Opinión

Más amistades peligrosas de Sánchez

Pedro Sánchez vive en una permanente campaña electoral. No obstante, el presidente del Gobierno suele dejar aparcado el tino cuando se trata de elegir compañías políticas con las que mostrarse en público. El líder del PSOE ha activado la precampaña con un encuentro con Jeremy Corbyn, el laborista británico que ha defendido sin escrúpulos las dictaduras de Hugo Chávez y Nicolás Maduro en Venezuela. Un total desacierto por parte del jefe del Ejecutivo, no sólo porque ha presumido del apoyo de un dirigente que ensalza la actividad de dos dictadores que han sumido a los venezolanos en una espiral de hambre y terror; sino porque, además, se trata un diputado que ha participado en homenajes a terroristas del Irish Republican Army (IRA) y no está dispuesto a reconocer los 3.000 crímenes que el grupo terrorista dejó a lo largo de tres décadas hasta la firma de la paz en 1998.

También, sin sonrojo, Corbyn rindió honores a Septiembre negro, la organización terrorista palestina que perpetró la masacre durante los Juegos Olímpicos de Múnich en 1972. Una actitud que lo ha convertido en Reino Unido en una amenaza para la democracia y en un lastre para el propio Partido Laborista, y muestra de ello es que hace apenas unos días siete legisladores han abandonado sus filas debido al antisemistimo institucionalizado de la formación. Tras lo anteriormente expuesto, Sánchez debería reflexionar si es apropiado exponer de manera pública los apoyos de un dirigente con un pasado y un presente como el de Corbyn, porque cuando se trata de un vals electoral, y todo estratega político debería saberlo, tan importante es la pareja como la música.

Sin embargo, lo realmente grave de este encuentro entre Sánchez y Corbyn no es que el socialista presuma de contactos internacionales más que cuestionables, sino que olvide, como a menudo suele hacer cuando se trata de buscar su propio beneficio –recuérdese su pacto con el golpista Quim Torra y con el etarra Arnaldo Otegi para llegar a La Moncloa–, aún es el presidente de España. Cuando Sánchez disuelva las Cortes Generales el próximo mes de marzo y deje de representar a todos los españoles, el socialista podrá comenzar a elegir a discreción sus compañías por muy poco decorosas que resulten.