Opinión

Magallanes, Elcano y la psique colectiva

La «psique colectiva» caracteriza a los pueblos. Se trata de un estado de ánimo que puebla las mentes y corazones de las personas predisponiéndonos de una manera característica ante ciertos envites y situaciones. Los americanos o, al menos, buena parte de su sociedad siguen creyendo que su país tiene una misión divina que acometer en el escenario internacional y por eso la tendencia a intervenir en decenas de países para intentar imponer gobiernos a su imagen y semejanza.

La psique de los británicos hace de ellos, un pueblo que cada 50 ó 60 años se encierran en sí mismos y no quieren saber nada del viejo continente a no ser que perciban un desequilibrio de fuerzas en Europa que antaño plasmaron en españoles (siglo XVI y XVII), franceses s. XVIII y parte del XIX), rusos (siglos XIX y XX), alemanes (siglo XX) y austríacos (siglo XX).

La de los rusos los define como una sociedad que, después de estar durante siglos bajo el dominio de los mongoles que llegaron desde el Este y las ocupaciones de los últimos 200 años por Napoleón o Hitler  les predispone a ser desconfiados por naturaleza. Todo ello ha supuesto en el último siglo la combinación perfecta para construir alrededor de Rusia la imagen de una rivalidad impostada con el fin de que la Europa occidental, en primer lugar, y la Europa oriental, en segundo lugar, se entregara a los brazos de los EE. UU. para garantizar su seguridad.

Y qué decir de la «psique colectiva» de los españoles. La nuestra merece especial atención porque ha sido históricamente oscilante. España pasó de construir una auténtica gesta que marcó su futuro con la expulsión de los invasores musulmanes, por cierto, sin ayuda exterior como la de las tropas napoleónicas, sólo con alianzas entre reinos, que sirvió a catapultar su moral en los siguientes 500 años. Sólo a partir de entonces nuestro estado de ánimo inició un proceso de decadencia que a fecha de hoy seguimos arrastrando. Cuando hablo de decadencia no lo hago términos políticos o económicos, sino al convencimiento del papel que como país tenemos que desempeñar ante los retos globales.

Pondré dos ejemplos que contrastan considerablemente. El primero es el quinto centenario de la hazaña de Elcano y Magallanes dando la vuelta al mundo. Si bien es cierto que las dos grandes aventuras se enmarcaron en un conjunto de expediciones marítimas que ayudaron a poner a España en la vanguardia del poder hegemónico mundial, no es nada bueno para la construcción de la conciencia nacional pasar por alto o de puntillas tales aniversarios.

Mientras que Francia, por ejemplo, se anticipa a anunciar (a dos años vista) grandes fastos para recordar los 200 años de la muerte de Napoleón en el exilio, nosotros no somos capaces de recordar que estamos a punto de cumplir el próximo año el 500 aniversario del nacimiento del Imperio Español. Hay una corriente ideológica que intenta deslegitimar con mirada del presente nuestros méritos del pasado o querer reconstruir la propia historia del pasado con la mirada de la izquierda/derecha cuando se trata de una tarea inútil.

Se equivocan quienes pretenden politizar el pasado con las ideas del presente, en lugar de reconocer la labor de los antepasados que tanto influyeron en el mundo que usted y yo hoy conocemos, y a quienes tenemos recurrir para entender nuestro presente. La gran diferencia entre España y Francia es que mientras los niños franceses estudian la misma historia de su país, vivan en París o en Marsella, aquí buena parte de nuestros escolares llegan a la universidad sin saber quiénes fueron Magallanes y Elcano.