Opinión

Y de Marruecos, ¿quién nos protege?

El rearme de España es un imperativo categórico, una necesidad estratégica y una obligación política y moral, pero no para protegernos de los Urales, sino por ese viento del Sáhara que ya empieza a soplar. Mientras concluyen cómo sacarnos la pasta vía impuestos, que ellos llaman directivas, en España nuestra preocupación no debería estar en cómo rearmar a Ucrania, sino cómo rearmarnos nosotros para hacer frente a Marruecos, el enemigo que lleva decidiendo nuestra política interior y exterior desde que Zapatero entregó a Moratinos el bastón de enlace con Rabat y Sánchez se ofreció como lacayo a cambio de silencio y ultraje. Entre medias de uno y otro, pusilanimidad, complejos y un bolso.

Como en aquella película de Lars von Trier, Los idiotas, la tropa de liberticidas que dirige la Unión Europea se reúnen en algún lugar apartado de Bruselas para sacar al idiota que hay en su interior y así reivindicar las convenciones sociales que existen entre gobernantes y gobernados, la más celebre de ellas, la que afirma que los políticos se parecen a la sociedad que representan. Nos excitan con el miedo porque es el estado de ánimo que sirve al poder para amedrentar y controlar al pueblo. Y ahora, tras el fiasco totalitario de una pandemia que se cobró menos vidas de las que planificaron, pero supuso el laboratorio perfecto que evaluó nuestra resistencia al control y el secuestro de libertades, se inventan los popes ursulinas una nueva alteración anímica para justificar su próxima decisión: meternos en una guerra que nadie votó y nadie quiere, salvo los que determinan nuestro destino por orden de los mismos que facultaron el totalitarismo pandémico.

Queda claro que, sin responsabilidad moral, no hay necesidad de creencia. No debemos obedecer a los políticos, sino a las leyes, y sólo cuando éstas incurran en parámetros de justicia y moralidad superior. No estamos obligados a ser esclavos de las decisiones de gobernantes a los que nadie ha elegido y que ejercen su dominio y poder a costa de la libertad que ningún ciudadano entrega voluntariamente. Por ello, no debemos hacer caso de las recomendaciones de quienes secuestraron nuestra inocencia en la pandemia mientras hacían negocio con la muerte de ciudadanos. Tampoco deberíamos hacer acopio de alimentos ni construir kit de supervivencia alguno para defendernos de quien no tiene capacidad para invadir Europa cuando no es capaz de conquistar ni el territorio que tiene al lado.

No debemos hacer caso a las políticas del miedo que los comisarios ideológicos de la eurocracia nos lancen, mientras siguen asesinando a ciudadanos europeos en nombre de Alá gracias a las políticas de inmigración ilegal fomentadas desde esa misma Comisión Europea convertida en Tribunal de la Santa Prohibición. No obedezcamos mientras empobrecen con saña a sectores claves de la población y la economía -agricultores y ganaderos- para satisfacer a tipos como Bill Gates y sus amigos de las placas fotovoltaicas, las industrias de insectos y la carne sintética. El mayor enemigo de Europa es la Unión Europea, sus líderes y dirigentes. Los mayores criminales de guerra no están en el campo de batalla: visten traje y corbata, vestidos caros y se sientan en Bruselas y Estrasburgo.

Vuelvo a Marruecos. Su rey y dictador acaba de indultar a otros dos mil delincuentes, algunos condenados por terrorismo, que abandonarán en breve las cárceles del país alauita con destino conocido: los barrios y plazas españolas -también francesas, belgas y alemanas- que seguirán sembradas de terror, violencia y delincuencia ante la parálisis de administraciones, gobernantes y ciudadanía.

No debería preocuparnos en España tanto Ucrania y sí lo que pasará el día que Marruecos decida reclamar Ceuta y Melilla para sus intereses. Porque no queda mucho para eso. Y luego vendrá Canarias. Lo hará bajo la política de hechos consumados: la mayoría de la población es musulmana y quiere la anexión a Marruecos y la desconexión con España. Es cuestión de tiempo, lo que dure la resistencia de nuestras fronteras y de quienes las protegen.

Y si ese argumento no sirviera y nos pusiéramos bravucones replicando un dos de mayo posmoderno, Marruecos llamaría a sus principales aliados estratégicos, con los que comparte intereses y posiciones: Estados Unidos e Israel. ¿Alguien cree que Francia, el gran aliado marroquí en la UE, vendría a protegernos? ¿De verdad podríamos luchar contra un ejército superior que además estaría bajo el paraguas de las dos principales potenciales militares y tecnológicas del mundo, con permiso de China? No seamos ingenuos.