Una decisión que refuerza la autoridad moral de Felipe VI
En un breve comunicado, la Casa del Rey ha anunciado la decisión del Rey Emérito de «trasladarse fuera de España», postura ésta que ha sido recibida por Felipe VI «con sentido respeto y agradecimiento». El jefe del Estado remarca la «importancia histórica» que representa el reinado de su padre y reafirma los «principios y valores» sobre los que se asienta la democracia «en el marco de nuestra Constitución y del resto del ordenamiento jurídico».
En medio del escándalo desatado a raíz de las exclusivas publicadas por OKDIARIO sobre el cobro de comisiones y las cuentas en Suiza y otros paraísos fiscales del Rey Emérito, la decisión de abandonar España contribuye, en primera instancia, a aliviar la presión sobre la institución monárquica en un momento en el que la extrema izquierda estaba utilizando de manera torticera estas informaciones para alentar una aviesa campaña de acoso y derribo contra la Corona y el modelo del 78, tal como quedó de manifiesto ayer con la reacción histérica de Podemos.
Sin duda, tras la decisión de Don Juan Carlos está el deseo de no someter a su hijo, el Rey Felipe VI, a esa ofensiva de la izquierda más sectaria. Cabe subrayar, especialmente, la capacidad que ha demostrado el actual jefe del Estado para conducir con mano firme una situación que amenazaba con volverse insostenible. No lo tenía fácil, pero su gestión de la crisis revela su compromiso con los valores que encarna su figura institucional y el papel que le otorga la Carta Magna. A Felipe VI no le ha temblado el pulso a la hora de adoptar una decisión, dura en lo personal, pero muy conveniente para el interés general. Con independencia del curso de las investigaciones judiciales, que esperemos no se conviertan en un paripé, el Rey era plenamente consciente de que el comportamiento de Don Juan Carlos quebraba el pilar fundamental sobre el que se sustenta la Corona: la ejemplaridad.
Desde esta misma página editorial, OKDIARIO ha venido reiterando la necesidad de que se investigaran con luz y taquígrafos los negocios del Rey Emérito, convencidos de que el mejor servicio que podía prestarse a la Monarquía constitucional era desvelar la verdad. Cerrar en falso el asunto sólo habría acrecentado el problema y alentado aún más a quienes pretenden acabar con el régimen de libertades que trajo la Constitución de 1978. Artífice principal de esa Constitución que consolidó la democracia española fue, sin duda, el Rey Juan Carlos. Qué pena que las luces de su reinado hayan quedado notablemente empañadas por sus turbios negocios.
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