Marlaska, ¿es ministro?
Es comprensible y tiene su aquel que Fernando Grande Marlasca (también lo de la K es una mentira inventada para disfrazarse de maqueto) sea uno de los ministros/felpudos de Sánchez más repudiados por la gente de bien, especialmente, por aquellos sectores (Guardia Civil, Policía Nacional) en los que deja sentir sus garras.
Una gestión al frente de Interior en la que hay unanimidad: desastre sin paliativos. Marlaska es el típico acomplejado de derechas que vive y chapotea entre la izquierda cuyos valores básicos no comparte, si se exceptúan aquellos modos de Pedro Zerolo. Su autoritarismo irredento entre los mandos de las Fuerzas de Seguridad (casos flagrantes de los coroneles De los Cobos, Gómez y Corbí) que no le bailaron el agua es una muestra más de su falta de auctoritas y su exceso de potestas, léase gestos de diminuto dictador al que suben a una poltrona ministerial.
Los cárteles de la droga campan a sus anchas por el Guadalquivir, Costa del Sol, Galicia y las grandes ciudades españolas. Bajo su mando la Guardia Civil y la Policía Nacional han sufrido los peores desdenes y humillaciones provenientes de los separatistas y ex terroristas vascos y de los secesionistas catalanes. Sus intervenciones en defensa de los uniformados en el Parlamento siempre se quedan a medio camino, mientras las víctimas del terrorismo se refieren a él como un “traidor” que ha preferido conllevar la deshonra por ser ministro que la honra de una dimisión a tiempo.
Fernando Grande , aupado en su carrera judicial por el Partido Popular en sus tiempos del País Vasco y su posterior andadura en la Audiencia Nacional y el Consejo General del Poder Judicial, siempre ha querido esconder ese hecho. Rajoy, pese a su constante peloteo a su hermana Mercedes, tristemente desaparecida hace años, le vio rápidamente el plumero y se negó a darle carguito. Tuvo que esperar a encontrarse en el ¡Válgame Dios! con Sánchez, que compraba cualquier mercancía que pasaba por su tienda. Temeroso y pelota de Pablo Iglesias (todavía le mantiene coche oficial) y todo lo que tiene que ver con la extrema izquierda, el ex juez es la viva imagen de un ministro abrasado en la hoguera de su ambición vacua, despreciado por los subordinados e ineficaz como pocos.
En temas claves (inmigración, control de fronteras, terrorismo…) es capaz de mantener una posición el lunes y cambiar el discurso el jueves. Según las órdenes que le lleguen de Moncloa. ¿Puede extrañar que le conozcan como el «ministro felpudo»?
¡Imagínese el lector su retrato colgado en la galería de ministros del Ministerio del Interior!
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