Más cercanía, solidaridad y transparencia, retos aún pendientes para el monarca
No ha tenido fácil el Rey Felipe en los tres años que lleva al frente de la Jefatura del Estado cumplir con los propósitos expresados en su primer discurso pronunciado ante las Cortes tras jurar como Rey. Al repasar con detalle esa hoja de ruta del monarca hay algunos puntos que han quedado ahí, en el papel, pero que no han llegado a desarrollarse en acciones concretas. El primero de ellos es conseguir la cercanía con los ciudadanos, ganarse su confianza, su respeto y su aprecio. No es que los habitantes de este país desconfíen de la primera autoridad del Estado sino más bien que no se han hecho suficientes esfuerzos para que los españoles de a pie, esos que nunca tienen la oportunidad de hablar o saludar a la Familia Real, puedan hacerlo. Los contactos con las clases populares en viajes a ciudades y pueblos del territorio nacional no son frecuentes y valga como ejemplo que hace tan solo mes y medio se produjo la primera visita oficial de los Reyes Felipe y Letizia a Canarias. Los baños de multitudes que tan poco gustan a los responsables de seguridad son básicos para crear lazos, aunque sean efímeros, entre la institución de la Corona y los españolitos de todas las clases sociales.
Otro de los puntos que no han llegado a concretarse es el de expresar de forma visible la solidaridad de los Reyes con las personas más golpeadas por el rigor de la crisis económica. Aunque la obligación de revertir la situación de esos ciudadanos no recae en el Jefe del Estado sino en el Gobierno de la nación, hubiera sido muy positivo que los Reyes hubieran realizado algún gesto de acercamiento y de toma de contacto con esas familias que perdieron sus viviendas, sus trabajos y todo lo que poseían. Más que nada para dar visibilidad a esa preocupación expresada por don Felipe ante las Cortes Generales y demostrar que sus palabras no eran solo retórica de cara a la galería. Alguien próximo al Palacio de la Zarzuela considera que actos solidarios como visitar un comedor social o mantener una reunión con plataformas de ciudadanos afectados por la crisis sería populista y demagógico y optan por no hacerlo al considerarlo inoportuno.
La obsesión por la transparencia para acabar con la opacidad de tiempos anteriores es una obsesión de los responsables de la Casa del Rey, de eso no hay duda. Se han dado pasos de gigante en temas como los presupuestos anuales, ahora son públicos, y se ha puesto coto a los regalos que pueden aceptar los integrantes de la Familia. Se han establecido normas de conducta para ellos y para los trabajadores del Palacio de la Zarzuela. Pero seguimos sin conocer dónde pasan las vacaciones los Reyes y sus hijas y los contactos periódicos con los medios de comunicación habituales se interrumpieron hace dos años.
Se ha avanzado bastante, es innegable, pero aún persisten algunas reticencias que conviene desterrar.
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