A más votantes, mayor victoria de la derecha en Chile
Las derechas chilenas, divididas en tres candidatos para las presidenciales y en dos bloques para las parlamentarias, han conseguido una gran victoria, y encima con la mayor participación nunca antes registrada. En Chile, la izquierda parecía tan robusta como en Portugal, y, sin embargo, casi de la noche a la mañana, ambas naciones se han despertado con amplias mayorías de derechas.
Una de las reglas, o más bien eslóganes, de la política española es que con una alta participación siempre gana la izquierda. Esta afirmación no está apoyada en hechos y quizás sólo fue verdad en los primeros años de la democracia, cuando el PSOE, el PCE y Herri Batasuna reunían enormes manifestaciones, mientras los derechistas las veían impresionados en los salones de sus casas. Constantemente se demuestra que la afirmación no pasa de ser un prejuicio que reafirma la superioridad moral de la izquierda, pero la derecha acomplejada y sus encuestadores de cabecera siguen creyendo en esa trola, como algunos de ellos siguen creyendo que todos los suecos son como los cantantes de ABBA.
El pesimismo del centro-derecha sobre una larga decadencia y una serie de derrotas inevitables, excepto cuando los votantes de izquierdas se abstienen asqueados por la corrupción o por una recesión, ha sido refutado numerosas veces por líderes que se dirigen a sus pueblos con palabras sinceras y sin copiar el programa del adversario. El último ha sido Donald Trump, que de 63 millones de votos en 2016 subió a 77 millones en 2024; es decir, aumentó más de un 20% con todos los medios de comunicación en contra. Desde el domingo 16 de noviembre tenemos otro ejemplo más: las elecciones celebradas en Chile.
Por primera vez se ha aplicado el voto obligatorio en las elecciones presidenciales y el efecto ha sido el contrario que esperarían los demoscópicos progresistas y los políticos conservadores españoles. De los 7,1 millones emitidos en la primera vuelta de 2021, con una abstención superior al 50%, se ha pasado a 13,4 millones, con más de un 85% de participación. Y la izquierda ha sido derrotada.
Los tres candidatos que se presentaban como abanderados de partidos de derechas han superado la mitad de los votos. En las elecciones de 2021 sólo hubo un candidato que se definiera como derechista, José Antonio Kast, quien, aunque quedó primero con un 28%, perdió en la segunda vuelta, con menos de un 45%, ante Gabriel Boric.
Sólo cuatro años más tarde, a Kast (3 millones) y a Evelyn Matthei (1,6 millones), candidata de los viejos y desgastados partidos de derechas, Renovación Nacional y la Unión Demócrata Independiente, que emergieron cuando comenzó la transición a la democracia, después de la derrota del general Pinochet en el plebiscito de 1989, se les ha unido un tercero, Johannes Kaiser (1,8 millones). Éste se marchó del Partido Republicano de Kast para fundar el Partido Nacional Libertario, y ha quedado cuarto, con una campaña en redes sociales y un programa que incluía reformas económicas del estilo de Javier Milei y el perdón a los militares condenados por la represión de los años 70. Todos juntos superan el 50%.
Los 3,4 millones de sufragios de la candidata de la coalición de izquierdas, la comunista Jeannette Jara, en la primera vuelta son la misma cantidad con la que en la década pasada un candidato vencía en la segunda vuelta, pero con ellos ahora no llega a un 27% del voto válido.
Tan importante como la presidencia de la república es el triunfo en el Congreso. Aunque Chile ya ha tenido un presidente de centro-derecha, Sebastián Piñera (2010-2014 y 2018-2022), éste no tuvo mayoría parlamentaria. En esta ocasión, los dos bloques de derechas, Chile Unido y Grande, formado por Renovación y la UDI, y Cambio por Chile, integrado por republicanos y libertarios, han sumado 34 diputados el primero y 42 el segundo, en una cámara de 155 escaños. Con los independientes y los 14 del Partido de la Gente, de Francisco Parisi, que ha sorprendido con su tercer puesto, las derechas tendrán mayoría absoluta. En el Senado, que se ha renovado parcialmente, la suma de las dos coaliciones de derecha tiene la mitad de los 50 escaños.
La democracia-cristiana ha sufrido una gran derrota. Aparte de no haber presentado candidato propio a la presidencia, dentro de la coalición oficialista sólo tiene 8 diputados, los mismos que los noveles libertarios, mientras que sus aliados socialistas y comunistas tienen 11 cada uno.
Otra de las interpretaciones que podemos sacar los españoles de la jornada de ayer en Chile es que los hispanoamericanos que «vienen buscando una vida mejor porque huyen de la izquierda» no siempre se convierten en votantes de la derecha, sea de su país o sea del nuestro. Un 48% de los 9.240 chilenos residentes en España que votaron escogió a la comunista. Jara obtuvo 4.469 papeletas (dos tercios de ellas en el consulado de Barcelona y el resto en el de Madrid), mientras que Matthei, Kast y Kaiser no alcanzaron el 44%.
Kaiser y Matthei han declarado su apoyo a Kast. Ahora le corresponde al republicano mantener a los casi 3,5 millones de ciudadanos que optaron el domingo por los tres y, también, captar a parte de los 2,5 millones que optaron por el inclasificable Parisi. Para ello, no debe caer en el error habitual de muchos candidatos que pasan a la segunda vuelta de aguar su programa hasta despojarle de atractivo para su público.
El mensaje del miedo no siempre funciona y no sólo en Estados Unidos y en España. En Sudamérica quienes esperaban hace unos pocos años que la catástrofe humanitaria, el desastre económico y el despotismo de la dictadura socialista venezolana provocasen en Perú, Colombia y el mismo Chile una reacción en las elecciones en contra de los candidatos del «socialismo del siglo XXI» se quedaron con un palmo de narices. Las elecciones presidenciales en esos países las ganaron los admiradores de Maduro: Pedro Castillo, Gustavo Petro y Gabriel Boric.
Parisi, candidato ya en 2013 y 2021, con un partido de contenido anti-político, estilo el Movimiento 5 Estrellas italiano, aunque con un programa económico liberal, no se ha pronunciado. Hace cuatro años, gran parte de su electorado respaldó a Kast en la segunda vuelta. Jara, con nula prudencia ha renunciado a dirigirse a los votantes de Parisi: «No necesito pedirle los votos a un papito corazón», dijo. Sólo le quedan los otros dos candidatos de izquierdas, Marco Enríquez-Ominami y Eduardo Artés, pero que no suman ni un 2%.
La mayoría de los chilenos han dicho que no quiere progresismo, ni izquierda, ni ideología de género, ni suavidad con la delincuencia, ni aborto, ni burocracia, ni memoria histórica. Les corresponde a Kast y su equipo escuchar esta voz.
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