentales, en la televisión, en la maternidad, ¿en el riesgo?

Aún la recordamos a lomos de un caballo y vestida de faralaes con un rizo pegado a cada mejilla cuando se presentó por Andalucía. Motivos que intercambió por conchas de vieira jacobeas colgantes, botas de montaña, báculo y bastones de trekking cuando hizo el Camino de Santiago y se ofreció a ser acompañada por cuantos desconocidos adeptos, chiflados y/o atolondrados, quisieran abandonarlo todo, poner en pausa sus vidas, y peregrinar junto a ella, seguirla y adorarla, ayudándoles incluso con los gastos, esta Andy Warhol, esta Dalí de la política y la televisión.

¡Una belleza, cada una de sus intervenciones! ¡Gracias, amiga! Arte moderno que no deja de maravillarnos en su generosísimo folclore. Sobre todo, cuando, más piadosa, por momentos, reclama soledad y se interna, con sus gafas de Stallone, en una ermita para, acto seguido, subir foto comulgando con banda sonora épica (ay Olona, musa POP) y consignas ridleyscottianas como «fuerza y honor».

«La vida es un gran botellón» – dice en su autobiografía-. «Allí está todo: la diversión ardiente e irrefrenable, la furia irracional de los que se pelean, la mentira del pillo, la verdad del callado, el encanto de lo prohibido, los problemas de la gente, la constatación de que todos los tenemos, la metáfora de los hielos que se derriten, del mechero robado, de la borrachera que muta en resaca; la sonrisa del que engaña, la amabilidad del cabrón, la lealtad que no se verbaliza, la amistad y sus sucedáneos…».

Si Pedro Sánchez es un icono, que lo es, y una leyenda, Macarena es una estrella, la más rutilante en el firmamento del vodevil patrio.

¿Te compensa todo esto? – Le pregunté hace tiempo.

Sí. La vida es con pasión o no es vida.

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