Opinión

El mafioso que nadie vio

Toda ficción esconde una realidad. A veces, incluso, los hechos del día a día superan ampliamente la capacidad de sorpresa de los argumentos más intrincados de películas y libros. La corrupción ha provocado que los ejemplos se amontonen a lo largo de los últimos años en España. El caso de Ignacio González es de los más escandalosos. El que fuera presidente de la Comunidad de Madrid (2012-2015) no sólo utilizó su paso por la política para enriquecerse de manera ilícita, además desarrolló un modus operandi propio de cualquier mafioso creado por el cineasta Francis Ford Coppola. Ahora que los protagonistas de ‘El Padrino’ se han reunido para celebrar el 45 aniversario del mítico filme, por modos y formas González habría tenido un papel destacado dentro de la historia de los Corleone. 

Lamentablemente, las acciones del dirigente del PP de Madrid no fueron parte de un guion, sino de la tozuda realidad. Trapicheos como los del Canal de Isabel II o la adquisición fraudulenta del dúplex de superlujo en Estepona pusieron el dinero público de todos los madrileños al servicio de sus intereses espurios. Ignacio González es el mafioso que nadie vio en su momento a pesar de que ejercía y actuaba como tal. Sin las investigaciones periodísticas de El Mundo a partir de marzo de 2012 o la denuncia de Cristina Cifuentes en la Fiscalía en julio de 2016, quizá ahora no estaríamos hablando ni del inmueble de la vergüenza ni de la ‘Operación Lezo’. En su infinita capacidad para el delito, el capo del Oso y el Madroño también adjudicó 2,6 millones de euros a la empresa vinculada con el espionaje político a la propia Cifuentes: Jotrinsa. 

Del mismo modo, no tuvo ningún problema en usar el poder de las instituciones públicas que manejó para someter a parte de la profesión periodística con el objetivo de destruir la reputación de sus adversarios en el Partido Popular. Colocó a sus acólitos en los medios públicos y persiguió a sus críticos. Incluso, y según el ex alcalde de Leganés, Jesús Gómez, adquirió medios de comunicación de manera indirecta para tratar de perpetuar su carrera política, que era lo mismo que perpetuar sus chanchullos. El caso particular de Ignacio González recuerda a aquella frase de Michael Corleone: «La política y el crimen son lo mismo».